La Última Oportunidad

CAPÍTULO 7 "¿QUÉ HA PASADO?"

Con los brazos cruzados y la paciencia tensa como un hilo, Hana sostenía la radio entre los dedos, esperando noticias de los hombres que había enviado desde primera hora. En cuanto vio acercarse a uno de sus escuadrones, supo que era momento de contactar a su infiltrado, el mismo que operaba dentro de la base asaltada unas horas antes.
—Feindlich... repórtese —ordenó con firmeza por el canal seguro.

Esperó. Un par de segundos de estática precedieron la voz de su contacto, cortante como un cuchillo sin filo.
—La prueba ha salido bien. Ya sabes... tardaron bastante en resolver el problema, tal como lo planeamos. Hubiese sido el momento perfecto... sin embargo, no logré dar con el chico. Hubo un... pequeño inconveniente —respondió con evidente molestia, aún oculto en algún rincón de la organización enemiga.

Hana frunció el ceño. Su tono cambió, apenas contenido por una rabia fría que se colaba entre sus palabras.
—¿Qué ha pasado...? —preguntó, con los labios apretados—. Déjate de rodeos, Feindlich...

—¿¡Qué ha pasado!? ¡Sucede que tus tormoznik (inútiles) hombres no hicieron bien su trabajo! ¡Son unos incompetentes! —escupió entre dientes—. Uno de los reclutas sobrevivió. ¡Yo mismo tuve que arrastrarlo y fingir que lo rescataba para no levantar sospechas! En vez de seguir al muchacho como habíamos acordado...

— Tormoznik... (Inútiles) —murmuró Hana, apretando la mandíbula. Luego, alzando la voz—: ¡Encárgate de él como sea, lo antes posible! ¡Ese es tu trabajo, ¿entendiste?!

De inmediato apagó la radio con un chasquido brusco, cerró los ojos por un instante, intentando sofocar la furia que hervía en su pecho.

—No pierdas esta oportunidad... No seas como Miroslav... —susurró para sí misma—. Quiero mi información... y quiero mi químico de vuelta.
Abrió los ojos con determinación y lanzó una mirada fulminante a sus hombres, quienes esperaban sus órdenes en posición de resguardo. Con una señal sutil pero firme, les indicó que era hora de volver al trabajo.

La guerra aún no había terminado. Solo acababa de comenzar.

En los pasillos desolados de la ASIC, Jack caminaba a paso apresurado hacia el corredor que lo conduciría de vuelta a la oficina donde se suponía que debía estar con Isaak. No quería meterse en más problemas después de haber desobedecido (otra vez) a su padre. Subió las escaleras casi corriendo, pero en cuanto pisó el último peldaño, su pie patinó con fuerza y cayó de espaldas con un estruendo seco.

—¡Verd'kh... (carajo)! —se quejó, adolorido, alzando ligeramente la cabeza.

Justo frente a él, resplandecía un brillante letrero de advertencia: "SUELO RESBALADIZO". Junto al letrero, había cubetas, trapos y un trapeador abandonado. El detergente aún formaba un charco viscoso sobre las baldosas. Seguro, tras el asalto, el trabajador de mantenimiento había huido sin mirar atrás.

Jack se incorporó con esfuerzo, sobándose el cuello y la espalda. Estaba por seguir su camino cuando una voz lo detuvo, saliendo desde una de las puertas selladas del pasillo.

—¿Hay alguien ahí...? —preguntó la voz, claramente preocupada.

Jack se detuvo, entrecerrando los ojos para ubicar la fuente exacta.
—¿Sí...? —respondió con cautela.

—¡Naël mío, al fin alguien! ¡A tu izquierda, camarada! ¡Estoy atrapado! —explicó la voz, acompañada de unos golpes sordos contra la puerta metálica.

En ese momento, Isaak bajó por las escaleras del otro extremo del pasillo, visiblemente molesto.
—¿Dónde te habías metido? ¡¿Sabes que si tu padre se entera de que volvimos a salir, nos va a matar?! ¡Y esta vez de verdad!

Jack abrió la boca para excusarse, pero los golpes tras la puerta volvieron a sonar, esta vez más insistentes, seguidos por una voz claramente desesperada.
—¡Oigan! ¡Oigan! ¡Odio interrumpir sus dramas familiares, pero llevo más de CUATRO Relojes aquí atrapado! ¡Y necesito salir!

Isaak y Jack se miraron. Isaak alzó una ceja. Jack se encogió de hombros.

La pregunta era: ¿quién gromírot (demonios)se había quedado atrapado... y por qué nadie lo había notado?

—¿Pero cómo es posible que te hayas quedado atrapado? El sistema ya fue restaurado... —preguntó Isaak, frunciendo el ceño.

—¡Se me cayó el pase por la ranura! ¡Dejen de hacer preguntas y sólo sáquenme de aquí! —gritó la voz al otro lado, claramente molesta.

Jack alzó una ceja. Al escuchar “pase”, recordó que aún tenía el de su padre (ese que le había quitado a Isaak durante su “pequeño” desvío anterior.) Sin perder tiempo, se agachó frente a la puerta, buscando con los dedos una pequeña abertura en el marco, ya que el lector externo estaba inservible y colgaba medio derretido como si hubiese visto cosas que no debía.

Mientras tanto, Isaak resoplaba con indignación, cruzado de brazos como tía regañona.
—¡Pues tendrá que esperar a que mantenimiento desmonte la puerta para ayudarte! ¡Grandioso! ¡¿Por qué a todos se les da perder algo tan valioso como el pase, sin pensar que es una responsabilidad?! ¡Esa puerta debía mantenerse abierta hasta ser reparada! ¡¡¡CERRARLA ERA LO ÚNICO QUE NO HABÍA QUE HACER!!!

Jack, ignorando el berrinche, deslizó el pase con cuidado por debajo de la puerta. Tras unos segundos de manipulación interna, se oyó un clic suave. La puerta se abrió sin resistencia.
Del otro lado, un joven de tez morena, uniforme desordenado y expresión de pocos amigos, emergió como un toro al ruedo. Miró directamente a Isaak con una mezcla de furia y sarcasmo asesino.

—¿Me llamaste irresponsable? —preguntó con la voz más peligrosa que un cuchillo sin afilar.

Isaak tragó saliva. Un reflejo de cobardía le torció la sonrisa.
—¡Petryck! No, claro que no. Yo sólo decía que era irresponsable de los trabajadores no haber reparado la puerta, ¡sí! Jack… qué bueno que teníamos el pase de Robert... ¿Verdad?

Jack lo miró sin responder, pero con esa sonrisa ladeada que decía: "Te estás hundiendo solo, genio."




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.