El aire dentro de la pirámide era denso y frío, un contraste abrupto con la humedad sofocante que los rodeaba en el exterior. Mientras descendían por la escalinata de piedra, cada paso que daban parecía retumbar con una resonancia extraña, como si la estructura misma de la pirámide estuviera viva, observándolos. La luz de las linternas apenas iluminaba el camino, y las sombras danzaban, jugando con las paredes cubiertas de símbolos indecifrables.
Javier lideraba el descenso, con el capitán siguiéndolo de cerca. Claire y Rob estaban un paso atrás, sus rostros marcados por el miedo y la incertidumbre. El eco de sus respiraciones resonaba a través de las paredes, amplificado en el silencio absoluto que los rodeaba.
—Esto es... inquietante —susurró Rob, mientras miraba alrededor. Las paredes de la pirámide estaban adornadas con extrañas figuras, algunas de las cuales parecían representar criaturas con formas indescriptibles. Los ojos de las figuras parecían seguirlos, y el sentimiento de estar siendo observados era palpable.
—Sí, lo es —respondió el capitán, manteniendo su voz grave—. Pero tenemos que seguir. Si damos marcha atrás, no solo habremos fallado, sino que esa... cosa que nos sigue, nos alcanzará. Este lugar puede ser la única oportunidad de entender lo que está pasando aquí.
Mientras descendían más, un viento gélido empezó a soplar desde el fondo de la pirámide, como si algo estuviera despertando. Claire se estremeció, y su linterna tembló en su mano.
—¿Lo escuchan? —preguntó, deteniéndose.
Todos guardaron silencio. Un susurro comenzó a llenar el aire, una especie de murmullo lejano que parecía venir de las paredes mismas de la pirámide. Era como si la isla misma estuviera hablando en una lengua olvidada, una voz que se arrastraba a través del tiempo y el espacio.
—¿Qué demonios es eso? —dijo Rob, con la voz tensa.
El capitán hizo una señal para que callaran. No respondía, pero sus ojos estaban fijos al frente, como si tratara de entender lo que estaba pasando.
El eco del susurro aumentó en intensidad, y los símbolos en las paredes parecían brillar débilmente. Entonces, una figura emergió de la oscuridad. No era humana, pero tenía una forma humanoide. Su silueta era borrosa, como si fuera una sombra que se despegaba de la pared misma. Sus ojos brillaban con una luz antinatural, y su presencia emanaba una sensación de pura maldad.
El grupo retrocedió instintivamente, pero el capitán levantó la mano.
—No se muevan —ordenó, su voz baja y controlada.
La figura no se acercó, pero su mirada parecía penetrar cada uno de los miembros del grupo. El tiempo se detuvo por un momento, y la sensación de peligro inminente era tan intensa que incluso el aire parecía volverse más espeso.
Finalmente, la figura desapareció en la oscuridad, y el murmullo en las paredes se desvaneció lentamente, dejando solo el sonido de sus corazones latiendo en sus pechos.
—¿Qué fue eso? —preguntó Claire, su voz temblando.
El capitán no respondió de inmediato. Su rostro estaba tenso, pero sus ojos brillaban con determinación.
—Algo que no deberíamos haber encontrado. —Suspiró profundamente. —Pero seguimos adelante. No podemos permitirnos el lujo de dar marcha atrás ahora.
Sin más palabras, continuaron su descenso hacia lo desconocido, la pirámide cada vez más profunda y la sensación de ser observados cada vez más fuerte. No sabían qué los esperaba más abajo, pero sabían que ya no había vuelta atrás. La isla había comenzado a reclamar sus vidas, y ellos estaban a punto de descubrir qué secretos oscuros y antiguos se ocultaban en las profundidades.
Editado: 24.01.2025