Ese mismo día pero unas horas más temprano, Lance bebía un líquido dorado en un vaso corto, al frente de él una barra de color oscuro se extendía, proporcionando distracción. Cada tarde visitaba aquel bar, Louvin's era la combinación perfecta entre alcohol bueno, oscuridad y relojes de oro mal habidos. Era el único refugio para los amantes de la oscuridad y soporte para los amargados que había en Loreyville y por supuesto Lance cumplía con todos los criterios para serlo.
Aquel día había sido una jornada productiva para el hombre, como siempre no tenía ningún familiar, esposa o hijos con quienes compartir lo vivido durante la jornada, probablemente tampoco lo hubiese hecho si los tuviera. Sin embargo, dentro de ese bar estaba la única persona con vida a la cual Lance le otorgaría lealtad y vida eterna si de él dependiera.
—¿Estás bien? se te ve algo pálido —expresó Lance al contemplar el semblante del joven cantinero.
—Sí, estoy bien... Es que me puse esa vacuna para la influenza, ahora tengo los síntomas, pero en un día o dos me libraré de ellos y seré inmune, así que no es nada... cuéntame ¿Cómo te fue hoy? —preguntó el joven trabajador a Lance mientras éste retomaba su trago.
—El día que no me veas acá sentado pidiendo lo de siempre, sabrás que no me fue bien —respondió Lance, provocando una sonrisa en el muchacho.
—O sea, que si te fue bien en el trabajo, quiere decir que mañana tendremos funerales en Loreyville —expresó el muchacho en tono amistoso y reservado.
—Tendrás tres —respondió Lance, y bebió el contenido de ese mismo vaso corto abastecido por Simón, el cantinero.
—¿Cómo me cuentas todo esto? —preguntó Simón, impresionado por la absoluta confianza que Lance depositaba en él.
—Es fácil, cuando eres lo que yo soy, sabes cómo son las personas, la mayoría son una mierda simpática, pero tú eres un buen muchacho, eso me agrada. Además ¿Qué clase de humano con sus cinco sentidos bien puestos sería capaz de acusarme con los Volks o la policía? —preguntó Lance.
—Tienes razón —Simón respondió confiado y con absoluta honestidad.
—Eres joven, pero eres leal, eso se valora mucho en donde yo nací y me crié... Focs de Alejandría —mencionó Lance.
—¿Tu familia está allá? —preguntó el hombre joven.
—Yo soy la única familia que me queda —respondió Lance fríamente, justo antes de beber de un trago el último contenido de su vaso corto.
—¿Quieres que te sirva otro? —preguntó algo más serio Simón.
—No, cóbrame lo que te debo y guarda el cambio —respondió el cliente, entregando un billete, guardando sus pertenencias y preparándose para dejar el lugar.
—Gracias Lance, que tengas buenas noches, cuídate —dijo Simón despidiéndose de Lance.
Lance hizo un gesto con la cabeza y se retiró del lugar observando a dos mujeres, una rubia y una pelirroja que fumaban mientras juzgaban a los hombres de aquel bar.
El misterioso hombre salió del bar mirando para todos lados, quitó la alarma de su vehículo para luego meter la mano a uno de sus bolsillos con la intención de contestar el teléfono, pero prefirió hacerlo dentro de su automóvil.
—¿Aló? —pronunció Lance con el teléfono pegado a su oído, conforme se preparaba para encender el vehículo.
—¿Todo bien? —preguntó una voz masculina desde el celular.
—Todo cumplido —respondió Lance.
—Lo imaginé, el dinero estará en tu cuenta mañana antes de las doce —prometió la voz con excesiva asertividad.
—Ha sido un gusto trabajar para usted —expresó Lance.
La voz no contestó el comentario del hombre, pero eso a él no le importó, sólo sonrió cuando todo había acabado y condujo su auto hasta uno de los moteles de Loreyville.
Lance se dirigió hasta allá solo, él no creía en el amor y no cría que el motel sea un lugar para tener sexo, no porque pensara que las mujeres se merecen algo mejor, sino porque las camas no eran cómodas para el ritual del buen sexo.
Al llegar hasta su habitación, buscó algo debajo de la cama reviviendo secretos, lo que sacó de ahí era una valija, esa maleta la usaría para buscar vida en otra parte lejos de Loreyville.
Lance había llegado a la conclusión de que debía cambiar de rumbo, pero el pasado a veces era tan fuerte que podría venir a buscarle a las puertas de su casa o de donde estuviese, sólo para hacerle esclavo de nuevo.
El hombre no podía dejar de ser quien era, lo había intentado muchas veces pero aquellos lugares que deberían ser motivos de cambios y reflexión sólo lo llenaban de fantasmas y estos le hacían mal.
Tras mucho repasarlo en su mente, Lance metió dinero en una maleta, ropa, armas que un sicario debía tener siempre para sí ¿Por qué no invitar al joven Simón a conocer los lujos de Marckova? Simón había perdido a su madre hace un año y tuvo que dejar el colegio para poder seguir pagando la pensión en la que vivía.
Convencido de escapar de Loreyville y de toda la escoria que se desarrollaba en sus calles, Lance se subió a su vehículo con la intención lista de viajar hasta Marckova con su único amigo, quizás allá él podría retomar la vida que cuando niño tuvo que detener para sobrevivir.
Lance tras asegurar el cinturón, puso en marcha el motor y llevó el vehículo hasta las cercanías del céntrico bar, el letrero que decía "Louvin's" le trajo ánimo, afuera de este divisó la motocicleta tipo scooter que significaba que Simón seguía ahí, trabajando como cada noche.
Lance abrió la puerta con la esperanza de estandarte, pero las lágrimas y la expresión de dolor en el rostro de Simón le llenaron de temor. Dos hombres sostenían al muchacho, parecían interrogarle y ante la negativa o presunto silencio del joven, le habían atacado con un cuchillo en el cuello, estos hombres se percataron de la entrada de Lance y sonrieron cuando vieron al sicario ingresar hacia el local.