La Última Flor Para El Invierno

VEINTITRÉS

JANE DEE

—Me da vergüenza ir yo sola. Esperaba que fuéramos juntos.

—Me agrada mucho Blake, pero este día siempre se celebra mejor en el apartamento de Steve y Raquel.

—Blake nos invitó a los dos, es irrespetuoso que lo dejes plantado.

—Yo no lo voy a dejar plantado porque irás tú en mi nombre. Nos representarás a ambos.

—Tienes suerte de que papá siga fuera de la ciudad y Minnie haya ido a celebrar con sus padres. De otro modo estarías con ellos aquí atrapado.

—Estaríamos —Corrigió—. Tú y yo, Jane. No lo olvides.

Tim era el que no debía olvidar eso. Él era quien se había alejado de mí de repente, no al revés.

—Iré por tus brownies.

Tim se perdió de mi vista al entrar a la cocina. Con él fuera de mi campo de visión podía pensar en lo mucho que ha crecido. Ahora tiene quince años de edad y parece más maduro de lo que debería ser. Lo que tenía miedo de que le sucediera, pasó. Tim maduró más rápido de lo que debería. Y todo se debía a la vida que hemos llevado desde que mamá nos abandonó. Siempre quise proteger a mi hermanito de lo cruel que podía llegar a ser el mundo, pero no vi venir que viviríamos con uno de los encargados de hacerlo tan miserable. Lo único que me reconfortaba era saber que por lo menos Tim había encontrado una figura materna a la que admirar en Raquel. Y yo una figura paterna en Steve. Ellos están al tanto de que los vemos de esa manera y me alegra saber que no les molesta en lo absoluto. Hace que me sienta afortunada de haberlos conocido. Incluso tenía la retorcida idea de que mi abuela Gabby los había enviado para nosotros.

—Te veo aquí a más tardar a las nueve, ¿entendido? —Tim asintió—. Si te quedas a dormir con ellos, debes avisarme.

—Sí, sí. De todas formas no creo que Raquel no te avise en dónde estoy.

—Prométeme que no causarás problemas, Tim. Es Acción de Gracias y Steve y Raquel no estarán solos, su familia estará ahí seguramente.

—Tú tampoco causes problemas. Conocerás a la familia de mi cuñado, debes dar una buena impresión —Su sonrisa de burla me hizo darle un golpe en el hombro—. Nunca has podido esconder tus sentimientos tan fácil, hermanita.

Siguió riendo mientras me sentía terriblemente acalorada de las mejillas. Tim se marchó en dirección opuesta a donde yo iba, pues la casa de Raquel no estaba tan lejos de la nuestra. Tomé un taxi cerca de la tienda de regalos que me llevaría al hogar de los Flaubert y mientras íbamos en camino no podía evitar pensar en cómo sería el hogar de Blake. Quizás era grande quizás no. Quizás era una casa beige como cualquier otra quizás no. Quizás me llevaría a conocer su habitación, quizás no. Quizás…

—Hemos llegado, señorita.

El hombre mayor se marchó luego de tomar su dinero y yo me quedé inmóvil frente a la casa. Era tan bella. Sencilla, pero bella. De color blanco con un adorno de corazones de vidrio que colgaban en la entrada. La motocicleta del señor Flaubert se encontraba aparcada en el jardín junto a un auto color azul aguamarina que me pareció más hermoso que el de mi padre. Me pareció que estaba tomándome demasiado tiempo para tocar el timbre, así que me armé de valor y esperé a que alguien abriese la puerta en cuanto toqué.

—¡Jane, sí viniste! —Allison me abrazó tan de repente que estuve a un pelo de tirar los brownies que había preparado—. Me alegra saber que Blake hizo caso a lo que le dije. Pero ¿dónde está el resto de tu familia?

—No pudieron venir, así que los estoy representando.

La sonrisa amplia de Allison estuvo a punto de desvanecerse cuando miró por encima de mi hombro.

—Hay que entrar —Tomó mi bandeja de brownies—. Mis padres estarán más que felices de verte.

Esperaba que solo los Flaubert estuviesen en la reunión y que la única intrusa sería yo, pero no era así. Yo no era la única invitada en la celebración. Los dueños de la casa a la que habíamos ido luego de la pelea de Blake y sus amigos se encontraban en una de las esquinas conversando con una mujer pelirroja y de baja estatura; los tres tenían una copa de vino en su mano y la mejor vestimenta que pude haber visto antes. Mis ojos se dirigieron al principio de las escaleras para así encontrarme con dos hombres bastante altos; uno de cabello rubio —con más rasgos alemanes que cualquier otra persona— y el otro era castaño, también tomaban vino. Al caminar por la sala de estar pude ver a los padres de Blake en la cocina conversando seriamente con una mujer de ojos negros y caídos. También había una pareja de adultos mayores que estaban sentados en el sofá más cercano a la televisión. Ambos disfrutaban del partido de hockey.

El ambiente era muy cómodo y parecía estar lleno de gozo. Todos parecían estar felices de verse y conversar.

—Jane, ¿verdad?

—¿Andrew?

—James —Me corrigió—. Yo tengo las pecas de mi madre.

De inmediato deduje que la mujer pelirroja de la esquina era madre de los gemelos. Con esa poca información supe que los adultos que se encontraban aquí seguramente eran los padres de los amigos de la infancia de Blake. Ahora que los observaba con atención, sus hijos tenían un parecido a todos ellos. Antes de que James dijese algo, Kyle llegó a abrazarme con fervor sin soltar su copa de vino. Detrás de él pude ver a Lillian abrazándose a sí misma y con una mirada seria que pedía a gritos salir de donde se encontraba. Sus hermosos ojos se cruzaron con los míos y nuestro saludo fue más seco que una manzana deshidratada. 




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