El bosque del Reino Dorado tenía un secreto que sus habitantes desconocían. Un secreto que no debería ser descubierto jamás, porque podría traer oscuridad al reino.
El guardián o guardiana que lo protegía tenía una sola tarea: no dejar que ninguna alma o espíritu lo descubriera.
Pero la tarea era muy difícil, porque el secreto encontraba la forma de salir a la luz.
Atormentaba a los habitantes, colándose en sus sueños y susurrándoles.
Solo algunos habitantes no escuchaban los susurros, pero si llegaban a sentirse rotos, solo con eso bastaba para atormentarlos.
No eran simples susurros; eran de esos que te atraen a un camino lleno de oscuridad.
Y si este secreto te atrae, lo único que quiere es salir de la prisión en la que está atrapado. Con tan solo una grieta en el árbol dorado, saldrá.
Y acabará con la persona que lo haya dejado escapar.
El guardián o guardiana tiene que proteger este árbol con su vida de ser necesario.
—Valhrys, ¿crees que puedes soportar esta carga? —dice una guardiana dorada.
—Entrené toda mi vida para esto —dice Valhrys, mirando a la guardiana dorada con determinación—. No me rendiré ahora que lo he logrado.
Sin bajar la mirada, asiente a la guardiana.
—Sí puedo soportar esta carga. De esto se trata ser un guardián.
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