La última hechicera

El Eco de la Oscuridad

El viento cambió... Donde antes había calma, ahora soplaba una brisa helada que erizaba la piel y apagaba las voces del bosque. Incluso los árboles parecieron inclinarse, temerosos. Alina se puso de pie, aún temblando por la visión, mientras Eiran entrecerraba los ojos.

—No estamos solos —murmuró él.

Desde el borde del claro, surgió una figura envuelta en una capa negra, desgarrada por los años y por la magia corrupta. Sus ojos brillaban con un tono carmesí, y su presencia parecía drenar el color del aire.

—Así que… la llama vuelve a arder —dijo, con una voz que era más susurro que palabra—. Qué decepcionante.

Alina sintió cómo su magia respondía, un impulso defensivo que ardía en sus venas. Eiran dio un paso adelante, protegiéndola instintivamente.

—No es tu momento —dijo Eiran con firmeza—. Aún no.

El extraño sonrió, una mueca rota y sin alegría.—Todo momento me pertenece. Yo soy la sombra que su linaje dejó atrás, y he venido a reclamar lo que me corresponde—.

Con un gesto sutil, lanzó una oleada oscura que quebró los árboles cercanos. Alina, sin pensarlo, alzó la mano, y la llama en su interior rugió. La magia brotó con una fuerza que apenas podía controlar, formando una barrera luminosa que detuvo el ataque justo a tiempo.

El choque de poderes sacudió el claro. Pájaros huyeron. Las hojas se prendieron en llamas moradas, cuando la luz se disipó, la figura ya no estaba.Sólo quedaba una marca negra en el suelo… y una advertencia silenciosa.

—Ese era un heraldo —dijo Eiran, la mandíbula tensa—. El enemigo sabe que has despertado.

Alina bajó la vista hacia sus manos aún temblorosas, envueltas en humo y magia.—Entonces que venga —susurró—. Ya no tengo miedo.




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