Y cuando las llamas del amor vuelvan a estar encendidas, no temas a quemarte, ya que estas están hechas para no lastimarte. Sino que fueron creadas del amor que tenemos. Ya que sin importar que ya no estés, las cenizas de las llamas siempre estarán a la espera de tu regreso, mi guardiana…
Camino por las calles del reino de los espíritus... el Reino de Elysia.
Esa pequeña bebé se ha vuelto una líder y protectora del reino.
Sonrío y miro al cielo. Alara estará orgullosa de la persona en la que te has vuelto.
Todos preguntarán tu origen, pero tú no les des importancia a lo que digan los demás, ya que solo hay una persona en este mundo que tiene todas las respuestas y te las dará cuando sea el momento de que las sepas.
—Ella está a salvo y cumplirá todo lo que tenga que cumplir cuando sea el momento correcto… —Susurro para mí mientras camino entre los espíritus.
Sintiendo un calor en el corazón.
"Cómo te extraño, mi pequeña guardiana..."
*******
Veo el castillo ante mis ojos y me adentro en él. Todos están tranquilos y a la vez desesperados por encontrar a los desaparecidos.
Paso desapercibido entre todos y veo cómo aquella bebé que un día vi en la barrera creció y se volvió una mujer que ahora protege a su reino.
Sigo caminando y le paso por un lado.
Cruzamos caminos y, de reojo, veo cómo se queda parada de repente. Se voltea hacia mí. Su mirada la siento como si buscara algo en mi interior. De todos podré pasar desapercibido, pero de esa pequeña que ahora es una adulta nunca lo haré.
Y sin voltear hacia atrás, sigo mi camino. ¿A dónde me dirijo?
Veo una habitación medio abierta y veo a aquella pequeña niña pelirroja que un día cuidé cuando estaba indefensa...
Pero esa es otra historia para contar.
La veo reír con un hombre y veo cómo ella intenta apartarlo, pero le cuesta alejarse de él. Al final, lo abraza y llora en sus brazos.
Bajo la cabeza con un sentimiento de nostalgia. Me recuerda a alguien, a una persona que no creo volver a ver.
Suspiro aliviado de verla que está bien y veo cómo sus ojos se clavan donde estoy.
Un moretón y una cortada en su frente veo en su rostro. Apenas sonríe hacia mí y me guiña un ojo.
Ruedo los ojos y me alejo.
Camino fuera del castillo y me siento en un banco en el jardín, viendo el atardecer en el cielo.
—Fayrha… sé que estás ahí, pero no te mostraré tu destino si me lanzas bolas de fuego —Hablo, mirando a la nada, y veo cómo deshace la bola de fuego y hace un puchero.
—Tenía que intentarlo... —Habla y se sienta a mi lado.
Niego y la miro frunciendo el ceño.
—No tienes remedio.
Respondo y ella ríe.
—¿Recuerdas cuando me ponía a llorar cuando me escondías mis juguetes y te lanzaba bolas de fuego para que me los devolvieras? —Responde Fayrha con una sonrisa muy alegre en su voz, recordando los viejos tiempos.
—Te los tenía que regresar para que no siguieras llorando... —Le contesto, mirando el cielo anaranjado—. Pequeña llorona.
Ella, con una sonrisa en el rostro, me empuja hacia un lado.
—Eso era en el pasado, ya no soy así —Habla y respira calmadamente, cerrando los ojos.
Veo cómo se mece hacia adelante y hacia atrás con una sonrisa en el rostro.
—Cura esas heridas y ten cuidado la próxima vez —Hablo, revolviendo su cabello.
—¡Ey! ¡No toques mi cabello! —Dice alzando un poco la voz mientras rápidamente se lo acomoda.
Tomo su rostro delicadamente y ella cierra los ojos, asustada.
—No va a doler.
Habla y se inquieta.
Ruedo los ojos y coloco mi mano en su frente, donde está el moretón. Curo esas pequeñas heridas de su rostro.
—Ya está —Contesto y ella se aleja mientras se toca el rostro y luego me mira frunciendo el ceño.
—Pero, ¿por qué esta vez no dolió?
Responde y me mira seria.
—Cuando estaba pequeña y me caía, siempre dolía cuando me curabas, y ahora ya no duele.
—A veces nos duelen las heridas cuando nos curamos. Nos arde y duele... Llega un momento en la vida en que nos acostumbramos tanto al dolor que cuando ya nos curamos, no le damos importancia al ardor o al dolor, solo seguimos sin importar que nos duela la herida... —Le contesto y veo que se queda pensando detenidamente.
Asiente mientras se pierde en sus pensamientos y me mira seria.
—No sé si alguna vez te lo dije, pero gracias por rescatarme y salvarme —Contesta Fayrha, mirándome con una sonrisa.
Parece una niña pequeña, nunca deja de sonreír.
—No lo tienes que agradecer. Si lo tuviera que hacer de nuevo, lo haría de nuevo.
Respondo, revolviendo su cabello, y veo cómo sus cachetes se ponen rojos del mismo color de su cabello.
—¡Cuántas veces te diré que...! —Habla Fayrha y suspira buscando calma—, ¡que no toques mi cabello!
Levanta la voz exasperada.
—Lo que digas, zanahoria —Le respondo asintiendo y me levanto.
—¿Ya te vas? —Dice y pone su cara de lado.
—¿Por qué? ¿Ya te vas a poner a llorar, niña? —Le respondo, mirando cómo tiene un puchero y luego lo quita.
—Yo no lloro —Responde y cruza los brazos.
—Para ser una guardiana, eres muy llorona.
Hablo y ella gruñe enojada.
—No es cierto.
El sentimiento de que algo está pasando en el bosque me llama y no tengo que pensar para saber quién es la causante.
—Fayrha, cura las demás heridas y no vuelvas al bosque. Por lo menos estos tres días no te vayas a acercar ni a andar de curiosa, ¿entendido? —Hablo y ella me mira dudosa, pero asiente. Sabe muy bien que no puedo decirle más.
—Como digas —Habla, levantándose del banco y mueve sus manos inquietas—. ¿Todo estará bien?
Asiento y la tomo por los hombros.
—No te preocupes, todo irá bien, pero por ninguna razón vayas al bosque.
Hablo y la abrazo de forma protectora para luego separarme e ir al bosque.