La noche había caído con rapidez, y el cielo estaba cubierto de nubes oscuras que prometían más lluvia. Alex se encontraba nuevamente frente al sanatorio de Blackwood, sintiendo una mezcla de determinación y aprensión. La conversación en la cafetería lo había dejado con más preguntas que respuestas, pero su curiosidad lo mantenía en marcha. No podía permitir que el miedo lo detuviera ahora.
Armado con la linterna, su cámara y una mochila llena de equipos, Alex se dirigió hacia la entrada principal del sanatorio. Esta vez, sin embargo, decidió explorar una parte del edificio que no había revisado anteriormente: la ala oeste, que había permanecido sellada durante su primera visita. La sensación de que algo oscuro y desconocido lo aguardaba en esa sección era casi palpable.
Abrió la puerta de metal que daba a la ala oeste con un esfuerzo considerable, y el interior se reveló en la penumbra. A diferencia del resto del edificio, esta área estaba relativamente intacta, aunque el polvo acumulado y la falta de mantenimiento eran evidentes. Las paredes estaban adornadas con viejas pinturas enmarcadas, pero las imágenes eran borrosas y las figuras apenas reconocibles. El aire estaba cargado con un olor a humedad y descomposición.
Mientras exploraba, Alex notó un pasillo que se bifurcaba en varias direcciones. Decidió seguir el camino de la izquierda, que parecía llevar a una serie de oficinas o salas de tratamiento. Cada habitación estaba equipada con muebles antiguos, camillas y equipos médicos que ahora estaban cubiertos de polvo y telarañas.
En una de las salas, Alex encontró un archivo empotrado en la pared, parcialmente desmoronado. Con cuidado, lo abrió y descubrió una serie de documentos y fotos desordenadas. Entre ellos había un diario de cuero desgastado. Con una mezcla de emoción y nerviosismo, comenzó a leer las páginas, que estaban escritas con una caligrafía temblorosa pero legible.
El diario parecía pertenecer a uno de los antiguos médicos del sanatorio, y describía experimentos y tratamientos que se habían realizado en los pacientes. A medida que Alex leía, se daba cuenta de que muchas de las prácticas descritas eran extremadamente inusuales y a menudo crueles. La preocupación del médico por los efectos secundarios y la desesperación por encontrar una solución a los problemas de sus pacientes eran evidentes, pero las descripciones de los experimentos eran perturbadoras.
De repente, un sonido seco y fuerte rompió el silencio, como si algo hubiera caído en el piso superior. Alex se quedó inmóvil, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. La sensación de ser observado volvió a apoderarse de él, y una parte de su mente le decía que debía abandonar el lugar. Sin embargo, la otra parte, la que anhelaba respuestas, lo impulsaba a seguir adelante.
Subió las escaleras hacia el piso superior, siguiendo el sonido hasta un área que parecía haber sido una sala de descanso o una oficina. El lugar estaba en ruinas, con muebles volcados y papeles esparcidos por el suelo. Sin embargo, lo que captó su atención fue una figura en el rincón de la habitación: un viejo sillón con una manta arrugada sobre él.
Alex se acercó al sillón, y al levantar la manta, encontró una caja de madera oculta debajo. La caja estaba cerrada con un candado oxidado, pero parecía bastante antigua. Con cuidado, la sacó del rincón y comenzó a buscar algo que pudiera usar para abrir el candado. En la oficina, encontró una herramienta improvisada entre los escombros y logró abrir la caja.
Dentro, descubrió una serie de objetos que parecían pertenecer a los pacientes del sanatorio: relojes, fotografías y pequeños recuerdos personales. Pero lo más sorprendente fue un pequeño cuaderno encuadernado en cuero con el nombre "Alexander" inscrito en la portada. Al abrirlo, encontró anotaciones y garabatos que hablaban de experimentos y observaciones sobre la mente humana. Las páginas estaban llenas de diagramas y descripciones de procedimientos que, aunque incompletos, revelaban una obsesión con los límites de la mente.
Una de las últimas páginas contenía una entrada escrita con una urgencia creciente:
“He llegado a un punto en el que los límites de la mente se difuminan. Las sesiones más recientes han mostrado resultados inquietantes. Algunos pacientes parecen estar conectados de una manera que desafía toda explicación. ¿Es posible que el sanatorio esté construido sobre algo más que un simple edificio? Las sombras de este lugar parecen tener vida propia.”
Alex sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras leía las palabras. La conexión entre su nombre y el sanatorio se hacía cada vez más evidente, y la posibilidad de que el lugar estuviera relacionado con experimentos mentales lo aterrorizaba.
De repente, el sonido de pasos en el pasillo lo hizo saltar. Alex guardó rápidamente el cuaderno en su mochila y se preparó para salir, pero antes de que pudiera hacerlo, la luz de su linterna parpadeó y se apagó. La oscuridad en la habitación se volvió impenetrable, y el pánico comenzó a apoderarse de él.
El sonido de los pasos se acercaba cada vez más. Alex respiraba con dificultad, tratando de orientarse en la oscuridad. Con su cámara en mano, usó el flash para iluminar brevemente la habitación, revelando figuras difusas en las sombras. La sensación de estar rodeado de presencias invisibles era casi abrumadora.
Decidió que era hora de irse, y con un último vistazo a la habitación, se apresuró a salir del sanatorio. El aire fresco de la noche le dio un respiro de alivio, pero la sensación de inquietud no lo abandonaba. Mientras caminaba hacia su coche, sabía que la verdad sobre el sanatorio de Blackwood era más compleja y peligrosa de lo que había imaginado. Y aunque estaba más cerca de descubrir los secretos del lugar, también sabía que su búsqueda apenas comenzaba.
Editado: 13.08.2024