Alina cerró los ojos, intentando calmar el latido acelerado de su corazón. La presencia invisible aún parecía rozar su piel, como un aliento helado que no podía apartar.
—No estás sola —dijo Eiran, acercándose—. Pero quien te observa… no es un enemigo común.
Kaelen frunció el ceño, sus ojos fijos en la oscuridad del bosque.—Es alguien que conoce bien tu linaje… y tus secretos.
De repente, una figura emergió lentamente de entre los árboles. No llevaba armas visibles, pero sus movimientos eran sigilosos y su aura emanaba un poder inquietante.
—Alina —susurró la figura, con voz baja y familiar—. El tiempo no perdona a quienes eligen el fuego.
Alina dio un paso atrás, reconociendo la voz.—¿Quién eres? —preguntó con cautela.
—alguien que podría cambiar tu destino… o destruirlo.
Las llamas en las manos de Alina crepitaban con fuerza, como si sintieran el peligro que se avecinaba.
—Debes decidir pronto —añadió la figura—. Porque la sombra más oscura está a punto de caer.
Antes de que Alina pudiera responder, la figura se desvaneció en la bruma, dejando tras de sí una sensación de urgencia y temor. Eiran y Kaelen intercambiaron miradas preocupadas.
—Esto apenas comienza —dijo Eiran—. Y la oscuridad no perdona.