Unos instantes después, el camarero regresó con una porción de pastel de chocolate que parecía tan exquisita que bien podría ser una comida completa, coronada con un remolino de crema batida y dos cerezas rojas brillantes. La colocó entre nosotros junto con dos tenedores.
Alexander miró el pastel y luego a mí. Por un momento, pensé que se negaría a seguir participando en esta farsa. Pero entonces, sorprendentemente, cogió el tenedor.
—Más vale que lo hagamos convincente —dijo, cortando una pequeña esquina del pastel.
Asentí con la cabeza y cogí mi tenedor. “Para la manada”.
—Por la manada —repitió, y por un instante, mientras nuestras miradas se cruzaban sobre el pastel de chocolate, sentí ese leve tirón en el pecho que era nuestro vínculo de compañeros. Mi corazón se aceleró y, de repente, el espacio entre nosotros pareció encogerse.
No era real, me repetí. Nada de esto era real. Era solo una farsa para salvar las apariencias, para mantener nuestra imagen, para asegurar que Alexander tuviera la oportunidad de convertirse en Alpha King.
Pero mientras le daba un mordisco al pastel, viendo a Alexander hacer lo mismo, no pude evitar preguntarme cómo sería si así fuera.
Liam
Las imágenes en la pantalla del teléfono de Liam parecían una burla.
Ella le estaba dando un bocado a Alexander. Alexander estaba inclinado sobre la mesa hacia ella. Incluso compartían una rebanada de pastel de chocolate.
Liam arrojó el teléfono sobre la cama a su lado, incapaz de seguir mirando. Claro que sabía que esto iba a pasar. Ella y Alexander tenían que montar un espectáculo para el público tras el escándalo del contrato.
Pero verlo le produjo un dolor en el corazón para el que no estaba preparado. No se trataba solo de celos, aunque eso también influía; había algo más.
Había pasado diez años pensando en Ella. Diez años en ese miserable campamento, soportando su “entrenamiento”, transformándose del chico tímido e introvertido que Ella había conocido en el Alfa que era ahora.
Y a pesar de todo, el recuerdo de su sonrisa había sido su único consuelo.
Cuando supo que lo enviaban a evaluar a Ashclaw, que por fin volvería a ver a Ella después de tanto tiempo, lo sintió como si fuera el destino. Como una oportunidad para reconectar con la única persona que alguna vez lo había comprendido de verdad.
Pero estaba casada. Liam podría haberlo aceptado si no hubiera estado casada con un hombre al que no le importaba en absoluto.
Y lo que más dolía era que, aunque su relación con Alexander fuera solo un contrato, la forma en que lo miraba en esas fotos… Había algo real ahí, al menos por su parte.
Liam lo había notado desde el momento en que llegó a Ashclaw. La forma en que los ojos de Ella seguían a Alexander por la habitación. La tensión que sentía cuando Sofia se le acercaba. El dolor que se reflejaba en su rostro cada vez que Alexander la trataba mal.
Ahora, con esta farsa que los obligaba a actuar como una pareja enamorada en público, era inevitable que esos sentimientos se intensificaran. Ella quizá pensara que quería el divorcio ahora, pero ¿cómo se sentiría después de semanas o meses fingiendo estar enamorada?
¿Seguiría queriendo marcharse cuando llegara el momento? ¿O se habría enamorado aún más de un hombre que claramente no la amaba?
La idea le revolvió el estómago a Liam. Había regresado a la vida de Ella con la esperanza de apoyarla como lo había hecho de niño. Pero enseguida se dio cuenta de lo frío y distante que era Alexander, y eso despertó en Liam un instinto protector que no había dejado de sentir desde su infancia.
Durante diez largos años, Liam había soñado con volver a su lado para protegerla como no había podido hacerlo cuando eran niños. Y ahora que por fin estaba allí, solo podía observar cómo ella se exponía a un dolor aún mayor.
La idea de ver a Ella herida era más de lo que Liam podía soportar.