La Última Sombra

14. El Juicio de un Blake

 

En la lejanía era posible ver las denominadas Puertas de la Salvación. Era la primera vez que podía apreciarlas en todo su esplendor. Su primer encuentro con ella la noche ya les había caído encima, por lo cual fue imposible el poder verlas. En la segunda ocasión, se había tenido que conformar con verlas en la lejanía cuando Haitachi le estaba mostrando Mictlan. Su última oportunidad se presentó cuando comenzó aquella peligrosa misión, pero no le había prestado la menor atención, ya que todo su ser estaba concentrado y pensando porque el equipo formado por Richard le trataban tan mal.

El muro era muy alto, tanto que en ocasiones se perdía entre las nubes grisáceas. Tampoco le fue posible determinar su largo, ya que parecía ser infinito. No dudaba que aquellos importantes datos los podría encontrar en el libro prestado, pero aún le resultaba imposible el poder retomar la lectura.

Por un lado, aquella vocecita que había parecido molesta al principio, ahora se estaba volviendo más nítida, era algo que en ocasiones le asustaba, pero en su gran mayoría, siempre aparecía en los momentos menos indicados. En una oportunidad, Kaebu había bajado a desayunar, allí se encontró con los sobrevivientes del equipo formado por Richard, todos ellos estaban sentados a una misma mesa, Kaebu logró ver al fondo a Layla, pero aún se encontraban un tanto distanciados, y en su pensamiento, si ella no quería hablar con él, entonces él haría lo propio. Por ello termino sentando en una mesa vacía, y sin saber porque, su mirada fue a fijarse a la mesa más ocupada.

‹‹Los vez, están hablando de ti, están confabulando para traicionarte, deberías hacerlo tú primero, acaba con ellos, eso es lo mejor para ti››, le susurró con cierta malicia la vocecita. Kaebu apretaba los parpados y tomaba un respiro, ‹‹sabes que estoy en lo cierto, hasta la que considerabas tu compañera te ha dado la espalda, debes actuar con rapidez o todo terminara mal para ti››.

Sabía que la voz tenía razón en aquello. Layla se había alejado mucho de él, pero no se debía solo a ella, sino también a él, ya que en vez de terminar con aquellos encuentros con Jane, estos parecieron ir en aumento, algo que no le agrado para nada a Layla, ya que no confiaba en la rubia.

—Fantástico, ¿No? —Kaebu giró la cabeza, Jane se reunió con él, juntos admiraron el maravilloso muro. Por el simple rabillo del ojo, Kaebu miró atentamente a su acompañante. Aun le parecía difícil que alguien con semejante belleza le permitiera compartir el lecho con alguien como él.

—Por supuesto —respondió con un poco de duda. Kaebu sintió claramente como su piel iniciaba a calentarse al tiempo que un color rojo tomate comenzaba a subir desde su cuello hasta su rostro.

Aquellos eran los sentimientos que últimamente lo embargaban cuando se encontraba a solas con Jane y ambos continuaban totalmente vestidos. Ahora que su vida no podía terminar de un momento a otro, y además que no tenía algo en lo que gastar su tiempo, su mente comenzó a pensar, inició a cuestionarse cosas, preguntas tales como, ¿Qué eran? le embargaron la cabeza. Si se ponía a pensar detenidamente en ello, se daría cuenta que él y Jane apenas si conseguían mantener una conversación, intercambiaban unas cuantas palabras de cortesía, pero lo que más hacían cuando estaban juntos, era entregarse a la desmedida pasión que sus cuerpos sentían. En aquellos momentos era cuando Kaebu se olvidaba de todo, la vocecita, Layla, Emerald, todo. Al llegar todo a su final, las preguntas volvían a invadirlo, Jane se dormía en su pecho, le abrazaba, pero a la mañana siguiente, apenas si intercambiarían unas cuantas palabras.

Todo eso unido le hacía sentirse solo en la Vientoazul. En ocasión había intentado tener una plática seria con Jane, la rubia apenas si le escucho, aquello le dejo en claro una cosa, su romance tan solo era temporal.

Kaebu fijo su atención en los altos muros, una sonrisa se extendió por su rostro, ahora lo comprendía, lo que fuera que tuviera con Jane, se terminaría justo en el momento que cruzaran aquel imponente muro y no sabía si estaba preparado para ello.

 

El desgarre de la tela embargo todo el camarote.

—¿En verdad esto es necesario? —preguntó mientras que era obligado a darse media vuelta y poner las manos atrás.

—Por supuesto que no es necesario —respondió con cansancio Layla mientras amarraba ambas manos de Emerald con aquel pedazo de tela tomado de la sabana—. Pero tampoco puedo llevarte caminando como si fueras uno de nosotros, esto le hará saber a tu sobrina que algo no está bien.

—Eres una mujer muy lista, y eso me deja con muchas dudas —Emerald se giró por petición de Layla y se encaminaron hacía la puerta—. ¿Por qué sigues órdenes del mocoso?, tú eres cien veces mejor.




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