Capitulo 32

Alejandro y Ella

Alejandro

Esto fue obra de Ella. El propio Liam lo había dicho.

​Ella le había contado todo a Liam, solo para fastidiarme, y ahora él iba a informar sobre nuestro contrato, arruinando potencialmente mi elección antes incluso de que hubiera comenzado.

​Necesitaba hablar con ella.

​Encontré a Ella descansando en el solárium de la parte trasera de la casa, con una taza de té entre los dedos y un libro abierto en el regazo. Sonreía, sonreía, como si no me acabara de traicionar de la peor manera posible.

​—¿Por qué se lo contaste? —le espeté—. Ahora va a hablar con la prensa. ¿Estás contento?

​Ella dio un respingo, derramando el té de su taza sobre su libro. —¿Qué? —preguntó entre dientes, dejando con cuidado a un lado el libro empapado y poniéndose de pie para sacudirse el vestido.

​—No te hagas la tonta, Ella —gruñí, señalándola con el dedo—. Le contaste a Liam lo del contrato, ¿y para qué? ¿Para acelerar el fin de nuestro matrimonio? ¿De verdad quieres tanto el divorcio que me traicionarías así, menos de tres días después de haber firmado un contrato voluntariamente?

​Ella se quedó mirando en silencio, alternando la mirada entre mí y Gabriel, que estaba de pie a mi lado.

​—No sé de qué me estás hablando —dijo finalmente.

​—Basta. —Me giré, demasiado enfadado como para siquiera mirarla a la cara cuando estaba tumbada delante de mí—. No te creo, Ella. Hasta que no tengas preparada una disculpa, no quiero oírla.

​Dicho esto, salí furioso, con Gabriel pisándome los talones. El portazo que se cerró tras nosotros sonó como un disparo en la casa silenciosa.

Ella

Alexander y Gabriel se marcharon dando un portazo. Me quedé mirándolos fijamente durante un largo rato, completamente confundida.

​¿Pensaban que yo le había contado a Liam lo del contrato…?

​Movida por la curiosidad, salí apresuradamente del solárium y subí corriendo a la habitación de Liam. La puerta estaba entreabierta cuando me acerqué y, sin pensarlo, la empujé.

​Liam estaba guardando sus cosas en la cama.

​—¿Qué pasó? —pregunté a modo de saludo—. Alexander dijo que te conté algo… personal.

​Liam se giró para mirarme. Al verme allí de pie, dejó caer la camisa que estaba doblando y corrió hacia mí, tomándome las manos entre las suyas.

​—Ella, lo siento, pero tuve que investigar por mi cuenta —dijo—. Oí que Alexander te obligó a firmar un contrato…

​Retiré las manos. —Eso era privado, Liam. Y lo hice por mi propia voluntad.

​—Lo que sea que te haya dicho para coaccionarte...

​—Dije que esa fue mi decisión. —La rabia empezó a hervir bajo mi piel ante la traición a mi confianza—. Sea lo que sea que hayas oído, deberías haberme consultado primero. Y ahora Alexander dice que vas a filtrar la información a la prensa cuando ni siquiera me lo comentaste.

​El rostro de Liam se contrajo. —No sabía si estabas en tus cabales —insistió—. Si te ha estado manipulando, haciéndote creer que quieres esto cuando en realidad no es así.

​—¿Eso es lo que piensas de mí? ¿Que soy tan fácil de manipular?

​Liam abrió la boca y luego la volvió a cerrar. Esa era toda la respuesta que necesitaba.

​Eché los hombros hacia atrás. —Piensen lo que piensen, tomé la decisión consciente de firmar ese contrato. Fue mi decisión. Nadie más. Y ustedes no la tomarán por mí ahora.

​—Ella… —Liam intentó alcanzarme, pero yo di un paso atrás.

​—No —dije, negando con la cabeza—. Algo te ha pasado, Liam, y no me gusta. No me gusta esta nueva faceta tuya. ¿Qué le pasó al chico dulce que solía ser mi mejor amigo? ¿Cuándo te volviste tan terco? ¿Tan controlador?

​—¿Controladora? Ella, yo…

​—El Liam que yo conocía jamás me habría traicionado así. Jamás habría ignorado mis deseos de esa manera. Ese no eres tú, Liam. No sé qué te pasó en ese campamento, pero creo que puedo decir con seguridad que te prefería antes.