El aire se volvió más denso, como si cada partícula estuviera empapada de miedo. Alina sintió cómo su magia se agitaba dentro de ella, respondiendo a la presencia de aquel ser.
—¿La llave? —repitió—. ¿Qué significa eso?
La figura dio un paso adelante, y donde su pie tocaba el suelo, la hierba se marchitaba al instante.—Tú llevas el eco del Primer Pacto. Tu sangre es antigua, más de lo que comprendes. Y la profecía… no es lo que te contaron.
Kaelen se interpuso entre Alina y el heraldo, su espada envuelta en un leve fulgor azul.—No darás un paso más.
Pero el ser ni siquiera se inmutó.—No he venido a luchar, aún no. Solo a advertirles: el Valle está despertando. Y con él… los sellos se debilitan. Pronto, lo que duerme bajo estas raíces volverá a caminar.
Alina sintió un estremecimiento recorrer su columna era como si algo en su interior reaccionara a esas palabras como si una voz olvidada la llamara desde lo profundo de la tierra.—¿Qué está sellado aquí? —preguntó, con voz firme pero temblorosa.
La figura giró lentamente, comenzando a desvanecerse en la bruma.—No lo preguntas como una ignorante… sino como alguien que empieza a recordar.
Y con eso, se deshizo en sombras. Durante varios segundos, nadie habló. Solo el viento, ahora más gélido, susurraba entre los árboles.
Eiran apretó los puños.—Tenemos que encontrar ese sello. Y asegurarnos de que no se rompa.
Lyra asintió, pero su expresión era sombría.—O al menos... entender por qué Alina está conectada a él.