La última sospecha

IV

Sara abrió los ojos en medio de la noche con voces en su cabeza que decían su nombre, la fiebre la estaba consumiendo, sentía movimientos fuera y dentro de la habitación, pensó que podría ser una vacilación de su imaginación producto de su estado, hasta que escuchó un ruido más terrenal que se produjo en el momento, bajó por las escalerillas y vio nuevamente la luz que se divisaba al final del pasillo, que provenía del sótano donde guardaban el vino, pero ahora sabiendo lo que iba a encontrar, en efecto Mark estaba allí.

— ¿Mark?

— ¿Anabel? ¿Eres tú?

— Eh... no, no soy ella —una pesadez invadió su pecho al escucharlo llamar a su hermana.

— Entonces eres una ilusión y no existes, como las otras que he tenido de ella, dime, eres de esas que han venido a torturarme o eres bondadosa, que al fin me llevarás con mi dulce Anabel —al parecer Mark también tenía las mismas sensaciones que ella o simplemente estaba demasiado intoxicado, de igual forma de su boca solo salían incoherencias.

— No soy ninguna, Mark, soy Sara.

— ¿Sara? ¿Por qué has venido a mí?

— Es absurdo que te martirices de esta manera, el alcohol no te deja sustancia ni siquiera para reconocerme —dijo y le arrancó la botella que tenía en la mano.

— Sara —la llamó otra vez— ¿Estás aquí para aliviar mi dolor o para acrecentarlo?

— No quiero verte sufrir, Mark, nadie debe sufrir así.

— Pues deja que el vino lave las heridas por dentro, que de las de afuera me encargo yo —ella se sintió desesperada, se acercó a él lentamente sin saber qué hacer.

— Oh Mark...

— Te amo —dijo él con la cabeza agachada.

— No Mark, Anabel no está aquí —se le aguaron los ojos al decirlo.

— Lo sé Sara,... lo sé —levantó el rostro, condujo su mano hasta su barbilla y rozó su boca con un dulce beso.

Ella se alejó de repente con la mano en los labios, se marcharía otra vez, él lo sabía, así que levantó sus poderosos brazos y la tomó de las manos para que no corriera, se puso a su lado tratando de no acorralarla, por miedo a su reacción.

— Sé que sabes que esto es inevitable, desde la primera vez que te vi, sentí algo por ti y sé que tu también ¿Por qué no quieres admitir lo que está pasando entre nosotros?

— No quiero hacer algo que lamentaríamos los dos, además, tu eres el esposo de...eras su esposo —le dio la espalda, sabía que solo mirarlo era una tentación.

— Ya no mas, eres la única que puede reclamar su lugar como suyo, sino lo que será de mi no será nada bueno.

— No puedo dejar de pensar si realmente ella nos vio la noche de su deceso, me está volviendo loca la conciencia, algo más acabaría con mis nervios.

— ¿Por qué tienes que sentirte mal?, mi corazón fue tuyo primero, el amor no es una vergüenza, sólo que para ti lo sea.

— No puedes manipularme de esa manera, ¿Cómo puedes pensar así en tan poco tiempo de haberla perdido?

— No es manipulación, te estoy dando lo que es tuyo, lo cual es mi alma con mi amor eterno, tú decides si lo tomas —con cada palabra, se acercaba un paso a su boca hasta que nuevamente la besó, ella no pudo evitar el gemido de satisfacción que le provocó, sabía que de alguna manera estaba mal, pero ¿Por qué lo prohibido sabia tan bien?

— Añoraba esto contigo, desde hace tanto tiempo —Sara se veía confundida, no quería hacer nada que lo alentara, pero se sentía terriblemente atraída.

— "Estás loco, loco"— para ese entonces él le besaba el cuello, la cara y esa boca que tantas locuras le había inspirado. Trató de desabrocharle la bata, cuando iba a halarla hacia adelante para descubrir sus pechos, ella no dejó que lo hiciera, pero esto no debilitó su espíritu.

El deslizó una mano por debajo del camisón, acariciando el muslo hasta llegar a ella introduciendo sus dedos en su sexo, comprobando su inocencia. "¿Por quién esperas?" con el pulgar de la otra le quitó el carmín sutil que llevaba en los labios y lo deslizó a su boca, el cual ella recibió sin ningún reparo. Mark acogió sus labios en un ardiente beso que le arrancaba la vida, con fuerza y ternura.

— "Esto es una locura"— todo parecía parte de un deseo muchas veces soñado.

— Entonces tendrás que decidir —dijo él mientras la tocaba donde no lo había hecho nunca nadie más, mientras la besaba desinhibidamente, mientras la tentaba—¿Quieres enloquecer conmigo?, ¿Quieres que esto pase?, sólo si lo deseas pasará... lo sabes... —insistía porque sentía su respiración y cómo su néctar se deslizaba por ella hasta que caía sobre su mano.

— Mark...ah...—claro que lo deseaba, desde hacía mucho tiempo lo quería a él.

Cuidado con lo que deseas...

— Anda, dime que no quieres que te toque, dime que no quieres que te tome y te haga el amor, de una forma inimaginable, dime que no quieres conocer los torrentes del fuego que me quema por entrar en ti, por poseerte en cuerpo y alma —esas últimas palabras terminaron por trazar el camino de su humedad, sus cuerpos reaccionaron ante aquello que habían estado aguardando desde hacia tanto tiempo.

Empezaron a besarse con más furia, más pasión que nunca; la tumbó sobre la mesa que estaba bajo la bombilla, se paseó por su cara y sus pechos, succionaba locamente sus pezones, empezó a levantar su vestido con paciencia, estaba dispuesto a hacerla disfrutar, así que se obligó a calmarse y pensar con premeditación, había imaginado ese momento tantas veces, que temía hacer una estupidez.

La besó por el vientre, ella gemía sin parar, pasó la lengua por la cara interior de los muslos, besándola por todas partes, mientras ella, se retorcía aun más.

Cada rose sobre su piel, era como una flor que se abría con el deseo, él continuó moviéndose con maestría por los virginales labios, haciéndola jadear desesperadamente, Hasta que estuvo realmente lista para él.

— ¿Por qué lo haces? —estaba llorando, sentía vergüenza de su propio placer.



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En el texto hay: misterio, suspence, romance celos sexo

Editado: 21.07.2021

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