La Última Sombra

29. Los Recuerdos del Mañana

 

Las luces le golpearon directamente en el rostro, debido a que había caminado mucho tiempo entre la oscuridad, aquella deslumbrante fuente de luz le hizo un poco de daño y buscando reducirlo, se vio en la necesidad de cerrar y apretar fuertemente los parpados.

Debido al tiempo que paso en la oscuridad, le fue sencillo el desarrollar los demás sentidos y que le fueran de ayuda, por lo que no le fue complicado escuchar como el seguro de varias armas eran retirados y se levantaban apuntándolos directamente.

—¡Esperen —suplicó levantando su única mano libre, la otra no podía usarla debido a que con ella sostenía a su padre—, no queremos hacerles daño ni robarles, simplemente, necesito algunos medicamentos para salvar a mi padre!

—¡¿Acaso nos viste cara de buenos samaritanos?! —rugió alguien de voz potente y acostumbrada a ordenar. Maldiciendo en su interior, abrió lentamente sus destellantes ojos azules, lo primero que observó fueron seis sombras acechándolo, mientras trascurrían los segundos, las sombras fueron tomando una apariencia más humana.

Les analizo detenidamente. Había cuatro hombres, los cuales mantenían arriba sus armas, solo dos de ellos poseían armas de energía, los restantes llevaban armas de balas. Detrás de los hombres había dos mujeres, ellas no parecían estar muy de acuerdo con el actuar de sus compañeros, o eso le gustaba pensar, ya que descubrió temor en sus miradas, además que mantenían las armas apuntando hacia el suelo.

—Por favor —su padre le había enseñado a que no se mostrara débil ante nadie, pero en aquella situación en la que se encontraba, sentía que esa lección no le valía para nada—, se ha herido, solo necesito un poco de antibióticos, agua y aguja para coserlo, pueden quedarse con nuestras reservas, si quieren las armas también, pero por el amor de los dioses, sálvenle la vida a mi padre.

—No sé con quién nos has confundido muchacho, pero nosotros no somos esa clase de personas —una sonrisa burlona se extendió por aquel rostro manchado de mugre—, no os asesinaremos, no nos llenaremos las manos con su sangre, pero eso no significa que no obtendremos sus cosas, posiblemente el viejo esté a punto de dejarnos.

—Por favor —sin proponérselo varias lagrimas afloraron en sus ojos, sintió aquel líquido correr corriente abajo y llevarse un poco de la suciedad que lo cubría. Quería ser fuerte, no romperse, pero en aquella situación le resultaba imposible, ni siquiera le enfadaba un poco la sonrisa burlona de aquel desconocido.

Perdió fuerzas en ambas piernas, había estado caminando sin descansar un poco, por lo que aquello no era extraño, intentó apretar los dientes para mantenerse en pie, le fue imposible, el dolor se extendió por todo su cuerpo, sus pies le fallaron y termino por caer al suelo. Un quejido escapo de su interior cuando el cuerpo de su padre cayó sobre el suyo.

—¿Papá? —interrogó al escuchar lo complicado que se le hacía hacer algo tan sencillo como coger aire. Intentó quitárselo de encima para prestarle ayuda, le fue imposible, su cuerpo no quería responderle, estaba totalmente cansado. Apretó los dientes—. ¡Papá, no!

—¡Por los mil demonios! —escuchó que alguien maldecía.

—¿Qué crees que haces, Rouse? —rugió aquella potente voz.

—Salvar vidas humanas —respondió alguien—. Celyne, Rhett, denme una mano.

Antes de que lograra comprender que estaba sucediendo, sintió como el peso extra de su padre le era quitado de encima, una vez eso sucedió le fue más sencillo el poder coger un poco de aire.

—Llevémoslo dentro —haciendo un enorme esfuerzo, apretó los dientes y logró levantarse, debido a que la luz ya no le apuntaba directamente al rostro, solo le fue sencillo distinguir como dos sombras dirigían a su padre al interior del hospital, mientras que las demás se apartaban un tanto molestas.

Buscando no dejar solo a su padre, hizo un enorme esfuerzo por ponerse en pie, dando tras pies logró abrirse paso entre las sombras, gracias a los que iban delante, fue que no se vio en la necesidad de abrir las puertas, sabía perfectamente que no tenía las fuerzas necesarias para hacerlo. Cruzo mientras las puertas se cerraban lentamente.

—Acuéstenlo en una de las camillas —ordenó una vez más aquella voz femenina. Observó atentamente como su padre era tendido en una camilla y fue empujado metiéndolo dentro de una habitación.

Apretando los labios, avanzó dando tras pies hacia el lugar, antes de que consiguiera llegar, una figura humanoide se interpuso en su camino.

—Debes esperar afuera, haré todo lo que este en mis manos para salvarlo, te ves muy cansado, por favor, descansa, es la mejor manera en que puedes ayudarme —sin más se dio media vuelta dejando tan solo un destello plateado, antes de que consiguiera decir algo, la figura se perdió al cruzar las puertas.




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