La Última Sombra

9. La Cruel Realidad

 

Le resultó imposible el no soñar con Mordedores, aquellas atemorizantes criaturas se le lanzaban, él no podía hacer absolutamente nada, no tenía a Guardasombras, no tenía a Haitachi para que le protegiera.

Le obligaron a caer al suelo, el Mordedor abrió su pestilente boca, una lengua extrañamente larga salió y pareció saborearse su carne. Y sin esperárselo, le encajo los pequeños y filosos dientes en la mejilla, sintió como su piel era arrancada con una gran facilidad, al igual que un líquido caliente le comenzaba a escapar corriente abajo. Tirado allí, sin poder defenderse, vio a los demás Mordedores acercarse, abrir sus grandes bocas y lanzarse al ataque.

Un grito le acompaño mientras se levantaba, su pecho subía y bajaba, su aliento escapaba en forma de agitación, una capa de sudor se había apoderado de su rostro y cuerpo, le bastaron unos segundos para entender que había sucedido.

—Solo ha sido un sueño —dijo más que nada para terminar de convencerse. Cerró los ojos y tomó un largo respiro. Cuando logró normalizar su respiración, abrió sus azules ojos y los fue a dirigir hacía el reloj que reposaba encima de la mesita de noche, este marcaba las siete con dos minutos.

Dejando escapar un poco de aire, apartó las mantas y se puso en pie, debido a que había sudado en demasía, fue que comprendió que debería darse un baño.

Aunque se hubiera despertado con tal brusquedad, cuando se puso en pie y caminó hacia su maleta, aun así estaba un tanto adormilado, además que sentía todo el cuerpo cansado. Por un momento llegó a pensar que había sido contaminado con el Virus R, hasta que recordó los demás síntomas, aquello le hizo tranquilizarse, extrajo la ropa que iba a usar y sin más abandonó la habitación.

Caminó hacia el final del pasillo ya que allí se encontraba el cuarto de baño. Antes de llegar a la puerta, esta se abrió dejando ver a Layla cubriendo su cuerpo con una bata blanca, su cara de fastidio le dejo en claro a Kaebu que algo no le había agradado.

—Al parecer solo contamos con agua fría —masculló al pasar a su lado, Kaebu se limitó a asentir con un movimiento de cabeza, antes de que pudiera entrar al cuarto de baño, logró escuchar claramente como Layla descargaba su frustración cerrando con más fuerza de la necesaria la puerta de su habitación.

Sabiendo que no podía hacer mucho, decidió entrar al cuarto de baño. Su primera impresión fue que era sencillo. Las paredes eran de metal, había un retrete, un lavamanos, un armario, además de una regadera apartada para ducharse. Al abrir el armario, se percató que solo había sido cargado con dos batas, al igual que con dos toallas y dos tejas de jabón. Un tanto cansado por aquel trato, tomo la teja no usada, se desnudó y entró a la regadera.

Cuando el agua golpeo su cuerpo desnudo, comprendió el enojo de Layla. El simple contacto parecía quemarle la piel. Aun respirando entrecortadamente, logró ducharse, ya hacía el final, logró controlar su respiración y relajar un poco sus tensos músculos.

Salió del cuarto de baño titiritando, por más que intentaba detener sus dientes, estos parecían tener vida propia y continuaban golpeándose los unos con los otros. Molesto por aquello, fue que entró en su habitación. Se apresuró a vestirse con unos vaqueros, sus zapatillas, una camiseta roja y encima una chaqueta azul oscuro, cuando tuvo todas las prendas, fue que su cuerpo comenzó a entrar en calor y sus dientes dejaron de pelearse.

—Señor Spearhead, el desayuno se servirá dentro de cinco minutos —le recordó aquella voz femenina un tanto electrónica. Kaebu dirigió su mirada hacía el reloj y miró que este marcaba las nueve con veinticinco minutos.

—Yo diría que es el almuerzo —comentó al percatarse de la hora. Justo en ese momento tres golpes resonaron en su puerta.

—Vamos niño, hora de desayunar, a menos que quieras quedarte sin alimento —dijo Layla desde afuera, con una sonrisa en los labios, Kaebu abandono la habitación, ambos subieron al ascensor y esperaron.

En cuestión de segundos las puertas se abrieron, se deslizaron por aquel amplio lugar hasta llegar al final, recogieron sus bandejas sin ver a nadie en específico, y ni siquiera escucharon el comentario sarcástico por parte de Astar.

Se sentaron en una mesa vacía, el desayuno consistía en dos huevos cocidos, dos tiras de tocino, tres rebanadas de pan untadas con chocolate todo acompañado por una taza de café tibia. Antes de que mordiera su primer huevo cocido, se percató de que Richard y su pequeño grupo de amigos se levantaban de la mesa, dejaban todo tirado en el lugar que habían ocupado, se alejaron sin agradecer por la comida, justo en ese momento las puertas del ascensor se abrieron, la rubia se apartó con rapidez para que Richard y su grupo entraran al ascensor. Algunos dejaron escapar carcajadas ya que la tal Jane en su afán por alejarse con rapidez, había pisado mal y estuvo a punto de caer, logró recuperar su equilibro y escuchar claramente las risitas burlescas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.