La Última Flor Para El Invierno

TREINTA Y SIETE

BLAKE FLAUBERT

Nunca me di cuenta de lo mucho que me gustan los abrazos. Creo que, hasta cierto punto, prefiero ser abrazado a que me digan cuánto se supone que me aman. Un abrazo de las personas correctas es más sincero y sanador que cualquier otra cosa. Es como un par de gasas o curitas, es la manta que necesitas que te proteja y es ese susurro que necesitas para que todo esté bien.

Sus brazos eran lo único que necesitaba para calmar los latidos de mi corazón. Era incomprensible lo maleable que era yo cuando ella estaba cerca. Sus caricias me decían: “Estoy aquí.” Todo en ella me decía: “Puedes confiar en mí.”

Daba miedo, pero no tanto como lo que vi. Los abrazos y palabras de ánimo que Dee me daba no eran suficientes para que aquella escena se borrara de mi mente. Era como si la estuviese reviviendo una y otra vez sin posibilidad de detenerse. Allison con las manos atadas a la mesa de carpintería y con una franela negra sobre su boca para que no hablase. Allison llorando con desesperación mientras estaba encima de un charco de sangre.

—Deberías ir a cambiarte.

Logré golpear solo a uno de los bastardos. Quise darle una buena paliza, pero los sollozos de mi hermana eran más escandalosos que mi furia. Tuvimos suerte de que Andrew pasara por nuestra calle junto a Grace. Su cita del cine se arruinó para llevarnos al hospital. La doctora que nos atendió la última vez logró reconocernos y sin dudarlo decidió atender a mi hermana en cuanto nos observó. Ya ha pasado una hora desde que se llevaron a Allison y desde que James llamó a mis padres para avisarles lo que había ocurrido.

—Si dicen algo de Allison, nosotros te llamamos.

—Es mi hermana la que está allá adentro. No voy a irme de aquí, James.

—Estás manchado de sangre y las cicatrices que tienes hacen que se malentienda la situación —dijo Lillian—. Todo el mundo te está observando.

—Me importa una mierda el mundo. No voy a irme de aquí.

—Blake, tienen razón. Deberías ir a cambiarte de ropa, así te deshaces del mal momento un rato.

—Déjalo, Jane. No hará caso —Kyle se quitó la playera negra que usaba y me la dio—. Usa esta.

Vi a una de las enfermeras del hospital salir a la sala de espera y mirar la tabla con papeles que tenía en las manos para después gritar el nombre de mi hermana.

—Yo. Soy su hermano.

Analizó a mis amigos y Dee después a mí. Sus ojos me pedían una explicación.

—Son nuestros amigos. Dígame, ¿qué le sucedió? ¿Cómo está?

—¿Alguno de ellos era el padre?

—¿Disculpe?

—¿Alguno de sus amigos era el padre del bebé?

—No… No estoy entendiendo. ¿De qué está hablando?

—La señorita Flaubert tenía dos meses de embarazo. El sangrado, los cólicos y los terribles dolores de espalda que presentaba su hermana eran síntomas de que sufría un aborto espontáneo —Todo se nubló a mi alrededor. No podía escuchar a nadie. Mi entorno se había apagado de repente—. ¿No sabías que tu hermana estaba embarazada? ¿Tus padres lo sabían? ¿Cuál es tu nombre, muchacho?

—Quiero verla. ¿Podría llevarme con mi hermana, por favor?

—No creo que quiera recibir visitas.

—Por favor, enfermera —Supliqué—. Necesito verla.

—La doctora Ruiz sigue examinándola y, como ya dije, no…

—Sus padres llegarán en dos horas más, así que por ahora solo se tienen a ellos mismos —interrumpió Andrew—. No sé si tenga hermanos, pero debería ponerse en su lugar. Lo único que Blake quiere es ver a su única hermana y estoy jodidamente seguro de que ella también necesita verlo por más destrozada que esté ahora mismo. Tenga un poco de corazón.

La enfermera miró a Andrew y después a mí repetidas veces, luego exhaló con fuerza.

—Habitación 28, piso 2.

—Gracias.

⁕⁎⁕

La doctora Ruiz me pidió que fuera paciente al tratar a Allison de ahora en adelante. Dijo que entiende el dolor no solo físico, si no también emocional por el que mi hermana está pasando. Cuando entré, ella cerró los ojos y miró hacia otro lado, pude ver que sus manos estrujaban con fuerza las sabanas de la cama en la que reposaba. Tenía tantas cosas que decir, pero no hablé. De mí no salió absolutamente nada.

—No digas nada.

Se mordía los labios con fuerza para no derramar ninguna lágrima. Allison siempre había sido la más fuerte de los dos. Si yo lloraba, ella se enfurecía. Si a mí me insultaban, ella los golpeaba. Si era castigado, ella hacía lo posible para recibir el mismo castigo. Si yo averiaba la caja musical de mamá, ella se echaba la culpa. Sin embargo, justo ahora, no había nada que hacer. No había visto llorar a Allison desde el funeral de Julie. Ni siquiera cuando terminó con su último novio. Mi hermana no lloraba sin una verdadera razón que la lastimara.

—Solo pasó, ¿de acuerdo? No lo planeaba, creo que nadie a mi edad planea estas cosas. Tenía miedo, Blake.

Conectó su mirada con la mía por un segundo y luego la bajó hacia sus manos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.