Los días siguientes se convirtieron en un torbellino de esfuerzo y aprendizaje. Kaelen y Eiran guiaban a Alina en ejercicios de control, resistencia y conexión con la magia que ahora era un fuego danzante dentro de ella.
—Recuerda —decía Kaelen—, la fuerza sin control es destrucción.
Una tarde, mientras practicaba una forma avanzada de canalización de energía, un suave sonido interrumpió el entrenamiento. Desde el bosque emergió una figura ligera y ágil, envuelta en telas verdes y con ojos vivaces que brillaban con inteligencia.
—Saludos, portadora de la llama —dijo con una sonrisa—. Soy Lyra, mensajera de los antiguos pactos.
Alina se detuvo, sorprendida, pero intrigada.—¿Antiguos pactos?
Lyra asintió.—Hace tiempo, diversas fuerzas acordaron proteger el equilibrio entre magia y mundo. He venido a ofrecerte ayuda… pero también advertirte.
Eiran frunció el ceño.—¿De qué naturaleza es esa advertencia?
Lyra bajó la voz.—El enemigo crece, y no está solo. Nuevas fuerzas oscuras buscan aprovechar la Ruptura para sus propios fines.
Alina sintió que el peso del destino se hacía aún más pesado.—Entonces no hay tiempo que perder.
Con la llegada de Lyra, la última hechicera sabía que su viaje apenas comenzaba… y que, para salvar el mundo, necesitaría más que poder. Necesitaría aliados.