La Última Maldición de la Isla

El Último Aliento

El rugido subterráneo se intensificó, llenando la caverna con una presión insoportable. Las paredes de piedra comenzaron a agrietarse como si un monstruo invisible estuviera rompiendo la isla desde sus entrañas. Javier, Claire y Rob retrocedieron, pero el círculo de piedra resplandecía con una luz cada vez más brillante, casi hipnótica, como si fuera la única cosa que les quedaba por explorar.

—¡¿Qué está pasando?! —gritó Rob, cubriéndose los oídos.

La isla, tan vieja y misteriosa, parecía estar reaccionando a algo que ni siquiera ellos podían comprender. La energía de la caverna era palpable, como si el mismo aire estuviera a punto de estallar. Javier no podía dejar de mirar el círculo de piedra. Había algo extraño en ese líquido que brillaba, como si fuera la esencia misma de la isla, algo que se había estado ocultando durante siglos, esperando ser liberado.

—Tenemos que salir de aquí —dijo Claire, su voz tensa. Sabía que quedarse más tiempo allí sería mortal.

Pero el suelo bajo sus pies se desmoronó aún más. Un estruendo recorrió la caverna, y antes de que pudieran reaccionar, la tierra cedió bajo ellos. Cayendo por un túnel profundo, el viento les azotaba la cara, y el sonido de sus cuerpos golpeando las paredes de piedra era lo único que podían escuchar.

Cuando finalmente aterrizaron, el dolor recorrió sus cuerpos. Los tres se levantaron lentamente, temblorosos, apenas capaces de mantenerse en pie. La caverna era aún más oscura que antes, y el aire estaba cargado de una humedad que les dificultaba respirar.

—¿Están bien? —preguntó Javier, viendo a Claire y Rob, que estaban visiblemente adoloridos pero ilesos.

—Sí, pero... ¿dónde estamos? —respondió Claire, mirando a su alrededor.

La caverna parecía un laberinto de pasillos sin fin. El aire estaba viciado, y una extraña sensación de claustrofobia los envolvía. Javier sabía que la salida no estaría cerca, y algo dentro de él le decía que la isla no los dejaría escapar tan fácilmente.

La oscuridad era casi palpable, y solo la luz tenue de un fuego distante iluminaba una figura que parecía moverse entre las sombras. Los tres se quedaron en silencio, los ojos fijos en la figura.

—¿Quién...? —susurró Rob.

La figura se acercó lentamente, y pronto pudieron distinguir su rostro. Era un hombre, pero sus ojos brillaban con la misma intensidad que las estatuas, y su piel parecía estar cubierta de símbolos que nadie podría descifrar. Sus ropas, viejas y raídas, se movían con la misma ligereza que las sombras a su alrededor.

—¿Quién eres? —preguntó Javier, manteniendo una postura defensiva.

El hombre no respondió de inmediato. Su voz, cuando finalmente habló, era grave y resonante, como si proviniera de las profundidades mismas de la tierra.

—Ustedes han despertado lo que no debían despertar... —dijo, su mirada fija en Javier—. La isla... no olvida. Ningún ser humano lo hace.

El miedo recorrió la columna de Javier. ¿Qué estaba diciendo ese hombre? ¿Qué había despertado la isla? ¿Qué secretos oscuros escondía?

—¿Qué quieres decir? —preguntó Claire, también cautelosa.

El hombre los observó por un momento largo, su expresión sombría. Luego, con una ligera sonrisa, levantó una mano, señalando el techo de la caverna. Una grieta comenzó a formarse, y de ella emergió una visión aterradora: una gigantesca criatura que parecía una mezcla entre una serpiente y una bestia marina. Sus ojos brillaban con una luz rojiza, y su cuerpo, cubierto de escamas y tentáculos, parecía moverse con una agilidad sobrenatural.

La criatura descendió lentamente, dejando que su sombra oscureciera todo a su alrededor. Los tres miraron horrorizados, sin poder moverse.

—Lo que han desatado es más grande que ustedes —continuó el hombre—. La isla nunca permitió que los humanos la dominaran. Y ahora, la muerte los está esperando.

La criatura rugió, llenando la caverna con un sonido que helaba la sangre. Sin pensarlo, Javier tomó a Claire y Rob de los brazos y comenzó a correr, buscando cualquier salida que pudiera aparecer. El hombre, sin embargo, permaneció inmóvil, como si ya hubiera aceptado su destino.

La isla había reclamado su última víctima.



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En el texto hay: supervivencia, secretos, terror

Editado: 24.01.2025

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