JANE DEE
—¿Blake, qué haces aquí? ¿Por…? ¿Cómo…?
—Mi familia hará una gran cena por el día de Acción de Gracias y me preguntaba si quieren asistir. Tus padres también están invitados.
—¿Tú quieres que esté en esa celebración?
Si tuviera una cola, estaría agitándose como loca en este mismo instante. Estoy segura de que no solo me duelen las mejillas de la sonrisa que tengo en el rostro, también siento que mis ojos se hacen pequeños. Olvidé por completo que estaba frente a mi puerta. Olvidé por completo que estábamos rompiendo la regla de mi padre una vez más. Pero por suerte, Minnie no estaba en casa hoy. Tenía sus lecciones de yoga y apenas hacía veinte minutos de que se marchó.
—Sí. No disfrutaría de la cena de la misma forma si no estuvieses.
—Iré, iremos, sí. Gracias por la invitación.
Mis ojos se colocaron en los brazos descubiertos de Blake. No llevaba una chamarra puesta. Tampoco una bufanda que lo cubriese del frío que comenzaba a ser horrible.
—¡Enfermo! Estás enfermo. Raquel nos dijo que por eso faltaste hoy; que tenías un terrible resfriado gracias a tu asma.
—Claramente no lo tengo, Dee. Mentí.
—¿Por qué?
—No tenía los ánimos suficientes para salir hoy.
—¿Ni siquiera para verme? —Me arrepentí de inmediato y cambié la pregunta cuando no salió nada de los labios de Blake—. ¿Para ver a Tim? Preguntó por ti varias veces hasta que Raquel le dijo lo que pasaba. Tu mentira no fue agradable, creí que te habías resfriado por mi culpa. Pensé que el clima frío de mi vecindario había causado estragos en tus pulmones.
—Para nada, Dee. Créeme. Solo me sentía desanimado para salir hasta que se me ocurrió la invitación que acabo de hacerte. Será a las cinco de la tarde. Yo te enviaré la dirección de mi casa dos días antes.
Se alejó de mi puerta y se colocó el casco para marcharse. Qué atractivo se veía conduciendo esa motocicleta.
—Vaya, vaya. Entonces él ya conocía tu casa antes que yo. Auch.
El aliento de Rachel sobre mi hombro hizo que me diera escalofríos. Había olvidado por completo que Rachel estaba dentro de mi hogar. Sabía que la regla de mi padre de no traer a nadie aquí estaba peor que rota, pero no podía dejar que mi única amiga se orinase en los pantalones.
—Gracias por dejarme usar el baño, Jane. Lo lamento, es que cuando tengo el periodo, mi vejiga no para de llevarme al baño. Es horrible. Lo lamento, otra vez.
—Descuida, no hay problema.
Antes de bajar las escaleras de mi puerta principal, dijo:
—Oye, lo que hace tu padre con ustedes y esta casa, está mal. Pareciera que se avergüenza de ustedes.
—¿Crees que no lo sé? Vivo con él desde niña.
—Sé que lo sabes, Jane, lo que me preocupa es que no lo enfrentas —Me abracé a mí misma. Mis brazos estaban helados y cuando fruncí los labios, los sentí tan secos que me dio miedo que se rompieran si apretaba con fuerza—. Que te diviertas en la cena de Blake. Nos vemos.
—Rachel, prométeme que no le dirás a nadie que has estado en casa de Dominic Ferguson, te lo pido.
Suspiró sin ganas.
—Nunca me gustó el golf, así que no es algo que quiera presumir.
⁕⁎⁕
Una vez hubo un enfrentamiento con mi padre. Tim tenía trece años de edad, pasaba por el brinco de la pubertad a la adolescencia, quería creer que gracias a esos cambios hormonales mi hermanito se había vuelto menos empático y paciente. El enfrentamiento que ocurrió fue entre ellos dos. Tim y mi padre conversaban hasta que en un abrir y cerrar de ojos se encontraban gritando el uno al otro. Lo tengo grabado en mis memorias. Tim tenía una novia. Venía de una familia que no era tan reconocida como mi padre o por lo menos con más dinero del que podían gastar. Mi hermano quiso convencer a mi padre de que ella era buena no solo para él, sino que era una persona bastante pura de corazón y con sentimientos transparentes. Tim me había comentado noches anteriores que quería que mi padre la conociera y recuerdo haberle dicho que era una pésima idea. A mí me agradaba la chica, pero no podía dejar de pensar en que tanto ella como Tim eran demasiado chicos para salir juntos y pensar en un futuro juntos. Porque sí. Tim se encontraba tan enamorado de esa niña que pensó en casarse con ella.
Por primera vez en mucho tiempo estuve de acuerdo con lo que dijo mi padre. «Es un absurdo amor de niños, Timothy. ¡No tiene valor!» Detrás de esas crueles palabras se escondía un pensamiento totalmente diferente, pero con el mismo propósito. Decirle a mi hermano que no tenía edad para tener una novia.
Lo he dicho antes y lo reitero, Tim y Dominic son más parecidos de lo que les gustaría ser. Palabras y palabras. Gritos y gritos. Solo se necesitaron cinco segundos y unas cuantas palabras para que mi padre perdiera el control una vez más después de mucho tiempo. «¡Tú no sabes nada sobre amar a una persona! ¡No amabas a tu madre, no amabas a tu esposa y ahora no amas a tus hijos! ¡Lo único que amas es tu estúpido deporte y ya! No me digas que sabes lo que me conviene ¡porque es una puta mentira!» Tim recibió el puño ancho de mi padre justo en el rostro. Después lo alzó de la camisa para acorralarlo contra el mueble de la cocina y continuar gritándole tantas cosas que mi mente ha bloqueado por completo.