La Última Flor Para El Invierno

CUARENTA

JANE DEE

Raquel ha estado empacando todas las cosas que puede llevar la cajuela de su auto mientras Steve se encarga de arreglar la mudanza para los muebles y cualquier cosa que no pueda ser transportada a Canadá por ellos mismos. Tim está de vacaciones por Navidad, así que siempre está buscando en qué ayudar para la mudanza. Mi relación con mi hermano ha estado en la cuerda floja desde esa noche en la que nuestro padre nos echó de su casa; hasta ahora, no ha habido noticias de él ni de Minnie. De hecho, antes del trabajo, fui a su casa con el destello de esperanza de encontrarlo ahí, pero simplemente no estaba en casa. Quería hablar con él respecto a nuestra custodia. Quería decirle que no debía preocuparse por nosotros, si es que alguna vez lo hizo, porque estaríamos bien con una pareja que realmente se amaba y que nos apreciaba a pesar de no compartir ni una gota de sangre.

Claro que esas palabras solo fueron pensamientos porque no he visto a Dominic. 

—¿Qué les gusta hacer a los golfistas cuando es Navidad? Supongo que algo de personas con billete. Dime que tu padre al menos celebra Navidad con ustedes.

Tal vez era la época, pero veía a Rachel más animada de lo normal. La Jane de hace un mes estaría compartiendo la misma emoción que ella aun sabiendo que en realidad la Navidad no era muy feliz viviendo en un techo en el cual apenas y eras importante, sin embargo, la Jane de hoy en día ya no sabe cómo reaccionar. No sabe controlar las emociones que por más que se esfuerce en ocultar, su rostro delata por completo. Así como ayer con Blake. Todo lo que me dijo, lo que me contó y lo que me preguntó me hacían sentir mucho peor. Blake no sabe nada y Rachel tampoco. Me estaba escondiendo y estaba siendo deshonesta con las únicas dos personas que me han apoyado y amado incondicionalmente. Estaba siendo una mentirosa con los únicos amigos que he tenido por amor a mi hermano menor. Y hasta cierto punto, creía que era lo correcto.

—Papá siempre compra un árbol grande y frondoso para decorar gracias a Minnie. Ella adora Navidad.

—Deberían colgar calcetines en sus escaleras. Mi madre nos tejió a mi hermana y a mí un par que eran exclusivamente para Navidad —Sonrió—. Recuerdo que mi padre siempre se burlaba de nosotras porque nos peleábamos por saber quién tendría más golosinas en su calcetín navideño. 

—Suena a que la Navidad en tu casa siempre fue linda.

—Lo era, pero cuando se fue mamá era muy difícil —La mirada de Rachel se apagó un instante—, pero nos recuperamos. Nos tardamos un poco, pero lo hicimos.

Ahora había orgullo en su mirada y me sonreía. Bajó la mirada y la alzó cuando me mostró un par de calcetines rojos tejidos a mano con mis iniciales y las de mi hermano en blanco. 

—No soy tan buena como mi mamá, pero la intención es lo que cuenta, ¿no?

—Ray…

—Uno para ti y otro para Tim. Dale la vuelta al tuyo.

Tal vez estaba muy sensible últimamente, pero las lágrimas que retenían mis ojos eran más de felicidad y emoción que de cualquier otra emoción negativa. Eran demasiados sentimientos encontrados. Admiré el calcetín con mis iniciales al frente y una frase tejida en manuscrita en la parte trasera con una sonrisa enorme que hacía que mis mejillas dolieran. Alcé la mirada hacia Rachel y noté que ella estaba igual. Sus ojos café claro estaban brillosos por sus lágrimas.

Mi mejor amiga es igual a un girasol

—Te voy a extrañar mucho cuando te vayas con Raquel y Steve.

—Aún no decido si irme o no.

—Ya sé, J.

Me sonrió una vez más y entonces me abrazó fuertemente.

—No es tiempo para llorar, los clientes nos miran —dijo luego de limpiarse las lágrimas con la yema de sus dedos.

—Gracias, Rachel. De verdad.

Se marchó para atender al grupo de personas que acababa de llegar a la pastelería. Un segundo después la campana de la entrada volvió a tintinear. Alcé la mirada para saludar y fue entonces que me congelé. 

Tenía ojeras y se notaba cansada. Siempre la había visto bien arreglada y ahora solo usaba pantalones holgados y un suéter negro de lana. 

No la había ido a visitar por el temor que le tenía a mi comportamiento si la tenía frente a mí justo como está pasando en este momento.

—Allison, ¿qué haces aquí? ¿Cómo has estado?

Intenté mantener la compostura y me deshice del nudo que se había formado en mi garganta.

—Vine a comprar una rebanada de pastel de durazno. Papá dice que me aliviará los nervios.

—¿Vienes con él?

—Está esperando afuera —Señaló el auto rojo estacionado del otro lado de la calle—. Mamá también vino.

Mi estómago se sintió en una montaña rusa. Esperaba que dijera que Blake también había venido, pero no fue así, solo se quedó en silencio. Tomé la pala para pasteles y corté la rebanada de durazno. 

—No se lo dijiste, ¿verdad?

La rebanada de pastel casi se cae al suelo.

—Con razón regresó a casa tan feliz.




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