—Lauren, tienes visita —dice Chloe, golpeando ligeramente la reja, captando mi atención al instante.
Asiento ligeramente, me levanto con rapidez y camino hacia ella, donde Chloe ya ha abierto la reja.
Caminamos a paso veloz por el frio y largo pasillo de piedras que conecta con el área de visita y sonrió al instante en que miro a mi mejor amigo esperando en aquella mesa donde nos encontramos siempre que viene a visitarme.
—Que linda te ves hoy —dice, sonriente, levantándose de su lugar.
Le devuelvo el gesto y ambos tomamos asiento, uno delante del otro. Lastimosamente no podemos acercarnos, por que realmente he de admitir que este día en especial tengo ganas de hacerlo.
—Siempre dices eso —le respondo, divertida.
—Porque es verdad.
Ambos soltamos una pequeña risita, divertidos. Por esta y más cosas es que Isaak alegra mis días cada que lo veo. Realmente extraño su compañía.
—¿Estas ansiosa por la noche de hoy? —susurra.
—¡Por supuesto! No me perdería la gran celebración de esta noche —aseguro, sonriente.
Mi corazón late con fuerza de solo pensar en esta noche. La mejor celebración es la de esta maldita noche.
—¿Tienes todo listo? —digo en un susurro, curiosa.
Asiente ligeramente con una sonrisa malvada en su rostro. Justo como pensé.
—De hecho —carraspea y añade—: también ya he conseguido la pieza más difícil.
Muerdo ligeramente mi labio inferior antes de soltar un gran grito de emoción. Temía por que no pudiera conseguirla y todo el plan se echara a perder.
—¡Eres el mejor amigo!
—Por supuesto —dice un poco indignado.
Me mira fijamente y abre ligeramente sus ojos más de lo normal, mira hacia la mesa y levanta ligeramente ambas cejas. Vuelve su mirada hacia mí. Asiento ligeramente captando su mensaje.
—Tienes los cordones de tus zapatos sueltos —anuncia en voz ligeramente alta, mientras una guardia camina hacia nosotros, como de costumbre, para vigilar que nada malo o sospechoso este pasando.
—Gracias, menos mal no me he caído cuando venia hacia acá —le agradezco.
Empujo levemente mi silla hacia atrás y me agacho lo suficiente para poder atar mis cordones sueltos. Miro discretamente a mi alrededor por el rabillo del ojo, asegurándome que nadie me esté mirando fijamente.
Todos parecen muy concentrados como de costumbre en sus propias charlas con su visita, mientras que las guardias miran atentas a quienes platican más animadamente.
Siento una corriente eléctrica de adrenalina cuando hago contacto visual con una de las guardias, muy amiga de Chloe, por cierto. Le dedico una sonrisa exagerada aun atando mis cordones y solo rueda los ojos, para después, mirar hacia otro lado. Es ahora o nunca.
Isaak se mueve ligeramente en su asiento y con uno de sus pies avienta algo que escondía con la suela de sus zapatos. Un pequeño papel seda casi del mismo color grisáceo del piso. Llega hasta donde me encuentro y lo detengo pisándolo ligeramente. Vuelvo a echar un vistazo a mi alrededor y no hay mejor oportunidad que esta de poder tomarlo y guardarlo en uno de los extremos de mi pie.
Me levanto y regreso a mi posición de hace un rato, como estábamos conversando.
—¿La tienes? —pregunta.
Asiento. Relamo mis labios y comienza a hablar de otra cosa, en la que no presto atención por pensar en hoy. Estoy a pocas horas de ser feliz por primera vez en toda mi vida.
(...)
Muevo con nerviosismo mi pierna de arriba abajo casi al ritmo del tintineo de las manecillas del reloj que se encuentra en el pasillo. Es extraño que pueda escuchar ese pequeño sonido cuando el reloj se encuentra al menos a diez celdas de la mía. Nunca lo había escuchado en todo el jodido tiempo que llevo cautiva en este lugar.
No se que hora es exactamente, pero yo supongo que Isaak no tardará en venir por mí. De hecho, supongo que ya está en camino.
—¡Es hora de dormir! —dice una de las guardias.
Perfecto, son las siete en punto. Ahora que lo pienso mejor, es muy temprano para dormir. Cuando era libre, solía dormir, al menos, a la una de la mañana. Esto es absurdo, pero al no hacer tanto que hacer aquí dentro, supongo que es una buena hora.
Las luces se apagan y un escalofrío recorre todo mi cuerpo. Siempre le he tenido miedo a la oscuridad y siempre he dormido con alguna vela encendida —o al menos eso hacia en mi habitación— cuando era libre. Pronto todo cambiara. Parpadeo un par de veces intentando acostumbrar con rapidez mis ojos a la oscuridad.
Pasan solo unos minutos —o eso es lo que creo— y una pequeña piedra golpea con fuerza la reja de mi celda. Doy un pequeño respingo, me levanto con rapidez y me dirijo a la ventana. Doy pequeños saltitos intentando mirar al exterior. Sonrió con malicia cuando miro a Isaak al pie de mi ventana. Lo amo. Es el momento de escapar finalmente de este maldito lugar.
Aliso mi uniforme que consta de un vestido color verde olivo que me llega unos cuantos centímetros arriba de la rodilla. Tengo que estar impecable para mi mejor momento.
El sonido de la alarma de emergencias se hace presente en todo el lugar y pronto las luces se encienden. Me dirijo hacia la reja, expresando confusión ante lo que esta pasando. Pronto todas las cautivas hacen lo mismo que yo. Todas las guardias comienzan a correr hacia el lado derecho con sus armas en mano, preparadas ante cualquier situación. Perfecto, justo lo que quería que sucediera.
Otra piedra entra repentina sobre mi ventana, ero esta vez logra pegarme en la piel desnuda de mi tobillo. Gruño en molestia por el golpe, pero no tardo en olvidarme del dolor para recordar que esta es la gran señal.
«Me sorprende que este chico tenga tan buena puntería.»
Saco rápidamente la llave de mi zapato, le quito el papel con el que está envuelta y la meto torpemente sobre la cerradura.