El arrastrar de los cadáveres dejaba una enorme línea de líquido negro sobre la madera, era sencillo saber a dónde se dirigía, ya que la gran mayoría de aquellas cosas iban a parar al mismo sitio, ya fuera hacia la orilla de la izquierda o la derecha.
Al lograr llegar hasta la orilla indicada, dos hombres se colocaban a cada lado, sin más, uno tomaba a la bestia de los hombros mientras que el otro lo hacía de las piernas, debían de ser pesadas, ya que a dos hombres aunque sucios se les veía que tenían una buena salud, les costaba demasiado levantar a la bestia y lanzadla al extenso mar.
Aunque el cielo estuviera cubierto por aquellas nubes grises, era sencillo saber que estaba haciendo un horrible calor, eran contadas las ocasiones cuando el sol podía traspasar aquellas grisáceas y densas nubes. Sus azules ojos se desviaron del cielo y enfocaron a su captor caminando hacia donde él se encontraba.
—¿Todo en orden? —preguntó más que nada por mera cortesía, al igual que por temor a que esas bestias regresaran.
—Sí, todos han sido asesinados —respondió mientras llegaba al límite, sus manos se posaron sobre la protección del barco y miró fijamente hasta donde se extendía el mar.
—Sé que has estado muy ocupado, pero quiero que sepas, que estoy totalmente agradecido por salvarme la vida...
—Simplemente estaba cumpliendo con mi misión, esta específicamente claro que debo llevarte con vida, así que eso es lo que haré —respondió con aquel tono seco y enojado con el que le había conocido.
—¿Cómo te llamas? —exclamó tras algunos densos minutos en silencio.
—No importa —terció con voz ronca.
—Entiendo que todo lo que haces por mí es a causa de tú misión, pero si no me quieres decir quién te ha enviado por mí, por lo menos podría conocer el nombre del sujeto que salvo mi vida —reflexionó mientras miraba como aquel hombre que se había encontrado en el pasillo del barco, corría para reunirse con una mujer y un niño pequeño, los tres se fundieron en un cariñoso abrazo entre lágrimas.
—Haitachi, ese es mi nombre —respondió. Aunque no lo estuviera mirando fijamente, logró sentir como Haitachi clavaba su fiera mirada en su persona—. Y a todo esto, ¿Cuál es tu nombre?
Una diminuta sonrisa se formó en su rostro al escuchar la pregunta de Haitachi, aunque al principio no lo hubiera pensado así, pronto se dio cuenta que podría usar aquella conversación para saber más de sí mismo.
—Te envían a buscarme, ¿Pero no te dicen cuál es mi nombre? —interrogó al tiempo que un bufido escapaba de sus labios.
—Yo acepto misión. Yo obtengo datos sobre misión. Yo no hago preguntas. Yo cumplo misión —aclaró Haitachi mientras devolvía la mirada hacia el extenso mar. Por algunos segundos solo fue posible escuchar el soplar del viento, el agua golpeándose contra la estructura del barco, el chapoteo que provocaban las bestias al ser lanzadas al mar. Su mente no le prestó atención a nada de aquello, estaba totalmente concentrada, sabía que no podía mostrarse dudoso ante alguien como Haitachi, pero tampoco podía decirse que eran íntimos conocidos, por lo que no creía conveniente el decirle que realmente no recordaba nada de su pasado.
Cerró los ojos, aspiró aquel aire un tanto nauseabundo, debía arriesgarse, era todo lo que podía hacer en aquel momento.
—Me llamo... —sus ojos se movieron hacia todos lados buscando algo que le sirviera como nombre, pero a cualquier lado que mirara, solo le era posible ver desolación y pesimismo, entonces decidió buscar en su mente y de pronto una respuesta llego a la misma—, Kaebu... si, me llamo Kaebu...
—Kaebu, si, te pega —aquellas palabras hicieron que un enorme peso se desvaneciera de sus hombros y pudiera soltar el aire que tanto estaba reprimiendo.
—¿Qué eran esas cosas? —interrogó tras ver que muchas personas se acercaban a la última bestia que quedaba para darle alguna patada, escupirle, algunos hasta llegaron a reírse sarcásticamente, otros se limitaron a verla con el ceño fruncido y un infinito odio en sus miradas, sin más la levantaron y lanzaron contra el mar.
—¿Jamás habías visto un Mordedor? —interrogó Haitachi, Kaebu logró detectar cierto escepticismo en su pregunta, por lo que definió que aquellas cosas se veían muy a menudo en aquel lugar.
—No, jamás había visto a un... ¿Mordedor?, ¿Lo llamaste así? —por más que había intentado buscar una respuesta que le hiciera salir adelante, comprendió que sería imposible, por lo que decidió que lo mejor era no mentir.