La última hechicera

La emboscada de los heraldos

Mientras avanzaban entre las ruinas flotantes, la niebla comenzó a espesarse, envolviendo cada piedra en un manto espectral. Alina sentía la magia del lugar vibrar en sus venas, pero también la sombra de la amenaza que se acercaba.

—Eiran, ¿los Heraldos vendrán a por nosotros? —preguntó con voz baja.

Él asintió, su mirada fija en la oscuridad creciente entre los escombros.—Son pacientes y letales. Pero no serán ellos quienes den el primer golpe esta vez.

De repente, un grupo de figuras emergió de entre la niebla: guerreros encapuchados con armaduras negras y símbolos rojos grabados en sus pechos. Sus ojos brillaban con un fuego siniestro, y portaban armas forjadas en la oscuridad.

—Alina —dijo uno, su voz resonando como un eco funesto—. La última hechicera no puede esconderse el linaje debe ser reclamado.

Alina sintió un frío recorrer su espina dorsal, pero también una llama encenderse en su interior. Sin dudar alzó las manos y una barrera de luz surgió a su alrededor. Eiran sacó su espada dorada y avanzó, listo para protegerla.

La batalla comenzaba.




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