En la mañana del día siguiente Mark y su hermana habían tenido una discusión y este le había pedido que abandonara la mansión, estaba en el jardín cuando Miranda pasó a despedirse, nunca se mencionaron los motivos de su partida y ella creyó poco prudente preguntar.
Ahora estaba Sentada en el balancín del pórtico de la casa, se quedó mirando las flores moradas de los brezos, las mismas que su hermana usaba para decorarle el cabello, pensando en lo ocurrido la noche anterior; no podía creer que lo había dejado todo por Anabel y que ella fuera capaz de hacerle algo como aquello, no se hacía a la idea, era muy duro, por muy buena que fuera por mucho que la quisiera. Aun así y a todo eso ¿Sería aquello lo que Anabel quería decirle, cuando le pidió que fuera? Se sobresaltó al escuchar pasos sobre las hojas secas.
— ¿Sara? —era Mark— Vine a verte, ¿Qué está pasando? Escuché que has tenido alucinaciones y que es posible que estés perdiendo la razón —al decir esto sus cejas hacían un arco de preocupación en su frente.
— Tú me crees ¿Verdad? —él tuvo que respirar dolorosamente antes de responder.
— Claro que te creo, nunca lo dudes, me sorprende que aún preguntes.
— Gracias, Mark —comenzó a llorar, necesitaba a alguien que por lo menos lo dijera. Eres la única persona en quien puedo confiar, me siento tan presionada, a veces creo que los demás tienen razón, que me estoy volviendo loca, que mi mente me juega sucio.
— No te sientas así, me tienes a mí y te tienes a ti misma sólo tienes que creer en ti y todo estará bien, si dices que estas teniendo estos encuentros, yo te creo y te apoyo contra quien sea.
— Lo peor es...—se detuvo sabia que sería difícil para él escuchar aquello.
— ¿Qué cosa? —la animó a continuar.
— Tengo la sospecha de que Anabel no murió por su enfermedad, estoy casi segura de que Richard tiene algo que ver, el cerró los puños y ella vio como apretaba su quijada lleno de ira.
— ¿Estás segura? lo que dices es serio y si es cierto, juro que mataré a ese desgraciado.
— No, no puedes hacer eso —lo agarró del brazo— Estoy tan confundida, tengo miedo, he perdido la confianza de estar cerca de él, y ese frasco de medicamento que tenia Anabel en la mano el día en que murió, tal vez quería decirme algo, pero no hay un móvil, puede ser un hecho evidente, pero ¿No es acaso esto siempre lo más engañoso? no se qué pensar —sacó de los bolsillos un pequeño puño de pastillas— ya no seguiré tomando más medicamentos, siento que en lugar de mejorarme me hacen empeorar.
— De todas formas lo mejor será prevenir antes que lamentar —se arrodilló frente a ella una vez más temiendo que de nuevo lo rechazara, la miró fijamente a los ojos— Ven conmigo Sara —ella abrió los ojos de par en par— Vámonos de aquí no tenemos nada que buscar en este lugar, ya nada nos une a esta maldita casa, tu y yo, como debió haber sido siempre, vamos, nos iremos donde los celos de Richard no nos toquen jamás.
— Mark yo...
— No me respondas ahora, piénsalo, no te presionaré, sea cual sea tu decisión, estaré dispuesto a aceptarla ¿Está bien? —ella solo se quedó allí mirándolo alejarse, ¿Sería capaz de hacer algo así?, Mark tenía razón por una parte, pero ella no podía tomar eso como excusa para huir con él.
— ¡Mark, espera! —le gritó antes de que se arrepintiera de lo que iba a hacer, por ella, por todo lo que creía y siempre fue mentira, por el tiempo que había perdido para amar— Acepto, me iré contigo.
Sara se condujo hacia las caballerizas en la madrugada, no eran ni la sombra de lo que Leopold había dejado en sus tiempos, los caballos carecían del brillo que ofrecían los buenos cuidados y el establo no pasaba de ser como cualquier otro de hacienda.
Él la esperaba ahí, por fin podría alejarse de todo y dejar su pasado atrás; como habían acordado, aguardaba por ella cerca de las pacas de heno, al verlo se sintió segura.
— Viniste, estaba pensando que te arrepentirías.
— Nunca estaré más segura de nada en mi vida, tienes razón aquí no hay nada para nosotros, sólo penas y angustias.
Le ofreció su chaqueta, para protegerla del frío y la ayudó a montarse en el caballo. Partieron en medio del rocío por los frescos pastos, tomados de la mano, cabalgando con la promesa de un nuevo futuro.
Sara miró hacia atrás para echar un último vistazo a la mansión, sería la última vez que la vería, a lo lejos divisó algo que llamó su atención.
— ¡No puede ser! —exclamó al comprender la visión, Richard los seguía de cerca en otro caballo, ella quería huir de él y de lo que representaba, pero no se lo permitiría mientras tuviera fuerzas para evitarlo.
— ¡Sara!! —la llamó desesperado, la lluvia había deshecho el sendero, a la velocidad que iban, era seguro que alguno sufriría un accidente, al instante Richard, que no era muy devoto a los caballos, por lo tanto nunca se había preocupado por ser buen jinete, lógicamente perdió el control de las riendas, su caballo se desbocó haciéndolo caer.
— ¡Richard!
— ¡No!, Sara, no mires atrás, él estará bien, no te detengas.
— ¡No puedo! —se detuvo para ver si estaba mal herido, lo vio quejarse y empezar a levantarse.
— Confía en mí Sara, confía en mí —muy a su pesar hizo lo que Mark le dijo y continuaron cabalgando hacia el horizonte.
Al atardecer del segundo día, cuando el sol caía como un beso sobre el paisaje, llegaron a una cabaña refugiada entre el bosque, estaba un poco sucia y descuidada, parecía que había estado abandonada por mucho tiempo.
— Este era mi hogar antes de ser capataz de los Winterhood, sé que no es mucho y que no es lo que mereces, pero por ahora hasta que podamos establecernos, será nuestro hogar.
— ¡Es maravilloso! —dijo ella con un brillo especial en sus ojos llena de firmes esperanzas, por fin al mirar al futuro todo tenía color para ella.
— Será sólo por un tiempo —la sorprendió alzándola en brazos y llevándola por el umbral sería su primera noche solos.