El gas venenoso inundaba la cámara secreta. Ethan forcejeaba con Sterling, intentando mantenerlo alejado de la Reliquia. Zara, al borde de la asfixia, logró sacar la bolsa con el polvo de obsidiana.
—¡Muere, traidor! —gritó Zara, usando sus últimas fuerzas.
[La Reacción Explosiva]
Zara no lanzó el polvo a la cámara, sino directamente al conducto de ventilación en el nicho, donde se estaba filtrando el gas.
Al entrar en contacto con la concentración del gas venenoso (resinas y plantas locales), el polvo de obsidiana actuó como un catalizador, provocando una reacción química violenta.
¡BOOM!
No fue una explosión para destruir el templo, sino una detonación localizada y sorda que resonó dentro de la cámara. La presión del aire empujó a todos.
Sterling, que estaba de pie justo frente al nicho, fue golpeado por la onda expansiva y lanzado contra la pared de piedra. El gas venenoso, ahora neutralizado y quemado, se disipó.
Los agentes enmascarados de Sterling cayeron, aturdidos por la explosión.
[El Destino de Sterling]
Ethan, tosiendo, se puso de pie. Vio a Sterling. El Profesor estaba vivo, pero inconsciente, con el rostro ensangrentado. El mecanismo del nicho se había sellado permanentemente por la explosión química. La Reliquia de Obsidiana, que Ethan había arrojado, estaba intacta.
Zara se arrastró fuera de la cámara, respirando el aire limpio.
—Lo conseguimos... Ethan, está sellado.
—Sí. Y el poder de Sterling sobre la Reliquia ha terminado.
Ethan se inclinó sobre Sterling, no con rabia, sino con tristeza. Tomó la Reliquia de Obsidiana y la colocó en la bolsa de Zara.
—La historia es para ser estudiada, no para ser utilizada.
[Epílogo en la Selva]
Ethan y Zara se arrastraron fuera del Templo de Kukulcán, mientras las primeras luces del amanecer se filtraban a través de la selva, marcando el fin del eclipse del Sol Negro.
Dejaron a los agentes inconscientes y a Sterling a cargo de las autoridades mexicanas que Zara había alertado de forma anónima desde el avión. Nadie encontraría la cámara secreta ni la Reliquia sellada.
Se reunieron con el piloto del avión privado en un claro de la selva.
—¿Y ahora? —preguntó Zara, con la bolsa de la Reliquia colgando de su hombro.
—Ahora, la Reliquia es nuestra responsabilidad —dijo Ethan—. No la podemos destruir, es historia. No la podemos entregar, es demasiado poderosa.
—¿Dónde la escondemos, entonces?
Ethan sonrió, con su viejo brillo de arqueólogo regresando.
—En el único lugar donde Sterling no buscará: en la colección de arte de un buen amigo mío... uno que está tan loco como yo, y que odia a los traidores.
Y así, mientras el sol se levantaba sobre Yucatán, el Profesor Ethan Hayes y la Agente Zara Khan volaron hacia el horizonte, listos para su próxima aventura
Editado: 10.12.2025