La Ultima Muerte

Parte 2

La carretera estaba especialmente lúgubre esa noche, lo sentía, pero no era importante en ese momento ya que íbamos coreando las canciones que Lalo ponía durante el viaje, el pueblo no está muy lejos de la ciudad, a lo mucho pasó 35 minutos y ya estábamos al pie de esa colina, no parecía nada especial o diferente a las demás, solo que estaba a las afueras, ahí Carmen, Luis y Raúl nos esperaban.

- ¡Jessy que linda! ¡Dayana cuanto tiempo! - nos saludó Carmen con un choque de puños. -Mm, hola Paola – todos nosotros ya sabíamos que Paola y Carmen no se llevaban bien por lo cual su saludo fue muy equis, según yo solo se toleran porque el circulo de amigos era el mismo.

-Ya bésense. Trajimos más pisto y botanas- dijo Luis alzando algunas bolsas para evitar la tensión en el grupo.

- Están seguras de subir, este lugar da miedo- nos advierte Raúl señalando el lugar en la cima de la colina, también cargando algunas bolsas.

-Ay por favor, solo son rumores, por eso vamos a grabar- dije mostrándole una cámara digital y las chicas sus celulares.

-Bueno vamos ya no perdamos tiempo, porque la verdad es que se ve algo lejos- Brian tomo otras bolsas para empezar a subir.

El camino era algo rocoso, empinado y angosto, había piedras con algunas banderas de colores y los típicos arboles que se alzaban por todas partes, cada cierto tiempo nos sentábamos a tomar una cerveza y seguíamos caminando, sólo se escuchaban nuestras voces hablando de trivialidades y los sonidos de los grillos y animalillos nocturnos como una música de fondo. Paramos en un pequeño mirador donde había un par de juegos infantiles, una mesita de piedra con una imagen de una virgen de piedra y un techo como templo sobre ella.

-Aquí sube mucha gente y hacen misas de vez en cuando- comentó Lalo pasando detrás.

- ¿No que asustaban? – dijo Paola de tras de mí.

- Es mas arriba, esto no es nada- sentenció Julio.

Seguimos subiendo en un punto donde había unas cintas que decían “prohibido el paso”.

- Por aquí es donde empieza lo emocionante – canta Brian con el tono de sarcasmo que lo caracteriza.

Después de varios minutos que sentí como horas subiendo llegamos por fin a la cima, una pequeña cabaña de piedra abandonada, casi en las ruinas, el frio se sentía mucho más intenso que sentía como se congelaba mi nariz y mis piernas, todo estaría oscuro de no ser por una tenue lampara en el poste de luz, había unas cuantas cruces a los lados y del otro lado de la cabaña parecía un balcón que utilizaban como mirador hacia el barranco y por ende hacia la nada.

-No te pases, si se siente algo extraño aquí- Carmen sueltó como periodista paranormal.

- No exageres, es tu paranoia. – atacó Paola restándole importancia, como siempre.

-Saca pues las cheves- le dijo Brian a Mario que ya estaban destapando las botellas.

Mario me pasó una cerveza y notó como me quedé mirando el interior de esa cabaña.

- ¿Quieres entrar a ver? - me preguntó y yo fui curiosa.

- ¿Vamos? – hice un gesto con la cabeza para animarnos a entrar.

Te acompaño- me dijo Lalo sujetándome de la mano llevándome hacia adentro.

Antes de entrar todos tallamos nuestros nombres como muestra de nuestro hallazgo, Mario, Brian, Luis, Raúl, Paola y carme lo hicieron en una fila de rocas que daban camino a la cabaña mientras que Lalo, Julio, Dayana y yo lo hicimos en un árbol a unos metros donde estaba la entrada.

Usamos la linterna de los celulares para ver lo que ocultaba ese pequeño espacio de cuatro paredes, cuatro paredes con nombres escritos en ellas y una mesa larga hecha con piedras.

- ¿Qué es esto? - pregunté mirando los nombres en una de las paredes.

El lugar olía a abandonado.

Cristian Garza, Mónica Robles, Daniel Castillo, saben que es esto? - repetí por la curiosidad que anegaban mis ojos.

El color de la tinta era de un color café muy oscuro.

- Pareciera que ya han venido alguien a dejar su huella. - Mario rió un poco ante su ocurrencia.

- Son personas que sacrificaron - doy un salto del susto que me dio Luis, no escuché en qué momento entró solo sentí que el corazón se me saldría del pecho.

- ¡Idiota! - grité y le di un golpe en el brazo y él solo se rió.

- En serio, según eso son las personas que mataron, de hecho, mi primo me contó que escribían el nombre de la víctima con una pluma negra manchada con la sangre de un asesino - dijo Luis serio mientras observaba algunos de los nombres.

- Ya, que mentiroso- le dije aun nerviosa.

- ¿Una pluma como esta? - dijo Mario sosteniendo justo una pluma grande y negra, y petrificada, como si ya tuviera mucho tiempo ahí, justo como la describieron-

- ¿No maches, de donde sacaste esa pluma? - le pregunté de inmediato abriendo mucho los ojos e iluminándolo con el celular.

- Ahí estaba, en esa mesa, supongo que Luis la puso para asustarnos- dijo Mario.

- No yo no la puse ahí- Luis estaba con ojos de sospecha.

- No es gracioso- dijo Lalo ya casi jalándome hacia afuera.

- Mejor ahí que salir, deja eso ahí- casi fue una orden que le di a Mario.

Salimos y Dayana se me quedó viendo con cara de confusión.

- ¿Que te pasa? Te vez más pálida de lo normal- me dió un empujoncito- Mira, grabé el recorrido desde las cintas.

- Va, después lo miramos con calma- caminé hacia las chicas para despejarme de aquel susto.

Nos sentamos todos en unas piedras mientras grabábamos haciendo tonterías y bebiendo, de repente se escuchó algunas ramas crujiendo, ese sonido como cuando pisas las hojas o ramas secas de los arboles en el suelo, todos nos callamos y solo se escuchaba viento.

- ¿Escucharon eso? – Dijo Raúl desde su lugar.

- ¿Habrá algún cuidador? – preguntó Carmen.

- No hay nadie cuidando desde hace años – respondió Julio.

- ¿Paranoia en grupo? – dije tratando de buscar lógica.

- ¿No te pases, como va a ser eso? – reclamó Dayana.




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