El claro se había quedado en silencio, pero no era paz… era una tregua.Alina respiraba con dificultad, no por el esfuerzo mágico, sino por lo que acababa de sentir. Aquella sombra no era un simple emisario. Había algo familiar en su presencia, una energía oscura que se le pegó a la piel como ceniza.
—¿Qué quiso decir con "la sombra que su linaje dejó atrás"? —preguntó, su voz apenas audible.
Eiran se giró hacia ella con una expresión que mezclaba cautela y pesar.—Hay cosas de tu historia que aún no conoces, Alina. Secretos enterrados para protegerte... o quizás para proteger a los demás de ti.
Ella lo miró, dolida.—¿También tú me ocultas cosas?
Eiran bajó la mirada, asintiendo lentamente.—No por desconfianza. Sino por respeto. La magia no siempre responde con claridad a quienes no están listos. Pero después de lo que ocurrió hoy… ya no hay vuelta atrás.
El cielo comenzaba a oscurecerse de nuevo, aunque aún era de día. Las nubes que se formaban no eran naturales; llevaban una carga de energía mágica que hacía vibrar el suelo bajo sus pies.
—Debemos ir al Bastión —dijo Eiran de pronto—. Es el último refugio de los antiguos. Allí quizás encuentres las respuestas que mereces… y el poder que necesitarás.
Alina asintió. Su pecho seguía latiendo con fuerza, pero ya no por miedo.—Entonces llévame. Si el pasado quiere alcanzarme, que me encuentre de frente.
Mientras abandonaban el claro, la piedra mágica del centro brilló una vez más, como si despidiera a la hechicera que el mundo había estado esperando… durante siglos.