La Última Flor Para El Invierno

DIECIOCHO

BLAKE FLAUBERT

—No sabía que también eras cuidadora.

—¿Dónde crees que aprendí a curar heridas?

—No lo sé.

—Tomé el curso de primeros auxilios que daba la casa de adultos mayores en la que trabajaba. Aprendes muchas cosas cuando convives con gente mayor. Incluso creo que hasta te vuelves más sabio.

—Debió haber sido entretenido escuchar sus anécdotas de jóvenes, ¿no es así?

—Exacto.

Extendí tres vasos más que ya estaban enjuagados a Dee para que los secara y colocara en la repisa.

—Oye, Blake, ¿por qué no me dijiste que hablabas francés? No. Mejor dicho, que tienes ascendencia francesa.

—Creí que era obvio por mi apellido.

—Pues no fue obvio para mí. Debiste haberme comentado ese minúsculo gran detalle acerca de ti. Así como debiste haberme dicho que tienes una familia encantadora y que eres el nieto del hombre que voy a cuidar de ahora en adelante.

—¿Eso quiere decir que soy tu jefe?

Desde el rabillo de mi ojo pude percibir las mejillas rosadas de Jane y aquella mueca que hizo con la boca.

—No… Tus padres son mis jefes.

—Pero soy hijo de los jefes —Esta vez me giré para mirarla—. Quiere decir que también debes obedecerme.

—Y también quiere decir que tú me dirás todo acerca de tu abuelo —Alzó ambas cejas y me señaló con su dedo al mismo tiempo que sonreía. Jane pensaba que había logrado incomodarme y lamentaba aceptar que ya lo había hecho—. Así que dime, ¿cómo era él antes de su enfermedad?

Regresé a mi tarea de fregar los platos, pero ahora ya no me podía quitar a Dee de encima. Por más veces que evitara voltear a verla me era imposible porque su sola presencia me ponía nervioso además de que esperaba a que le contase acerca de Albert. Dee no necesitaba que palabras salieran de su boca para hacerme saber que estaba intrigada porque con sus ojos ya me lo recalcaban.

—Arrogante, egoísta, abusador, grosero y un pésimo abuelo.

—¿Por eso solo lo llamas por su nombre?

Mi silencio le dio la respuesta que necesitaba.

—¿Y cómo era tu abuela? ¿Élise?

No pude evitar soltar un suspiro al recordar su olor a galletas de vainilla y esa cabeza rubia que con el tiempo se tornó blanca.

—Encantadora, comprensiva, amorosa, amable y la mejor abuela que pude haber deseado. Hablo en serio, Dee, ella lo era todo para mí. Fue un apoyo esencial cuando me diagnosticaron asma y fue la luz que tuve al final del gusano negro que atravesaba cuando Julie ya no estaba a mi lado. Se convirtió en mi mejor amiga y luego ya no la tuve. Se fue como Julie.

—¿Quién es Julie?

Al escuchar su nombre con la voz de Dee logré volver a la realidad. «¿Quién es Julie?» Ella no debía escuchar de Julie. Mencioné su nombre porque no he podido dejar de pensar en ella desde que desperté. Su rostro ha estado en mi cabeza desde que salí de mi hogar al igual que los hermosos recuerdos que tengo con ella. Tengo tantas ganas de estar con ella que incluso me atreví a hablar en francés en la cena por ella. Porque Julie adoraba que hablase en aquel idioma. No lo había aceptado hasta ahora que la mencioné inconscientemente.

—¿Blake, estás bien? Tu respiración es pesada.

Cerré el grifo que ya solo arrojaba agua sin tener algún plato o vaso sucio.

—¿Quieres que vaya a buscar tu inhalador?

La detuve con mi mano en su brazo.

—No, estoy bien.

No sabía qué tan cerca la tenía hasta que alcé mi rostro y pude ver la mirada que invadía sus ojos. ¿Acaso estaba preocupada? No. Le dolía. La estaba lastimando con mi mano sobre su brazo. Estaba apretándola.

—Perdón.

—¿Estás seguro?

—¿Quieres que te lleve a tu casa? Ya es muy tarde para que te vayas sola —Caminé a la sala—. ¿Puedo tomar tu motocicleta, papá? Llevaré a Dee a su casa.

—Desde luego. Ya sabes dónde están las llaves.

Mientras Dee se despedía de la familia completa yo salí por la puerta trasera que conectaba al pequeño jardín repleto de arbustos y flores perfumadas que mi hermana y yo acabábamos de plantar. Entré al cobertizo y tomé las llaves de la caja vieja de herramientas. Hice una señal con la cabeza a Dee para que saliera de la casa por la puerta principal y así encontrarme con ella del otro lado. La motocicleta era más grande que yo al igual que voluminosa e increíble. Estaba pintada de negro azulado que para ser totalmente sincero siempre se ha visto maravillosa bajo la luz de la luna, es por esa razón que a Allison le encanta conducirla, según ella, hace que se vea interesante además de atractiva.

—Nunca me han llevado en motocicleta a ninguna parte. Es más, jamás había estado tan cerca de una. Es muy grande, incluso más que tú.

Ella seguía hablando sobre el miedo que le tenía a los vehículos sin puertas mientras le extendía uno de los cascos. Me coloqué mi respectivo casco de seguridad y subí a la motocicleta. La encendí y esperé a que Dee ese dignara en subir.




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