La Última Sombra

Epílogo

 

Era totalmente inaceptable, no podían mantenerlo eternamente en aquel lugar, no, él era alguien importante, llevaba el apellido de una de las familias, merecía respeto y por derecho de nacimiento el poder de la familia.

Se levantó de aquella incomoda cama, se acercó al pequeño librero que le habían permitido tener, el recuerdo de suplicarle a su sobrina aun le provocaba arcadas y temblores, alguien de su categoría rebajándose a suplicar por unos cuantos míseros libros.

No valía la pena enojarse por nada. Se inclinó logrando que sus huesos crujieran, maldijo en su interior, no podía ser posible que lo mantuvieran en aquellas condiciones.

Con su largo dedo y su pronunciada uña, intentó encontrar el libro que había comenzado la noche anterior. La luz comenzó a parpadear, se levantó deprisa, se encaminó hasta aquella pared fabricada de barras de metal, se aferró a ellas y miró el foco del pasillo, el cual también comenzó a fallar.

Una enorme sonrisa se formó en su demacrado rostro. No podía creer que hubieran tardado tanto.

—Música para mis oídos —murmuró al escuchar los quejidos de los guardias al ser asesinados. Escuchó los pasos lentos pero rebosantes de confianza.

Hasta ese momento recordó donde se encontraba, sus ojos verdes se abrieron de par en par, se alejó dando tras pies, los focos se apagaron definitivamente, pasados algunos segundos volvieron a encenderse, pero ya no estaba solo, afuera de su celda se encontraba una persona. Llevaba una túnica oscura que le llegaba hasta los pies, cubría su rostro con una sencilla máscara blanca, por lo menos era solo un Máscara Blanca.

El visitante introdujo la llave en la cerradura, la abrió, lo que antes hubiera significado un momento cargado de felicidad, en aquel no era más que algo horrible que sabía que tarde o temprano sucedería. El visitante movió la pared de barras y se introdujo en su celda.

—Emerald Blake, le has fallado al Legado —sentenció con voz aguda y acusadora, distinguió en una de sus mangas la punta de una daga.

—Si me hubieras prestado ayuda, los planes hubieran salido a la perfección —masculló en un intento de defenderse. El visitante inclinó la cabeza hacia un lado, como sintiendo curiosidad por lo que estaba diciendo.

—Yo tenía una misión clara, vigilar de cerca a la Sombra y realice un muy buen trabajo —sentenció el asqueroso Máscara Blanca.

—Yo creo que hiciste mucho más que vigilarlo, Jane —el visitante ni se inmuto, levanto su mano y se despojó de la máscara blanca. Se trataba de una hermosa mujer, su cabello eran hebras de oro y lo amarraba en una coleta, sus ojos eran grandes y de un azul intenso, su nariz delgada y sus labios carnosos.

—Por supuesto que hice más que vigilarlo, deje que entrara en mí porque necesitaba sentir a un verdadero hombre —levantó la mano y le empujo sin problemas haciéndolo caer en la cama.

—Si me hubieras prestado ayuda...

—Si lo hubiera hecho, corría el riesgo de ser descubierta y por ende no podría continuar vigilando a tu sobrina —se detuvo y aspiró un poco de aire—. No te debo ninguna explicación, el Legado ha pedido verte.

Las luces volvieron a apagarse, al encenderse aparecieron otras dos figuras, Máscaras Negras, sin más se adelantaron, sin poder hacer nada, le cogieron de los brazos y le obligaron a abandonar la seguridad que le ofrecía su celda.

 

Lo lanzaron como si se trata de un vil animal rabioso. El lugar se encontraba sumido en la oscuridad, excepto por las antorchas que iluminaban un poco, volviendo un tanto más tétrico el ambiente.

—Emerald —susurró una voz, despacio levantó la mirada, a varios centímetros y sentando en una sencilla silla de madera, se encontraba un sujeto, llevaba un lujoso traje marrón con rayas en negro, su máscara era blanca con vivos en rojo, uno de las cabecillas del Legado.

—Mi señor —tartamudeo y bajo la mirada tocando el suelo con su frente. Varias lágrimas corrieron por su arrugado rostro, no podía creer que alguien de su categoría e importancia se viera en la necesidad de humillarse de aquella manera.

—Emerald, nos prometiste Newhope, nos prometiste cambios y lo único que obtuvimos fue más ojos indiscretos buscando a los verdaderos culpables —sentenció aquel desconocido con voz pausada y lenta.

—Pido que me perdone oh gran señor. Pero no puede culparme de todo, allí también había otro miembro del Legado, alguien que se negó a prestarme ayuda cuando más lo necesitaba...

—Emerald, Emerald —le interrumpió el desconocido—, yo intervine ante los demás cuando acudiste a nosotros pidiendo una oportunidad para demostrar la valía de la Familia Blake, los demás se negaron en confiar en ti, pero yo no, yo intervine, les convencí, vi potencial en ti, pero me fallaste, me hiciste quedar como un imbécil ante todos mis compañeros.




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