La última hechicera

Ecos en la Oscuridad

El Valle de las Sombras no hacía honor solo a su nombre, lo encarnaba. Una neblina espesa reptaba entre los árboles retorcidos, y un silencio antinatural lo cubría todo, como si el bosque contuviera la respiración.

—¿Lo sienten? —susurró Kaelen, alzando una mano. El aire vibraba, cargado de una tensión invisible.

Alina entrecerró los ojos, la magia en ese lugar era distinta no era solo oscuridad… era magia corrompida, dolía le rozaba la piel como agujas heladas.

—Está viva —murmuró—. Esta energía… nos observa.

Lyra sacó un cristal azul pálido y lo sostuvo al frente. El brillo habitual del artefacto titiló… luego se apagó por completo.—Esto no es normal —dijo con voz quebrada—. Ni siquiera los hechizos de detección funcionan aquí.

Eiran desenvainó su espada lentamente. El sonido metálico pareció retumbar como un trueno en la quietud.—Están cerca —dijo—. No los vemos, pero ellos a nosotros sí.

En ese instante, una figura emergió entre la bruma: alta, cubierta por una capa negra con bordes carmesí. Sus ojos brillaban con una luz ámbar antinatural. Alina dio un paso al frente, el corazón latiendo como un tambor.—¿Quién eres?

La figura sonrió, una mueca que parecía tallada en sombra.—Soy el heraldo de lo que viene… Y tú, hechicera, eres la llave que despertará la Ruptura definitiva.




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