La Última Sombra

1. El Desafío de la Locura

 

Le resultaba imposible ver nada, todo en aquel lugar era oscuridad, aquello no le causaba tanto miedo, como lo hacía el denso silencio, no había ni un solo ruido y eso comenzaba a agobiarlo.

Tragó una considerable cantidad de saliva, miró hacia ambos lados, pero no había nada que ver, simplemente aquel juego de sombras danzando con el inexistente sonido. Lentamente levanto sus dos manos, para su grata sorpresa, se dio cuenta que le era posible verse sus propias manos, sabía que aquella luz blanca que estas irradiaban no eran para nada normales, pero no le importaba, lo único importante en aquel momento, es que aquella oscuridad le producía una enorme confianza, a tal punto de que sentía que podría enfrentar cualquier reto que se le presentase.

Tras lo que parecieron agobiantes minutos, comenzó a embargarle una horrible desesperación que se manifestaba mediante su temblor de manos, su lengua saliendo constantemente para mantener húmedos sus labios. Su angustia solo fue en aumento, pronto comenzó a sentir que le resultaba imposible respirar como era debido, su pecho inicio a subir y bajar, sus labios se abrieron intentando compensar esa falta de oxígeno en su cuerpo, pero no importaba en los más mínimo lo que hiciera, aquel sentimiento de encontrarse encerrado en un cubo muy pequeño, fue apoderándose cada vez más de su cuerpo. Sus manos se levantaron y se apretó fuertemente el cabello, no entendía que era aquel lugar ni porque estaba allí, lo único que recordaba, eran aquellos sujetos que le habían atrapado, al hombre sucio que le había seguido hasta el lugar donde consideraba estaría a salvo, pero aquella oscuridad era algo nuevo para él, no era capaz de recordar su nombre, a decir verdad, no era capaz de recordar quien era o recuerdo alguno de su vida.

Movía el rostro de un lado a otro con la esperanza de encontrar aquella salvación que su cuerpo tanto deseaba, pero aquello sería una clemencia, algo que no había visto desde que abriera los ojos en aquella desconocida habitación. Su pecho cada vez se movía con mayor rapidez, el oxígeno no estaba llegando a sus pulmones, y entonces pareció comprenderlo, sus ojos se abrieron como platos y por un momento pareció ser alguien desquiciado, alguien que tras años de horribles vivencias hubiera perdido la cordura, un loco.

—No hay oxigeno —susurró mientras su lengua salía e intentaba humedecer sus labios, para su sorpresa, eso no fue posible, ya que su boca no estaba produciendo aquel liquido blancuzco y espumado, una nerviosa sonrisa comenzó a extenderse por su rostro, esto anudado a sus ojos abiertos como platos y desencajados, le daban un aspecto más que terrorífico—. No hay oxígeno, no hay oxígeno —una risita pausada pero cargada de desesperación escapaba con cada una de sus exclamaciones—, no hay oxígeno, y sin oxígeno no podemos vivir, voy a morir, voy a morir —sin saber realmente el por qué o como, comenzó a reír, su risa no estaba cargada de felicidad, sino de impotencia, de miedo, miedo a la muerte, levanto su mirada hacia arriba, sus ojos desencajados intentaron visualizar algo en la oscuridad, y sus labios temblaban con aquella desencajada sonrisa—. ¡No hay oxigeno! —gritó mientras elevaba ambos brazos y su risa acompañada de temor se apodero de sí mismo.

Cayó de rodillas, no sabía porque, simplemente había perdido la fuerza de poder mantenerse a sí mismo, y aunque todo aquello resultara muy extraño, no podía dejar de reírse, aunque fuera una risa de desesperación y locura, le resultaba imposible el poder parar, por lo que lo único que era posible escuchar allí, era aquella horrible risa cargada de locura.

En un movimiento brusco de su cabeza, le fue posible verla, estaba demasiado alejada para poder saber si se trataba de alguien o algo, y aunque aquello le produjera un sentimiento de incertidumbre, fue suficiente para que dejara de reír, su mirada volvió a la normalidad, lentamente se puso en pie, su entrecejo se frunció, se llevó una mano hasta el rostro, se lo froto de manera violenta, tras abrir los ojos, aun le era posible verla, así que concluyo que aquello no podía ser una ilusión.

—¡¿Hola?! —gritó esperanzado en que alguien pudiera oírlo, para su mala fortuna, aquello no hizo el menor gesto de haberle escuchado. Un tanto desconcertado y guiado por salir de aquella situación, o por lo menos de entender que estaba sucediendo, dio el primer paso, al hacerlo, comprendió que podía moverse, que no estaba encerrado en un pequeño cubo oscuro, eso le regreso cierta confianza.

Los demás pasos le resultaron más fáciles de realizar, cuando considero que estaba a una prudente distancia, se detuvo, podía no recordar su nombre, podía no recordar quien era, pero no era un estúpido, sabía que tenía que andarse con cuidado o sino todo podría terminar muy mal para él. Entrecerró los ojos en un intento de saber que era aquello que estaba mirando, gracias a que se había acercado, le fue posible determinar que se trataba de una mujer, lucía un hermoso vestido rojo, esta al igual que él irradiaba una gran cantidad de luz blanca por lo que era fácil el poder mirarla, aunque intento realmente definir su rostro, le resultó imposible hacerlo, y no se debía a que tuviera una mala visión, sino que las facciones de la mujer eran inexistentes, solo era posible ver un borrón blancuzco, un cabello agitándose como si recibiera directamente una corriente de aire, aunque no poder verle el rostro hubiera bastado para saber que aquello no podía ser nada bueno, continuo analizándola, era posible ver una radiante sonrisa de dientes blancos.




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