La Última Reliquia de Aztlan..(volumen 1)

Capítulo 8: El Campamento de la Sombra.

​Escena: Selva densa, a un kilómetro de las ruinas de Chichén Itzá, Yucatán. Faltan tres horas para el atardecer y el eclipse del "Sol Negro".
​Ethan y Zara abandonaron el Vauxhall Corsa a varios kilómetros del sitio arqueológico. Sabían que el acceso principal estaría bloqueado. Su única opción era la infiltración a través de la densa selva de Yucatán.
​—La Corporación no controlará la selva de cerca. Confían en los muros y la seguridad perimetral —dijo Ethan, abriéndose camino con un machete comprado en Cancún.
​—No subestimes a Sterling —advirtió Zara—. Él sabe cómo piensa un arqueólogo. Sabrá que elegiremos la ruta más difícil.
​[El Campamento Base]
​A medida que se acercaban, el silencio de la selva se rompió por el sonido de generadores y voces.
​Ethan se arrastró por el suelo fangoso hasta el borde de un claro. Se detuvo, su corazón latiendo con fuerza.
​—Maldita sea —susurró.
​En el claro, no había guardias de seguridad normales. Había un campamento militar improvisado. Cuatro carpas de camuflaje, una antena satelital y al menos doce agentes de asalto de la Corporación, todos con uniformes de combate y armados con rifles automáticos.
​—Sterling no está bromeando. Ha traído un ejército —dijo Zara, evaluando la situación—. Están esperando a que la luz se desvanezca para moverse hacia el templo. Están usando esta base para cubrir el acceso desde el norte.
​—Ese campamento es nuestro cuello de botella. Tenemos que atravesarlo. No hay tiempo para rodearlo, o nos perderemos el eclipse.
​[El Plan de Infiltración]
​—Necesitamos llegar a la zona del templo sin ser detectados —dijo Zara, ajustando su Glock 26 con silenciador—. Yo me encargo de la seguridad. Tú te encargas de la distracción.
​—¿Qué tienes en mente?
​—Vamos a usar el método de la niebla. Distracción sutil, pero efectiva. Ethan y Zara estaban a oscuras, observando el campamento militar de la Corporación. Faltaban poco más de dos horas para el "Sol Negro".
​—Ese campamento es nuestro cuello de botella. No podemos rodearlo —dijo Ethan.
​—No vamos a rodearlo. Vamos a pasar a través de él —respondió Zara, abriendo su maletín.
​[El Gadget Silencioso]
​Zara sacó un pequeño dispositivo plateado, no más grande que un encendedor.
​—Dispositivo de ultrasonido. Configurado para una frecuencia no letal, pero lo suficientemente aguda como para causar vértigo severo y náuseas. Los anulará por unos tres minutos.
​—¿Y tú cómo lo neutralizas?
​—Con un par de tapones de espuma especiales que llevo en el bolsillo. Tú te pones los míos. Recuerda, el efecto es silencioso y rápido. En cuanto lo active, corremos.
​Zara colocó el dispositivo en el tronco de un árbol, apuntándolo al centro del campamento. Ella y Ethan se pusieron los tapones.
​3... 2... 1...
​Zara activó el dispositivo. No hubo sonido para ellos, pero en el campamento, el efecto fue inmediato y espeluznante.
​Los agentes de asalto se agarraron la cabeza, soltando sus rifles. Sus movimientos se volvieron descoordinados. Varios cayeron de rodillas, vomitando en la tierra. El ataque sónico, aunque silencioso, los había incapacitado al instante.
​[La Infiltración]
​—¡Ahora, Ethan! ¡Sigilo! —susurró Zara.
​Corrieron en cuclillas a través del claro. Ethan recogió un rifle de asalto caído por si lo necesitaban más tarde. Los agentes de la Corporación eran sombras retorciéndose en el suelo. Zara era una fantasma, moviéndose con una gracia felina a través de las carpas.
​Llegaron al borde opuesto del claro.
​—Hemos ganado dos kilómetros de ventaja. Pero ya casi se acaba el tiempo. El Templo está justo delante —dijo Zara, señalando la silueta oscura de una pirámide recortada contra el cielo crepuscular.
​[El Contacto de Sterling]
​Mientras salían del campamento, el teléfono satelital que habían tomado del camión en Londres comenzó a sonar. Era una llamada entrante, sin identificación.
​—Debe ser Sterling. No contestes —ordenó Zara.
​Pero Ethan, impulsivo y herido por la traición, apretó el botón de responder.
​—¿Sí?
​La voz de Sterling era tranquila, casi paternal, a pesar de la situación.
​—Qué decepción, Ethan. Has evadido a mis chicos en Londres y en mi campamento base. Pero eres predecible. Sabía que vendrías por el norte. Ahora, escúchame bien. Tengo un regalo de bienvenida para ti en la entrada del Templo de Kukulcán. Un antiguo amigo.
​La llamada se cortó.
​—¡Maldita sea, Ethan! ¿Qué te dijo? —preguntó Zara, furiosa.
​—Dijo que nos espera un "antiguo amigo" en la entrada del templo. Cierre Épico.
​Ethan había cometido el error de contestar la llamada, y Sterling había dejado caer su amenaza final: un "antiguo amigo" los esperaba en el Templo de Kukulcán.
​—¿Quién es, Ethan? ¿Quién de tu pasado conoce las ruinas?
​—No es mi pasado arqueológico, Zara. Es tu pasado de espionaje. La traición del hombre de la embajada.
​[El Francotirador]
​—Alistair Davies. Sabía que Sterling lo usaría —murmuró Zara, escupiendo en el suelo—. Alistair es un cobarde, pero era un excelente oficial de enlace. Sabe de comunicaciones, cobertura y, sobre todo, es un tirador experto.
​—Francotirador. Nos está esperando en el Templo. Él tiene una posición ventajosa, Zara.
​Se detuvieron en el borde de la selva. La pirámide de Kukulcán se alzaba majestuosa en la oscuridad. El único acceso parecía ser la gran explanada.
​—Él estará en la cima del Templo de los Guerreros o en el Observatorio —dijo Zara, señalando los puntos más altos—. Nos tiene en la mira.
​—Tenemos que dividirnos —dijo Ethan, su mente en modo táctico—. Uno va por el Templo, el otro neutraliza a Alistair.



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En el texto hay: accion, , misterio

Editado: 10.12.2025

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