La última hechicera

Sombras en el Bosque

El resplandor azul y morado que envolvía las manos de Alina iluminaba tenuemente el camino mientras avanzaban juntos entre los árboles, cuyos troncos antiguos parecían susurrar historias olvidadas. El aire estaba cargado de una energía densa, como si la tierra misma contuviera el aliento, esperando.

Eiran apretó suavemente su mano y susurró:

—El enemigo no solo ha regresado, ha corrompido el corazón del bosque. Lo que una vez fue vida ahora se retuerce en sombras.

Un susurro inquietante recorrió el viento, seguido por un aullido distante que heló la sangre de Alina. De entre la penumbra emergieron figuras torcidas, sombras que parecían retazos de oscuridad con ojos ardientes.

—Debemos protegernos —dijo Eiran, su voz firme y serena—. Confía en tu poder, Alina.

Sin dudar, ella sintió cómo la magia crecía en su interior, un fuego vivo que reclamaba espacio. Sus manos brillaron con una fuerza renovada, y de sus dedos brotaron destellos que formaron un escudo de luz entre ellos y las sombras.

Los ojos del guardián se encontraron con los de ella, y en ese instante supieron que la batalla por el renacer de la magia había comenzado.




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