La última hechicera

Llamas y Sombras

Las espadas negras chocaron contra la barrera luminosa que Alina había creado, haciendo vibrar el aire con chispas de energía. Los Heraldos atacaban con precisión y sincronía, pero la magia de Alina crecía con cada embestida.

Eiran luchaba con destreza, su espada dorada brillando como un sol en medio de la oscuridad. Juntos, eran un faro contra la tormenta. Pero la presión aumentaba uno de los Heraldos logró romper la barrera momentáneamente y avanzó hacia Alina con una daga envenenada.

Justo cuando parecía que todo estaba perdido, un rugido retumbó en el cielo. Desde las alturas descendió una figura envuelta en plumas negras y fuego azul Con un grito feroz, lanzó una lanza de luz que atravesó al Heraldo, obligando a los demás a retroceder.

—No dejaré que lastimen a la última hechicera —dijo el recién llegado, aterrizando con gracia—. Soy Kaelen, guardián de las llamas antiguas.

Alina lo miró, sorprendida pero agradecida.—Entonces no estoy sola.

Eiran sonrió, renovado.—Con Kaelen de nuestro lado, la esperanza renace.

La batalla se pausó, pero sabían que la guerra apenas comenzaba.




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