La Última Sombra

32. Los Deseos de un Humano

 

—Rouse —fue la primera palabra que la pelirroja menciono cuando termino de narrarle su pasado. La comprendía, Rouse había sido la única mujer con la que había compartido un lazo de amor, aun le quedaban muchas cosas por resolver, un ejemplo claro de ello era que las fechas no terminaban de cuadrar.

Apartó aquellos pensamientos, por el momento eso podría esperar, ahora el asunto que le apremiaba era Raelys y su confusión. Deslizó su mano por aquella mesa redonda cubierta con un mantel blanco, hasta poder tomar la de la pelirroja.

—Rouse fue una persona muy importante en mi vida, no te lo voy a negar —decidió hablarle con toda la sinceridad posible—. Pero lo que siento por ti es genuino, y me encantaría poder tener y construir una vida a tu lado.

—Quiero intentarlo. Lo que siento por ti es algo que jamás había sentido antes. Te seguiré hasta el fin del mundo —Alex le agradeció dándole un leve apretón en la mano—. En cuanto a esto —levantó su mano izquierda donde se distinguía un tatuaje en forma de escamas que ascendía desde la muñeca hasta el hombro—. ¿No es nada peligroso?

—No. Hablé con GraanTaar y me aseguro que lo único que obtuviste fue la energía de la marca, posiblemente te lleve algún tiempo el poder controlarlo, pero no hay nada de qué preocuparse, claro, que si comienzas a escuchar una voz extraña en tu cabeza, me avisaras, ¿Cierto? —La pelirroja asintió con un movimiento de cabeza—. Lo que dicha marca te permite es el control de hielo, extrae energía de tu cuerpo para que funcione, así que debes irte con cuidado.

—¿Control del hielo? —interrogó con una divertida sonrisa, acercó el dedo al café que Alex estaba bebiendo, apenas si le toco un poco, una capa de escarcha comenzó a extenderse por toda la taza.

Alex quedo ciertamente sorprendido, cogió la taza, estaba helada al simple contacto, la giró y puso de cabeza, la agitó un poco haciendo que su café hecho un bloque de hielo saliera y cayera en su otra mano.

—Te aseguro que puedes hacer cosas mucho más increíbles —dijo con cierto grado de sarcasmo.

—Tenemos un método para averiguarlo —dirigió una furtiva mirada hacía uno de sus bolsillos de su gabardina color oscuro.

Entendió perfectamente a que se refería. Negó con un movimiento de cabeza, no podían acudir a él.

Se había pasado dos días en la completa oscuridad. Al tercer día, sus ojos azules se abrieron de par en par. Observó atentamente aquel lujoso techo de madera, le llevó algunos minutos recordar todo lo que había vivido y donde es que se encontraba.

Aplicando fuerza en su abdomen, consiguió sentarse en aquella lujosa habitación. Se percató de que no llevaba playera, al igual que tampoco tenía pantalones, por lo menos aún conservaba los calzoncillos. Algo que le pareció extraño, fue el hecho de tener parte del cuerpo cubierto con una sábana blanca. Levantó despacio su brazo, no sintió ningún latigazo de dolor, se observó atentamente el interior de su brazo, la herida que le había provocado el pedazo de espada al salir, ya no se encontraba allí.

No le pasó desapercibido el hecho de que ya no estaba manchado de sangre seca. Escucho el mecanismo de la puerta al ser abierta, la pelirroja abrió de par en par sus hermosos ojos verdes al verlo, Alex reparo en la vasija de metal que llevaba en las manos, al igual que la pequeña toalla que colgaba de su brazo, ahora comprendía quien se había encargado de retirarle la sangre.

—Hola —dijo a falta de palabras mejores. Raelys dejo a un lado la vasija, sin más se encamino hasta él, se inclinó y lo enrollo entre sus tiernos brazos.

—No vuelvas a asustarme así —murmuró con tristeza. Aquello provoco que se le encogiera el corazón, lo menos que deseaba en el mundo, era hacer sufrir a una persona que le importaba demasiado.

—Lo lamento, no era mi intención preocuparte —susurró cerca de su oído. La pelirroja le dejo en libertad lentamente, se le quedo mirando fijamente, parecía estar buscando algo—. ¿Todo está bien?

—¿Sigues siendo tú? —preguntó con dudas en sus palabras. Alex la comprendía, ella se había enamorado de Kaebu, aquel hombre que no recordaba absolutamente nada de su pasado, ahora, ese hombre lo recordaba todo.

—Sigo siendo yo —aceptó recordando todo lo que había vivido con el nombre de Kaebu—. Puede que antes no comprendiera porque algo me impulsaba a realizar una sencilla tarea, ahora, lo único diferente, es que comprendo de dónde vengo y por esa misma razón entiendo porque hice lo que hice.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.