La Última Sombra

27. Infinita Soledad

 

—Muy bien, debes sujetarla con firmeza —le aconsejó su padre. Alex apretó un poco más el agarre de la Pick G40, al principio pensaba que pesaba demasiado, por lo cual se vio un tanto sorprendido al levantarla y darse cuenta que apenas si pesaba medio kilogramo. Era delgada, oscura, con un cañón largo y una culata de acero grisáceo, solo necesitaba un cartucho de energía y te otorgaba la oportunidad de hacer veinte disparos, aunque no eran muy mortíferos provocando pequeñas heridas en el cuerpo—. Relájate, debes tener la mente despejada, simplemente céntrate en tu objetivo y tu disparo saldrá hacía ese lugar.

Observó atentamente sus objetivos, se trataban de tres botellas de vidrio que había encontrado por allí, estaban sobre una plataforma de madera a veinte metros de distancia. Apuntó y disparo, una luz verde escapo a toda velocidad y la cual no tardó en impactarse y tronar una de las botellas, no se movió de su sitio, simplemente movió su mano y volvió apuntar, disparo, otra botella rota, apuntó una tercera ocasión y el sonido del vidrio destrozándose en miles de pedazos embargaron aquel desolado parque.

—Muy bien —su padre dio un pequeño aplauso—, ahora solo te falta practicar para disparar con rapidez, pero por hoy es más que suficiente.

Alex podía sentir claramente la adrenalina corriendo por todo su cuerpo. Un tanto agitado, bajo lentamente la Pick. Estaba totalmente seguro que aquello era una pérdida de recursos, y más en el mundo que les rodeaba. No podían darse el lujo de desperdiciar varios disparos contra botellas, aun así, su padre insistió en que lo hiciera, algo que ciertamente le hacía sentirse como un inútil, ya que solo se dedicaba a gastar recursos, en ocasiones se preguntaba si su padre estaría mejor sin él.

—Necesitamos provisiones —se llevó una mano a su mentón donde había crecido una insípida barba oscura con tintes grisáceos, levantó el rostro hacía el cielo, el cual se había tornado un tanto rojo debido a que el sol ya se estaba ocultando—. No contamos con muchas horas de luz, por lo que debemos movernos deprisa, vamos Alex, ha llegado el momento de revisar ese centro comercial que se encuentra en el corazón de la ciudad.

Aquello le tomó por sorpresa, su padre debería tener demasiada hambre como para aventurarse en entrar a la ciudad de llenó. Sabiendo que no podría discutir con él, se apresuró a guardar su Pick en la pierna derecha, se acomodó la chaqueta verde musgo y se mostró listo para la aventura.

Su padre se peinó el cabello hacía atrás, se arremango las mangas de la camisa blanca, sin más emprendieron la marcha.

El lugar estaba totalmente solitario, en algunos puntos era posible observar casas quemadas o edificios a punto de colapsar, sin duda resultado del enfrentamiento del ejército alemán contra algún otro ejército, o posiblemente algún grupo rebelde que quería abandonar la ciudad de Ámsterdam.

Caminando un poco más por las abandonadas calles, el tiempo le dio la razón al encontrarse con un tanque de guerra abandonado, a su alrededor había varios cadáveres que lucían el uniforme rojo y oscuro de los alemanes.

—Hay que revisarlos —ordenó su padre. En eso se habían convertido, en unos carroñeros buscando en cadáveres, aunque no le gustara ni un poco aquella práctica, se acercó a los cadáveres, algunos soldados tenían el rostro atravesado de un lado a otro, siendo en la mayoría que posiblemente muriera de un tiro, aunque por la forma del hueco, no dudaba que hubieran sido disparados desde la espalda, algo ciertamente bajo.

Observó el chaleco de energía rojo, fijo su atención en las líneas y el círculo del centro, no irradiaba ni un poco de luz, lo que significaba que no guardaban ni un poco de energía, por lo cual eran inservibles. Tampoco le fue posible ver armas.

—Parece que alguien se nos ha adelantado —exclamó su padre señalándole uno de los cadáveres, donde su chaleco había desparecido—. Debemos andarnos con cuidado, todavía podrían andar por aquí.

Algo brillante dejo escapar un destello, Alex dejo a su padre y avanzó hacía el lugar, se trataba de otro cadáver, tampoco contaba con chaleco o arma alguna, más aun así, sostenía un Constantiam en su putrefacta mano, apretando su nariz con los dedos, se inclinó evitando tocar aquel tubo brillante de luz roja, lo tomó de la parte inferior oscura y jaló hacía arriba, el cadáver lo mantenía muy bien aprisionado.

—¡Suéltalo maldito! —masculló Alex aplicando más fuerza, escuchó como algo crujía y entonces se vio impulsado hacía atrás con tanta fuerza que terminó cayendo de nalgas contra el duro concreto.




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