Camino por el bosque. Veo a un espíritu y a un alma caminar de la mano, se ven muy unidos.
Su lazo se ve muy fuerte. Veo cómo el espíritu mira a su alma con amor.
Los ojos son la ventana del alma, y los de ellos solo demuestran que, no importa cuántas veces la oscuridad los quiera separar, siempre encontrarán la forma de estar juntos.
Sonrío y camino lejos de ellos.
A diferencia de ellos, yo no soy un espíritu ni un alma.
Nadie sabe lo que soy, ni siquiera yo misma lo sé.
Mi nombre es Valhrys. Nadie me lo puso, yo misma me lo nombré.
Y nadie sabe que existo. Me ven como una de ellos, pero no lo soy.
Mi destino solo lo sabe el mismo destino, pero él y yo no somos muy unidos.
Camino por las montañas buscando paz. Miro el reino dorado desde lo alto.
Llego a la cima de esta montaña y veo un árbol gigante. Sus hojas son doradas y su energía desprende un aura misteriosa y oscura.
Mi deber es que nadie le haga daño, porque si eso llega a suceder, el mismo causante puede ser consumido por la oscuridad.
El Reino Dorado no todo es amor y unión.
Cada día, la oscuridad y la luz se enfrentan en él mientras un destino incierto y sombrío acecha.
🪷🪷🪷🪷
Sonrío cuando veo desde la cima de la montaña al pueblo: sus luces y su gente bailando unidos en una armonía, volviéndose uno solo. Las almas y los espíritus fueron hechos para guiarse el uno al otro.
Veo a la dulce pareja bailar y mirarse con amor. Es la misma pareja que estaba en el bosque.
—Se ven tan lindos que creo que un poco más y voy a vomitar un arcoíris —escucho decir a mi lado. Es la voz de un chico.
Y no es nada más y nada menos que el destino.
—No los vayas a separar —le digo, y él solo mira a la pareja tranquilamente.
—Yo no puedo intervenir, Valhrys, guardiana del árbol misterioso —lo escucho decir y ruedo los ojos.
—Solo lo haces por tu conveniencia.
—Eso no es cierto.
—Es verdad, y si te duele, ve a curarte —digo mientras me cruzo de brazos.
—Valhrys, ¿te acuerdas cuando me conociste por primera vez? —dice, y yo lo miro mientras levanto una ceja—. Los viejos tiempos no se olvidan tan fácil, ¿no lo crees?
Lo dice mientras coloca su brazo sobre mis hombros y se acerca a mi rostro.
—Estás demasiado cerca —digo, mirándolo fijamente, y él sonríe.
Me acerco a él tanto que nuestras respiraciones se mezclan. Él borra su sonrisa y se aleja rápidamente.
—¡Oye! —dice, mientras carraspea.
—No juegues con fuego si te da miedo quemarte —le digo y le golpeo el hombro. Él se lleva la mano a donde lo golpeé.
—Eso dolió.
Dice el destino, mirándome.
—Así se sienten ellos cuando tú no haces nada para ayudarlos.
Digo y me levanto, sacudiéndome el polvo de mi vestido amarillo.
—Sabes que no es mi culpa, ¿verdad? A veces solo sucede y ya —dice mientras se levanta y se acerca a mí—. Pero te diré con quién sí puedo intervenir, Valhrys.
Lo miro con curiosidad y me acerco a él, tomándolo del brazo.
—Dime con quién sí lo puedes hacer.
Le digo mientras sonrío, y él me toma del rostro.
—Contigo —dice, y se acerca a mí haciendo que nuestras respiraciones se mezclen—. Contigo sí puedo intervenir.
Lo dice y me besa.
Sorprendida, lo alejo y él me mira.
—¿Qué? —dice y me mira riendo—. No me digas que le tienes miedo a quemarte.
Lo dice con burla y me enojo.
—Eres un… —me interrumpe.
—Idiota… no, eso no —dice él mientras hace como si estuviera pensando—. Ya sé, un imbécil o…
Lo interrumpo.
—¡Ya cállate! —digo y lo tomo del rostro y lo beso.
Lo alejo rápidamente y camino al bosque como si nada.
—¡Oye! ¿Por qué me dejas así? —dice él, y yo volteo.
—Tú empezaste, ahora no lloriquees —digo mientras corro al bosque cuando veo que corre hacia mí, riendo.
—¡Te voy a alcanzar, Valhrys!
—¡A ver si lo logras!
Digo gritando y corro lo más que puedo para que no me alcance.
🪷🪷🪷🪷🪷🪷