La última sospecha

V

Se encontraba recostada boca arriba, un relámpago la sacó del sueño, revelándole la oscuridad de la noche, se movió un poco, le dolía el cuerpo, más en los lugares que sirvieron para que Mark la poseyera.

La ventana estaba abierta y dejaba entrar el frío de la noche en el cuarto, de repente una fuerte corriente entró en la habitación haciendo tiritar las cortinas que colgaban en las ventanas, algunos papeles cayeron volando al suelo.

Le pareció escuchar un ruido y se levantó, revisó el pasillo, pero no había nada, otro relámpago alumbró el interior mostrándole sombras perturbadoras, se asustó cuando la ventana se abrió estrepitosamente y un viento helado se metió de improviso en el cuarto, no podía creer que estuviera temblando como una hoja, entró en la cama nuevamente y se cubrió con la sábana como si pudiera protegerla de algo.

Esperó un momento y lo escuchó nuevamente, ese ruido, como si algo se arrastrara, miró al suelo desde la cama pero aun así nada, el ruido se acercaba más y más, calándole los nervios, pero no había nada a la vista, se sentó en la cama y se concentró para descubrir de donde provenía el sonido, se puso fría al sentir una presencia que la sofocaba y era tan real como ella misma.

Lentamente comenzó a girar la cabeza en dirección al techo, pegado allí estaba un cuerpo en cuatro patas desafiando las leyes de la gravedad, su respiración se cortó y abrió la boca sorprendida al extremo, aquella cosa sobrehumana comenzó a girar la cabeza hasta quedar mirándola fijamente, casi no la reconoció con aquella expresión endemoniada en los ojos.

— No puede ser —dijo embelesada mirando fijamente, justo antes de que se le lanzara encima—. Es... Anabel, ¡Ahhhh!

Despertó sudando y jadeando, por suerte había sido un terrible sueño, el más terrible que Sara había tenido en su vida.

Amaneció lloviendo y todo era gris, curioso que fuese ese ambiente el que más definiera su personalidad. No sabía qué hora era y miró la pared en busca de un reloj, al girarse creyó ver a alguien en la puerta, eso la asustó, se sentó de repente en la cama y el esfuerzo le costó, ya que se sintió muy mareada, recordó lo ocurrido la noche anterior y el rubor subió a sus mejillas.

— Nana, ¿Eres tú? Llamó, pero nadie le respondía, pensó que quizás era parte de su imaginación lo que le pareció haber visto, aun así, se levantó de la cama y se condujo a la puerta.

— ¡Sara!

— ¡Ah! —se sobresaltó al escuchar su nombre.

— ¿Qué crees que estás haciendo levantada? —preguntó Richard apareciendo de pronto.

— Lo siento es que creí haber oído un ruido en el pasillo y...

— No hay excusas, regresa inmediatamente a la cama y no quiero tener que repetírtelo —no le gustó para nada su tono, pero sabía que él tenía razón, así que volvió sobre sus pasos a regañadientes.

— ¿Qué es eso que me das? —preguntó ella al verle preparar la misma infusión que le daba cada día.

— ¿Te refieres a las medicinas?

— Sí, es que las he tomado diariamente y aun no veo mejoría notable, estuve pensando en dejarlas —él no pareció inmutarse sin embargo no siguió con el procedimiento.

— Pues es solo medicina, si dices que te hace mal no te la seguiré dando, pero no puedo creer que pienses que yo desee para ti algo que no sea tu bienestar.

— No es eso, lo que quiero decir es que...

— ¿Qué es entonces?

— ¿Es posible que puedan hacerme ver o escuchar cosas que realmente no estén? —vio como Richard arrugaba el entrecejo así que desistió— Olvídalo, ¿Qué puedo saber yo de esas cosas?

— No estoy disgustado contigo Sara, si dices que no te hace bien cambiaremos el medicamento y ya está —le ofreció una sonrisa— Iré a mi habitación a buscar algo menos fuerte, pero más efectivo, vuelvo enseguida.

Mientras esperaba, Sara tenía miedo de cerrar los ojos de rendirse al sueño, tenía miedo de encontrarse otra vez soñando con Anabel, aunque era más inquietante aun pensar que podría no volver a despertar.

Sentía como si la acechasen tanto en sus sueños como... en la realidad... la atmósfera se tornó fría, tan fría que podía ver su aliento, no quería que nadie le dijera lo que era real o no, ella podía percibirlo, alguien había abierto las ventanas mientras dormía, alguien que quería que se agravara su estado, pero ¿Quién?...o ¿Qué?

Tenía que pensar con propiedad, posiblemente más cabalidad que lo primero y aunque no quisiera o pensara que tal vez no lo ameritaba, debía de desconfiar de todos en la casa, tal vez sólo era paranoia suya, además ¿Por qué debía pensar que querían matarla? No tenía sentido, de todas formas, era mejor prevenir antes que lamentar.

— Hay que temerle más a las acciones de los vivos —murmuró llevándose el vaso de agua que dejaban en la mesita de noche junto a la jarra a la boca y tomando un sorbo.

Nunca había ignorado los efectos de la muerte en las personas, pero nunca le había temido, en ese momento podría fácilmente cambiar de parecer.

¡Cómo odiaba estar sola! se levantó al ver que Richard no regresaba, era más testaruda de lo que él creía.

Caminó descalza sobre las frías lozas del pasillo, si tenía suerte, tal vez Richard ya vendría de camino o se encontrara con la Nana. Sus pasos la seguían conduciendo sin rumbo, hasta que se encontró frente al cuarto que solía ser de Anabel, estaba oscuro y frío, sintió como su presencia la llamaba, hasta que estuvo en su interior, todo aun olía a ella aquello decía Anabel, desde el más notable hasta el más simple detalle.

Hubo un roce a su lado, que la congeló en el acto, estaba alejada de las ventanas así que no pudo ser una de las cortinas, en la oscuridad distinguió una silueta deslizándose sobre su brazo, el inconfundible vestido blanco.

Volvió la cabeza y notó como una parte de la prenda se enrollaba en su cuello, el espectro murmuró algo compasivo que no llegó a reconocer, mientras apretaba con más fuerza, Sara sintió como la tela dañaba poco a poco clavándose en su piel haciendo surcos, de repente sus pies se elevaban en el aire alzándola por el cuello, cerró los ojos esperando que todo terminara.



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En el texto hay: misterio, suspence, romance celos sexo

Editado: 21.07.2021

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