La Última Flor Para El Invierno

VEINTISÉIS

JANE DEE

Blake no se presentó en la pastelería ayer, pero compensó su falta con asistir hoy. Él llegó una hora después de mí y se mantuvo alejado desde el principio. Ninguno de los dos decidía cruzar palabras. Mis ganas de mirarlo y de que él me regresara la mirada estaban comiéndome muy, pero muy lento. Más de lo que me gustaría admitir. Rachel no necesitaba preguntar acerca de nada porque estaba al tanto de que algo había sucedido entre nosotros. Blake apenas había cruzado una sola palabra con ella y, repito, a mí me ignoraba. La actitud de Blake me dolía al mismo tiempo que tenía clavadas las palabras que me dijo en mi corazón como astillas pequeñas, pero letales. Si era lo suficientemente observadora, Blake parecía estar huyendo de mí. Sé que él también luchaba contra esas ganas de mirarme y hablarme tal como lo hacíamos antes, pero por alguna estúpida razón no lo hacía. Había una razón desconocida por la que Blake me trataba así y se trataba así a sí mismo. Blake parecía estar inmerso en su propio mundo y yo anhelaba sacarlo de ahí porque me parecía que se hacía cada vez más y más pequeña. Como si estuviera entre penumbras que lo condenaban a vivir consigo mismo y no le gustaba.

Tal vez solo estoy imaginando situaciones que no son reales. Tal vez estoy tan arrepentida de confesarle mi amor que ahora busco excusas para justificar porqué se alejó de mí.

—¿Señorita, podría cambiar el canal, por favor? Estoy cansada de escuchar el montón de allanamientos que ha habido estos últimos días. Son espantosos.

Rachel apagó el televisor y dejó el control remoto a mi lado. Se recargo en la barra con un codo y me habló cuando Blake estaba fuera de nuestro alcance.

—Muy bien, algo anda mal, dime ¿qué pasó entre ustedes dos? Vas a decirme que Acción de Gracias no fue lo que esperabas o ¿qué?

—No —Mi voz era tan baja que apenas podía escucharme—. Nada. No pasó nada.

—No nací ayer, Jane. Claramente están pasando por un bache bastante amplio. Ni tú ni él son buenos escondiéndolo.

Rachel era mi amiga. Ella dijo que era mi amiga y las amigas se ayudan entre sí. Se dan consejos para mejorar.

—Probablemente dije algo que no debí haber dicho.

—¿Y a Blake no le gustó?

No lo sabía.

En realidad no podía etiquetar la reacción que había tenido Blake. No sonrió, no brincó de alegría, no me correspondió y tampoco me gritó. En su lugar, había llorado. Blake lloró y me dio muchas razones por las que no debería estar enamorada de él para después marcharse.

—¿Sabes por qué la vida tiene que ser tan complicada?

Rachel me sonrió.

—Mi amor, la vida no tiene valor sin que haya complicaciones en ella, de lo contrario no sería vida. Si cumples tus objetivos con facilidad ¿entonces qué caso tendría que luches por ellos? ¿Qué caso tendría el gozo de tu recompensa? Ninguno.

—Pero a veces me da miedo.

—El miedo es temporal, pero el arrepentimiento siempre va a estar —Jamás pensé que Rachel podía llegar a ser así de profunda al dar consejos—. Pelea, arriesga y gana. Solo así disfrutarás el premio, Jane.

⁕⁎⁕

No fue raro para mí que Blake no fuese a visitar a su abuelo Albert. Esta vez no había nadie de la familia mientras yo trabajaba. Solo estuvimos el señor Albert y yo.

La semana siguiente esperé encontrarme con Blake en el trabajo, pero eso nunca pasó. Había un muchacho afroamericano con lentes que usaba nuestro uniforme y se encontraba acomodando las cartas de la mesa. Miré a Rachel quien fumaba un cigarrillo recargando su cuerpo en la esquina de la puerta de afuera de la pastelería. Ella me devolvió la mirada y dio una calada más al cigarrillo, molesta y fastidiada. Cuando me acerqué lo suficiente para que aquel chico me notase, habló:

—¿Qué tal? Mi nombre es Devon. Soy el nuevo.

—Jane —Dejó de estrechar mi mano y regresó a lo que hacía—. No sabía que había vacantes disponibles.

—No las había hasta ayer que Blake renunció —respondió Raquel detrás de mí. Las astillas que mi corazón maltrecho tenía comenzaron a crear un agujero dentro de mi pecho que me fue imposible detener—. Devon era mi segunda opción como empleado cuando hice las entrevistas, ahora que Blake ya no está lo he contratado.

No pude evitar seguirla a su oficina.

—¿Por qué renunciaría Blake? Estaba tan bien con nosotros.

—¿Con nosotros o contigo?

Me quedé helada. Raquel podía ser muy accesible en ciertas ocasiones, pero había otras en las que hasta al mismo Steve, su esposo, le aterraba por la reacción desaprobadora que Raquel podía tener al respecto.

—Sabes perfectamente que las relaciones entre el personal de trabajo están prohibidas, Jane. Fue la primera regla que te dije cuando llegaste aquí.

—Lo sé, lo sé, pero Blake y yo no teníamos una relación…

—Puede que no esté aquí suficiente tiempo, pero a mí nada se me escapa, mucho menos cuando se trata de ti y de tu hermano. Sé que conocías a Blake mucho antes de que se presentara en la pastelería y también sé el amor que sientes por él.




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