La última hechicera

Ojos en la Sombra

Mientras Alina entonaba la antigua canción la sombra que había cruzado el claro se posó en lo alto de una colina cercana, oculta entre las rocas y la niebla. Un hombre de porte oscuro, con una capa que parecía absorber la luz, observaba con atención. Sus ojos eran de un verde intenso, casi hipnótico, y en sus manos giraba una esfera de energía oscura, chispeante y viva.

—La última hechicera se fortalece —murmuró—. Pero no sabe lo que realmente le espera.

Desde las profundidades del bosque, un susurro se alzó, como un llamado ancestral.—No debemos permitir que el fuego renazca —dijo la voz, fría y decidida—. La Ruptura debe permanecer.

El hombre asintió.—Muy pronto, hará su jugada. Y cuando lo haga, ni Eiran ni Kaelen podrán protegerla.

En el claro, Alina sintió un escalofrío recorrer su espalda, como si una presencia invisible la estuviera observando.—¿Quién está ahí? —preguntó, sin poder ocultar el miedo.

Pero la respuesta fue el silencio.

Solo el viento y las llamas que seguían danzando en sus manos.

La batalla por el alma de la magia estaba lejos de terminar. Y las verdaderas sombras aún estaban por despertar.




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