La Última Sombra

3. El Deseo del Humano

 

Sus ojos se abrieron despacio, lo primero que logró enfocar era un techo de madera con un tallado en forma de enredaderas y a simple vista parecía ser un tanto rustico. Su ceño se frunció, aquel techo no se parecía en absolutamente nada al del Vientoblanco, no tuvo que pensarlo durante mucho tiempo, cuando entendió que estaba sucediendo, abrió los ojos de par en par, intento girar hacia su lado izquierdo pero se encontró con un obstáculo un tanto suave, aquello pasaría desapercibido para él, ya que su miedo era más grande, así que buscando una manera rápida de salir de allí, solo atino a girar hacia su lado derecho, giró con tal intensidad, que termino por caer al suelo.

De sus labios escapo un pequeño quejido tras haberse golpeado en un costado, apretando los dientes y aplicando fuerza en las piernas, logró ponerse de rodillas, con sus ojos un tanto entrecerrados, comenzó a mirar todo aquello que le rodeaba.

Se trataba de una habitación rectangular, era lo suficientemente grande para sentirse libre de moverse a donde quisiera, por mera curiosidad, se levantó un poco. A su lado derecho se levantaba una pared que era cubierta con un tapiz negro y cientos de escudos plateados grabados en el mismo, había unas cuantas lámparas incrustadas en la pared, pero ni un poco de luz escapaba de su interior. Muebles de madera se levantaban imponentes, dentro se lograba apreciar una gran cantidad de libros, algunos solo eran pequeñas mesas donde reposaban diferentes y coloridas botellas.

Guiado por su curiosidad, giró hacia su lado derecho, la pared estaba igualmente tapizada, también había lámparas incrustadas y apagadas, lo que más le sorprendió, es que no hubiera tantos muebles, sino que tres diferentes persianas blancas parecían estar cubriendo tres diferentes ventanales.

Volvió la vista atrás, fue justo en ese momento que se percató de que había despertado en un sofá rojo vino, miró hacia abajo, el suelo era de un mármol verde oscuro, más adelante se levantaba una pequeña mesita de cristal, encima reposaban unos cuantos libros y lo que parecía ser una miniatura de un árbol. Debajo de la mesa de cristal se encontraba un tapete color oscuro, hacía su lado izquierdo se encontraba otro sofá igual de rojo y largo como en el que había despertado, hacía el frente, se encontraba uno que debía ser individual.

Sus piernas se desdoblaron y se puso en pie. Un poco más al fondo le fue posible ver un escritorio de madera resistente, arriba reposaban libros, documentos, hojas ordenadas, y un pequeño vaso con diferentes lápices y bolígrafos, hacía atrás, era posible ver una silla de color negro. Y en la pared que los presidía, se lograban deslumbrar dos cuadros, el de la derecha se trataba de un samurái, estaba mirando hacia abajo mientras la lluvia cubría todo su cuerpo y se llevaba la sangre de su katana. El de la izquierda era un tanto diferente, era un paisaje abierto, el cielo era de un azul intenso, el césped brillaba de lo verde que estaba, y en el cielo, en la lejanía, era posible ver pequeñas bestias con alas sobre volando aquella pequeña aldea.

Sus ojos azules volvieron a repasar el lugar, entonces reparo en más mesas, estas eran redondas y tenían un delgado tallo, encima reposaban desde pequeñas estatuas de diferentes animales, hasta caballeros medievales con todo y sus armaduras.

—No, no de nuevo —susurró mientras recordaba la última vez que había despertado en un lugar desconocido, y como es que habían terminado las cosas para él.

Escucho el girar de un picaporte, su cuerpo se movió por instinto y se quedó mirando fijamente la puerta, esta se abrió muy despacio.

—Oh vaya, pero si ya has despertado —exclamó con un tono no carente de tranquilidad aquel... ‹‹¿Anciano?››, fue la primera palabra que acudió en su ayuda y le ayudo a identificar a aquella extraña persona.

Se trataba de un hombre de edad avanzada, era un poco más bajo que él debido a que su cuerpo se inclinaba hacia delante un tanto encorvado. Todo el cabello que alguna vez hubiera tenido en su cabeza se había perdido, dejándole una calva donde era sencillo localizar diferente manchas. Su rostro no era tan diferente, tenía muchas arrugas y manchas, sus ojos marrones estaban muy cerrados debido a las arrugas, su nariz era un tanto grande y ganchuda, Kaebu no dudaba que mucho pelo estuviera saliendo de sus fosas nasales, pero quedaba perfectamente oculto tras aquella larga y frondosa barba grisácea que le llegaba más allá del pecho. Su vestimenta también era extraña, lucia lo que debía ser una túnica que llegaba hasta el suelo, era de color blanco con llamaradas naranjas extendiéndose por diferentes lados, por su cintura se amarraba un cinturón negro.

El Anciano cruzo aquella habitación con pasos cortos y lentos, llegó hasta la mesa donde había diferentes bebidas, levanto dos vasos de cristal, después acerco demasiado sus ojos hacía las bebidas, tal vez en un intento de leer los nombres de las etiquetas. Mientras el Anciano luchaba por encontrar la botella que buscaba, a Kaebu le resulto sencillo ver un dibujo bordado en la parte trasera de la túnica, debía de tratarse de algún reptil, este parecía estar dando una vuelta y tratando de comerse su propia cola, era de un verde intenso, lo único que lo desconcertó, fue el gran detalle para bordar las escamas en el cuerpo del reptil.




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