La Última Flor Para El Invierno

DOS

Dos años más tarde

BLAKE FLAUBERT

Mi madre suele cocinar pay de manzana cada vez que estará fuera de casa por casi todo el día. Es un regalo y una disculpa por dejarnos a mi padre, mi hermana y a mí solos cuando sabe que juntos somos como un tornado. Sin embargo, no puedo quejarme ya que sus pacientes la esperan y el pay de manzana me encanta. Justo ahora me estoy sirviendo una rebanada.

—¡Yo también quiero una! —gritó mi hermana desde la planta de arriba.

Se escuchaba acelerada. Tal vez porque ya era tarde para llegar a su entrenamiento. Siempre se pone histérica cuando va tarde al campo de fútbol de la escuela o cualquier sitio y, para estar en su penúltimo año de universidad, sigue siendo igual de sensible e impuntual. A veces me pregunto si todos los arquitectos de su generación son así de irritables como mi hermana, espero que no porque, si es así, no creo que tengan una vida laboral tan satisfactoria como ellos esperan. Al menos Allison tiene la ventaja de ser de las mejores jugando fútbol así que puede conseguir una beca deportiva y, no lo sé, irse al extranjero a jugar como siempre lo ha deseado.

—Debo irme —Tomó la rebanada de pay que me había pedido y la guardó en el bolsillo frontal de su mochila deportiva—. Hoy es tu examen de química, ¿verdad? No quiero que te saltes clases, Blake. Hablo en serio.

Asentí. Casi cruzó la puerta, pero se detuvo.

—Alguien me dijo que fumaste en el techo de uno de los edificios.

—Fue Lillian, ¿no?

—Evita volver a hacerlo.

Volví a asentir.

Hay veces en las que le recomiendo a Allison fumar aunque sea solo un cigarrillo, pero ella siempre lo niega y aprovecha cualquier oportunidad para darme un sermón al respecto. Sólo fumo de vez en cuando y sé que está mal por lo que tengo. Sé que no debo hacerlo, pero solo son dos caladas, a lo mucho tres. Y aunque Allison sea la única persona de mi familia que sabe que fumo, no descarto la idea de que algún día le dirá a mis padres. 

—¿Tu hermana ya se ha ido?

Asentí.

—¿Ya tienes lista tu mochila? —Volví a asentir—. Pues entonces vámonos.

Usualmente mi padre no trabaja los lunes debido a que lo toma como su tercer día de descanso además de que no muchas personas llevan a sus mascotas al veterinario los lunes. Ni mi padre ni yo entendemos por qué, pero así sucede. Sin embargo, últimamente la salud del abuelo Albert no ha estado del todo bien. Me refiero a que a veces olvida las cosas que está haciendo y la última vez que Allison le llamó por teléfono él le dijo que estaba orgulloso de ella por haber terminado el preescolar. Obviamente eso los preocupó más de la cuenta. Mi padre ha estado abriendo la veterinaria incluso los fines de semana para tener más dinero y ayudar con los tratamientos de Albert mientras mi madre le consigue una cuidadora.

—¿Hoy saldrás con Kyle y Lillian?

—No lo sé. Kyle ha estado saliendo de fiesta y Lillian está ocupada preparándose para su competencia de clavados.

La verdad era que casi nunca salía o hablaba con alguno de los dos.

—Ya veo. Entonces, ¿crees que tengas tiempo de venir a ayudar en la veterinaria?

—No me pagas por ayudarte —Mi padre me miró fugazmente y yo mantuve la mirada en la ventanilla—. He pensado en que tal vez sea buena idea que gane mi propio dinero. De paso les ayudo a mamá y a ti con los gastos de la casa mientras ustedes están ocupados con Albert.

Mi padre aparcó el auto casi frente a la puerta principal.

—Con tu abuelo, Blake —No entiendo por qué a mi padre le molesta tanto que llame a su padre por el nombre que se le dio. Es decir, no estoy obligado a decirle abuelo a alguien como Albert—. Si quieres tener un trabajo, yo podría ayudarte a encontrar uno.

—No, gracias —Abrí la puerta y salí—. Yo puedo solo.

Después de cruzar la puerta de la escuela le envíe un mensaje a mi padre.

Blake: J’irai aider après l'école. (Iré a ayudar después de la escuela.)

El mes pasado decidí continuar desarrollando ese lado francés que heredé gracias a la familia de mi padre luego de haberlo dejado de practicar hace cinco años. Ya ni siquiera recuerdo porqué había decidido dejarlo, sin embargo, volver a aplicarlo en mi vida diaria me ha sido de ayuda para sentirme orgulloso de lo que soy. Hasta cierto punto es bastante terapéutico.

—¡Oye, Blake! ¡Atrapa!

El balón de fútbol americano que Rhys me había arrojado al rostro pasó tan cerca de mi cabeza que pude sentir el aire y la fuerza con la que había sido lanzado. Ahora que veía a Rhys riendo y burlándose de mí con sus amigos mientras estaban en el medio de la cancha, me preguntaba si a Kyle le parecía igual de divertido lo que hacían sus amigos. Supongo que lo que obtuve como respuesta me lo negó.

—Son unos idiotas —dijo al mismo tiempo que se agachaba para recoger el balón—. Solo ignóralos.

—Ya lo hago.

—Otra vez estás usando ese abrigo negro —Señaló con la punta del balón—. El olor a ajo de la broma pesada de Rhys debió ser fácil de quitar, ¿no? —Negué— Ya veo… Escucha, una de las porristas me invitó a una fiesta este sábado y me preguntaba si quieres acompañarme. Lillian estará ahí.




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