La Última Pandemia

Capítulo 4. El Caos

 

     Alex salió de su casa acompañado de Paloma, quién le insistía que pensara mejor las cosas.

—No voy a repetirlo de nuevo, ve a la habitación, empaca lo más importante y déjalo en la escalera, iré a por la maleta.

—No puedes actuar como loco, no todavía, no estamos cerca de Marckova, vivimos a una hora del centro —afirmó la mujer, siguiendo a Alex en todo su trayecto hacia el automóvil.

Alex caminaba por inercia, al igual que otros tantos vecinos que metían cosas preciadas en sus automóviles, para marcharse de la ciudad.

—Cariño, ve y haz lo que te pido, por favor. —La solicitud de Alex, hizo que Paloma torciera sus ojos, en reflejo del fastidio que su pareja le provocaba en ciertos momentos.

Elisa, la hermana de Alex, llegó corriendo con Tanya. Ambas venían de la secundaría María Simonova, la cual quedaba en aquel barrio residencial, tanto Elisa como su hermana menor caminaban con actitud temerosa.

—¡Alex! —gritó Tanya, abrazando a su hermano. El recibió su afecto, mirando a los ojos claros de la joven.

—¿Cómo estás?

—Bien, estoy bien.

—¿Te contó Elisa porqué saliste temprano?

—Me lo contó y he visto videos

—¿Qué videos?

—Videos acerca de todo, noticieros, fuga de gas, personas peleando en las calles, disparos, muertes —respondió con la voz cortada, como si intentase recordar que decir y que omitir.

—Iremos con mamá —aseguró Alex—. Tú, yo, Elisa y Paloma nos marcharemos hoy mismo a Alcántara.

—Está bien. —La joven asintió con obediencia y se metió a la casa. Antes de que entrase, Alex le pidió que reuniera las cosas más importantes en un par de maletas. Elisa se quedó con él un momento en silencio, el hombre intuía que ella continuaba incrédula acerca de la situación del país.

—¿Ya arreglaste tus cosas?

—No —respondió ella, con cierta apatía.

—¿Quieres que lo haga yo por ti? —Su tono de molestia fue evidente para ambos.

—No —respondió Elisa, con aridez en su voz.

—¡Entonces que esperas! —exclamó Alex, perdiendo la calma.

—Quiero saber que viste

—No…

—¡Dimelo! —gritó Elisa, llamando la atención de otras personas que pasaban por ahí a toda prisa.

Alex suspiró frustrado, bajó la mirada y apretó su nariz con los dedos

—se lo estaban comiendo. —Al escuchar esa afirmación, la mujer cambió su expresión, empezó a sonreir con miedo, una reacción bastante extraña que se sumaba a la sensación de pavor que sentía en su piel.

—¿Qué? —cuestionó incrédula.

—¡Ya lo dije! Esa es la verdad, Elisa.

—¿Donde fue? —preguntó la mujer con desesperación.

—Fue afuera de mi trabajo, llegó la policía a ocultarlo todo. Ellos mataron a un hombre que limpiaba autos al costado de la empresa.

—¿Ellos, quienes? —cuestionó Elisa, dentro de su cabeza nada tenía sentido.

—Los muertos Elisa, los muertos se comieron a ese hombre ¡Lo mataron! ¡Yo los vi! —gritó Alex.

Elisa escondió su rostro entre las manos, y comenzó a llorar con miedo.

—¿Qué está pasando Alex? —preguntaba la mujer mientras lloraba. Alex le había abrazado en tanto que besaba su cabeza e intentaba infundir algo de tranquilidad.

—¡Tienes que calmarte! —sugirió él

—¿Cómo quieres que me calme? —preguntó Elisa, mientras se deshacía en miedo y lágrimas.

—¡Tienes que hacerlo! ¡Tenemos una hermana menor! Debemos llevarla a oriente para ponerla a salvo, debemos ir con nuestra mamá.

Elisa asintió mientras se tragaba sus lágrimas y desesperación, Ambos entraron y continuaron ordenando sus cosas.

 

Después de un rato había llegado el momento de abandonar la casa y tomar la carretera, sin embargo el caos gobernaba en la ciudad.

Alex conducía su vehículo en dirección a Florentys, una de las ciudades que se encontraba por la autopista trece, en dirección al oriente. Cuando llegó el momento, detuvieron el vehículo para comer algo en una tienda del camino.

Elisa consumía una ensalada de patatas con trozos de pollo y verduras, mientras que Alex y Paloma comían cada uno, una hamburguesa gigante, con filetillos de carne sabrosa, avocado, tomates y salsas. Tanya en cambio había pedido un emparedado con patatas fritas y una soda de color naranjo.

—No sé si pueda soportar otra hora dentro de ese auto —afirmó Paloma, hartando a su cuñada.

—¡Vas a tener que poder! Todos nosotros vamos a tener que hacerlo y lo haremos bien ¿Entendido? —preguntó Elisa, descomponiendo su ánimo.

—Guarda la calma, Paloma tiene razón, quizás podamos dormir en algún hostal, arrendar una habitación o algo. —Alex hizo sonreír a su pareja gracias a la posibilidad de pasar la noche en una cama. Paloma sintió satisfacción al ver que Elisa se descomponía más aún, ante las palabras de Alex.



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En el texto hay: suspenso, pandemia, universo distopico

Editado: 23.05.2021

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