La Última Sombra

17. El Cazador de Sangre

 

—¿Nos quedaremos aquí hasta que anochezca? —preguntó al darse cuenta que varias personas que pasaban por allí se les quedaban mirando, tal vez preguntándose si los jóvenes se encontraban bien.

—Idiota —masculló la pelirroja, por un momento esto desconcertó a Kaebu, hasta que vio la sonrisa en los labios de su compañera, lo que le hizo entender que no lo había dicho para agredirlo.

Sabiendo que ya no tenían nada más que hacer allí, ambos volvieron al departamento.

Raelys al parecer quiso distraer su mente cocinando un poco. Debido a que Kaebu no tenía nada mejor que hacer fue que decidió acercarse a la cocina.

—¿Puedo ayudarte? —Raelys dio un pequeño respingó, al parecer no le había escuchado llegar, le tomo varios segundos el poder tranquilizarse.

—Por supuesto —respondió cuando recupero la calma—. Puedes pasarme del refrigerador una bolsa de camarones.

—Claro —Kaebu avanzó hasta el refrigerador, lo abrió con un simple movimiento y miró todo el contenido, había carne congelada, agua fresca, un poco más abajo varios vegetales y frutas, con el ceño fruncido, Kaebu buscó en el frío aparato, hasta que dio con una bolsa un tanto congelada y donde dentro parecía tener pequeños camarones, cogió la bolsa y volvió junto a Raelys, la cual había puesto una olla de metal con agua en el fuego, dentro flotaba una cebolla junto a una gran cantidad de lo que debería ser espagueti.

—Podrías descongelarlos, por favor —Kaebu asintió con un movimiento de cabeza, se acercó hasta el lava vajillas, dejo la bolsa en la superficie hueca y abrió el agua, manipulo un poco la bolsa buscando que la descongelación sucediera con mayor rapidez.

Miró de reojo todo lo que Raelys estaba realizando, por lo cual decidió dejarla trabajar en silencio. Por más que intento mantener la boca cerrada, la curiosidad fue apoderándose de cada parte de su cuerpo, obligándole a buscar las respuestas que tanto necesitaba.

—Hay algo que no comprendo —dijo al tiempo que cerraba la llave del lava vajillas, ya que consideraba que los camarones estaban lo suficientemente descongelados.

—Pásame los camarones —pidió Raelys, Kaebu se los entregó, la pelirroja abrió la bolsa y vació una consideraba cantidad a una cazuela donde le esperaba una extraña mezcla, se apresuró a coger una cuchara de madera e inició a mover toda aquella mezcla que para sorpresa de Kaebu, dejaba escapar un olor muy reconfortante—. ¿Qué es lo que no comprendes?

—Por lo que he leído —ahora que la pelirroja le había dado carta abierta para exponer sus dudas, Kaebu no estaba dispuesto a dejar pasar semejante oportunidad—, me imaginó que el mundo llegó hasta cierto año donde el alimento extraído tanto por la tierra como por los animales era insuficiente, por lo cual, no comprendo cómo es posible que continuemos gozando de todos estos recursos.

—La Ley de la Alteración Genética se aceptó en... —guardó silencio, movió de manera pensativa la lengua, hasta que recordó lo que estaba haciendo por lo que pronto volvió a manipular los instrumentos de la cocina—, lo siento, soy pésima recordando fechas, como sea, esta ley se aprobó, lo cual derivo en que la gente dejo de consumir lo que diera la tierra o los animales, y solo se concentraron en adquirir los alimentos cultivados en los diferentes laboratorios del mundo. Se dice que hubieron muchas marchas negándose a alimentarse con esto, lo cierto es que con el pasar del tiempo se demostró que fue una buena decisión, ya que los alimentos modificados eran muy ricos en proteínas, por lo cual no importaba cuanto comieras, al final de cuentas no afectaba en demasía a tu cuerpo, fue una buena manera para combatir la obesidad que estaba poblando al mundo en aquellos tiempos.

—¿Lo que estas tratando de decir es que... estos alimentos fueron fabricados en un laboratorio? —preguntó imaginándose a un loco con una bata agregando pequeñas gotas a bolas de papel que se iban trasformando en alimentos.

—Lo que estoy tratando de decir, es que desde que naciste, te has estado alimentando con esos productos —sentenció Raelys con una sonrisa divertida. Un tanto confundido, Kaebu fue a tomar asiento. La pelirroja continuó manipulando la cocina, hasta que le sirvió un plato con espagueti junto a los camarones, al igual que sirvió un poco de vino en dos copas, según ella habían sido enviadas dos botellas por órdenes de Baruj, sin duda por la gran misión que habían cumplido.

Kaebu miró su plato un tanto indeciso, olía increíble y se veía apetecible, pero por alguna razón que desconocía no podía dejar de pensar de dónde venían aquellos alimentos.




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