La Última Flor Para El Invierno

SEIS

BLAKE FLAUBERT

Le dije a mi padre que esta vez tomaría el autobús para llegar a la escuela, así ni él ni mi hermana o mi madre se dieron cuenta de que realmente me quedé en casa. No salí y no tomé el autobús a la escuela como había dicho. De hecho ni siquiera me había quitado el pijama y según el reloj de mi habitación ya eran más de las once de la mañana. Es que realmente no quería levantarme de mi cama, no deseaba salir el día de hoy a ningún lado, solo quería quedarme en casa y si podía quizás dormir un poco. Dormir y ya. Logré mi cometido hasta que mi estómago me reclamó por algo de comer repetidas veces que por más que traté de aguantar, no pude. Me levanté de la cama y, sin importarme si llevaba algo en mis pies, salí de mi habitación para bajar las escaleras e ir directo a la cocina para descongelar una de las mini pizzas que mi padre había comprado. Mi pie solo tocó un escalón cuando escuché la puerta de mi hogar abrirse y seguidamente la voz de mi madre charlando con otra persona. De inmediato reconocí esa voz y no bajé.

—No hay que precipitarnos. Lillian no ha intentado hacer nada aún, significa que podemos ayudarla. Tú y tu esposa pueden ayudarla.

—¿Y cómo? Mi hija me dijo que quiere morir. ¿Quieres decirme cómo voy a resolver eso?

—Toma. Es bastante buena y estoy segura de que ayudará a Lillian a superar esto. La hará cambiar de opinión. Y sabes que tengo razón, Nathan.

Nunca había escuchado al padre de Lillian tan desesperado y ansioso por ayuda como ahora. De hecho él nunca había venido a nuestra casa después de que nos mudamos. Es decir, solía hacerlo junto con la madre de Lillian y ella cuando vivíamos solo a unas cuantas cuadras, pero desde hace seis años que nos mudamos nunca lo había visto aquí.

—¿Qué pasa si no funciona?

—Hablaré con ella.

Seguramente mi madre le había dado la tarjeta de Odette a Nathan para atender el problema que está enfrentando mi amiga de la infancia. Podía apostar lo que fuera a que era verdad. Una vez mis padres intentaron llevarme con ella después de lo que sucedió con Julie, pero Odette no se especializa en niños. Su esposa, Bárbara, sí. Ella fue la que tuvo sesiones conmigo luego del funeral de Julie y, para ser sincero, apenas y me ayudó. No es su culpa no haberme arreglado, tampoco es su culpa que no pueda ser arreglado, simplemente las personas no olvidan el dolor. A veces solo aprenden a vivir con él. Eso es lo que hago yo. Aprendo a vivir con la idea de que mi mejor amiga y primer amor ya no está conmigo por mi culpa. Pienso que Lillian debería hacer lo mismo. Ella debería aprender a vivir con el dolor que le causaron los demás en lugar de intentar rendirse terminando con su propia vida, de lo contrario haría lo que esas personas quieren que haga, Lillian dejaría ganar a la que la hirió grabando y subiendo esos videos al igual que las fotografías. Aunque esa persona ya esté muerta, Lillian le daría lo que deseaba: Arrebatarle la esencia.

Escuché mi celular vibrando dentro de mi mochila, ni siquiera recordaba que estaba ahí, regresé a mi habitación para tomar la llamada y en cuanto lo saqué del fondo de la mochila, este dejó de vibrar. Seguidamente, el mensaje de Lillian salió en mi pantalla principal.

Lily: ¿Podemos hablar?

Supuse que se debía a la visita repentina de su padre y la tarjeta de información de Odette. Al menos eso fue en lo primero que pensé.

—Blake, ¿qué haces aquí?

—No me sentía bien para asistir a la escuela.

—Creí que te habías ido con tu padre —Negué con la cabeza—. ¿Qué has estado haciendo desde la mañana?

No quería hablar sobre que claramente no estuve haciendo nada durante todo este tiempo más que dormir. Evité su pregunta con otra pregunta.

—¿Nathan ya se ha ido? ¿Lillian está bien?

—Estuviste escuchando, ¿cierto?

No le respondí porque era obvio que había estado escuchando aquella conversación. Mi madre se acercó y tomó asiento sobre mi cama justo al lado de mí. Me miró por unos segundos con esos bonitos ojos que heredé de ella y su expresión cambió. Ya sabía en lo que pensaba. Con tan solo mirarla a la cara sabía lo que pensaba porque sus ojos lo reflejaban. Ella estaba triste. Malditamente triste. Triste por mi culpa.

—¿Lillian y tú no han hablado? —Negué con la cabeza. Mamá soltó un suspiro—. Lamento no haber estado en casa las últimas semanas. Había estado buscando una cuidadora para tu abuelo —Comenzó a acomodar mi cabello con su mano.

—Tú eres enfermera. ¿Por qué no cuidas de él?

—Lo haría si los turnos del hospital y el trabajo del centro de rehabilitación fueran sencillos de manejar —Dio un rápido pellizco a mi nariz con sus dedos—. Pero en este momento me es más prioritario saber si todo ha ido bien contigo.

—No he tenido ataques de asma.

Me sonrió con amabilidad porque ella sabe que estoy al tanto de a lo que se refería, pero yo actué como si no supiese nada.

—Falta poco para que llegue la fecha —Su voz pareció un susurro—. ¿Quieres que esta vez te acompañe?

—Sí.

Sabe que voy a cambiar de opinión. Ella y yo sabemos que siempre cambio de opinión. Siempre prefiero ir solo. Mi madre sabe que no me siento cómodo hablando de ello.




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