Capitulo 8

El repentino roce de las manos de Alexander en mi espalda, expuesta por la valiente caída de mi vestido, hizo que mi piel se sintiera como si estuviera en llamas.

​—¿Por qué haría eso, cariño? —rió—. Últimamente no para de hacer estas bromas, solo porque anoche olvidé frotarle los pies.

​¿Frotarme los pies?

​No pude decidir si la risa, el abrazo o el masaje imaginario de pies me resultaban más inquietantes. Las tres cosas eran tan inusuales en él que me hicieron preguntarme brevemente si lo habría reemplazado alguien parecido en los últimos treinta segundos.

​—Nunca me frotas los pies —susurré, presionando mis palmas contra su pecho—. Eres un mentiroso.

​Alexander se aferró a la silla y rió entre dientes. «Mujeres», bromeó, provocando risas entre los que nos rodeaban. Los únicos que no se reían eran Sofia y Gabriel. Mi padre, para guardar las apariencias, soltó una risita.

​—Alexander, ¿de qué estás hablando? —susurré, enfadándome de repente—. Y déjame ir.

​Pero entonces vi un leve brillo en sus ojos verdes y un movimiento sobre su hombro, y comprendí.

​La Junta de Supervisión del Consejo Alfa había llegado. Seis Alfas con trajes caros se movían entre la multitud, que se abría a su alrededor como el mar. Y se dirigían directamente hacia nosotros. Ahora entendía por qué Alexander de repente actuaba como si fuéramos solo una pareja juguetona, discutiendo tranquilamente. Por qué mentía así sobre nuestra vida íntima, estaba exagerando nuestra “relación” porque la Junta Directiva acababa de entrar. La razón por la que Alejandro había organizado este banquete esa noche era para congraciarse con ellos para las próximas elecciones. Y no podría lograrlo si su perfecta esposa se portaba mal, ¿verdad? Abrí la boca para decir algo, sin importarme realmente lo que la Junta pensara de él en ese momento, pero mi padre intervino rápidamente.

​—Alfas —dijo, inclinando ligeramente la cabeza en señal de respeto. Mientras tanto, Sofia y Gabriel habían bajado la mirada por completo—. Es un honor verlos a todos esta noche.

​Todos los Alfas asintieron en respuesta, pero nos miraban. Sentí que mi rostro se calentaba ligeramente bajo sus miradas escrutadoras. Estos Alfas eran algunos de los mejores entre los elegidos para el... Junta directiva basada en su esfuerzo y méritos. Médicos, filántropos, abogados, pero un hombre en particular, que estaba al frente, fue el que más me llamó la atención. Nos miraba fijamente a Alexander y a mí con una mirada insoportable. Sus ojos marrones no dejaban de mirar hacia donde mis palmas se apoyaban en el pecho de Alexander, luego hacia donde Alexander me abrazaba con fuerza, y algo extraño cruzaba su rostro una y otra vez. Había algo casi familiar en él, pero no podía identificar exactamente qué era.....era ciertamente guapo, aunque alto y delgado, pero con un aire masculino, con su cabello rubio oscuro cuidadosamente peinado hacia atrás. Vestía un traje azul medianoche con corbata a juego y un pañuelo de bolsillo con estampado paisley metido en el bolsillo de la chaqueta.

​—Alfas —dijo finalmente Alexander, girándose hacia ellos pero manteniendo un brazo firmemente alrededor de ellos.

​Mi cintura. Le toqué la mano, probando si podía apartar sus dedos, pero él los hundió más en mi piel, como para advertirme en silencio que no intentara nada. —Me alegra mucho que hayas podido venir.

​—Alfa Alexander. —El apuesto hombre al frente extendió la mano, y Alexander se la estrechó. Luego se giró hacia mí—. Tú debes ser Luna Ella.

​Asentí y el hombre me tomó la mano y me la besó. Sentí que el brazo de Alexander me apretaba aún más, pero no dijo nada.

​Cuando el hombre se apartó, nos señaló con un gesto. «Qué fiesta tan bonita. ¿La organizaste tú misma, Luna?»

​Negué con la cabeza y asentí hacia Gabriel. —Este banquete no, no. El Beta Gabriel lo organizó él mismo. Últimamente estoy asumiendo menos responsabilidades en la organización de fiestas.