La Última Maldición de la Isla

Huellas que Nunca Deberían Existir

El grupo avanzaba con cautela, sus pasos resonando en la selva como ecos de una presencia desconocida. El aire, cargado con el olor a humedad y vegetación podrida, parecía volverse más denso con cada minuto que pasaba. A medida que se acercaban a la pirámide, algo en el ambiente les decía que algo más había estado allí antes que ellos, algo... oscuro.

Javier lideraba el camino, manteniéndose firme, aunque sus ojos no dejaban de moverse en todas direcciones. Podía sentir que algo los acechaba, y no era solo el viento o los animales de la isla. Había algo más. Algo que los estaba observando.

—¿Qué es eso? —dijo Claire, señalando al suelo.

En medio del sendero, en la tierra mojada, había huellas. Pero no eran huellas comunes. Eran grandes, alargadas, como si pertenecieran a un ser mucho más grande que un ser humano o cualquier animal conocido. La forma era irregular, como si el pie de la criatura hubiera sido deformado o hubiera dejado una marca distorsionada.

Javier se agachó, inspeccionando las huellas con cautela. Eran frescas, recientes. No podrían haber sido dejadas por ninguna de las criaturas conocidas de la isla. Un escalofrío recorrió su espalda mientras pensaba en lo que podrían significar.

—Estas huellas no son naturales. No pertenecen a ningún animal que hayamos estudiado. —dijo, con una voz grave.

Rob, que estaba más atrás, se adelantó, mirando las huellas con escepticismo.

—Tal vez son de los nativos... —sugirió, pero no parecía convencido.

—No —respondió Javier sin mirar atrás—. Los sentineleses no dejan huellas así. Además, no hay forma de que los nativos hagan esto... algo no cuadra.

El ambiente a su alrededor se volvía más sombrío, como si la selva misma intentara cerrarse sobre ellos. A cada paso, la sensación de ser observados aumentaba, y las huellas en el suelo parecían guiarlos, como si una mano invisible los empujara a seguir adelante.

—No me gusta esto —murmuró Claire, mirando las huellas que se extendían ante ellos.

El grupo continuó avanzando, pero el miedo comenzó a apoderarse de ellos. El tiempo parecía dilatarse, cada minuto sintiéndose como una eternidad. La jungla, que antes parecía interminable, ahora se sentía como una trampa.

Mientras caminaban, una figura se deslizaba entre los árboles, casi imperceptible. Era rápida, demasiado rápida para ser humana. Los ojos del capitán se entrecerraron al verla, pero antes de que pudiera alertar a los demás, la figura desapareció entre las sombras. El grito que habían escuchado antes resonó nuevamente, esta vez más cerca, y esta vez era más fuerte.

—¡Rápido! —ordenó Javier, su voz llena de urgencia.

Aceleraron el paso, cada vez más cerca de la pirámide, aunque el peso del miedo sobre ellos crecía a medida que las huellas continuaban extendiéndose hacia el corazón de la jungla. Finalmente, llegaron al claro donde la pirámide se alzaba en su totalidad. Era más grande de lo que habían imaginado, y su superficie estaba cubierta por símbolos y escrituras que parecían pertenecer a una civilización perdida.

Rob miró a su alrededor, buscando alguna pista que pudiera explicar la presencia de la pirámide, pero antes de que pudiera decir algo, una sombra se deslizó desde lo alto, cayendo sobre ellos como un velo.

Algo los estaba acechando. Algo que no debía estar allí.

—¡Entren! —gritó Javier, señalando la entrada de la pirámide.

El grupo se apresuró a entrar, sin mirar atrás. La puerta de la pirámide se cerró detrás de ellos con un sonido sordo, como si la isla misma los hubiera atrapado. La luz de sus linternas iluminaba solo un pequeño tramo del oscuro interior. Al fondo, una escalera descendía hacia las entrañas de la pirámide, donde los ecos del silencio los envolvían.

De repente, el sonido de pasos les llegó desde fuera, un crujido que resonaba con una fuerza sobrenatural.

Javier observó la oscuridad frente a él. Había algo abajo, algo esperando. Algo que no podía ver, pero que sentía profundamente en su ser.

—No podemos quedarnos aquí —dijo Claire, su voz temblorosa—. Algo está en esa selva, y está viniendo.

El capitán no dijo nada. Simplemente comenzó a bajar las escaleras, decidido a llegar al fondo de este misterio. Lo que sea que los estuviera siguiendo, lo enfrentaría aquí y ahora.



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En el texto hay: supervivencia, secretos, terror

Editado: 24.01.2025

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