Un último adiós...
Otro día lluvioso, un alma por quien llorar, Dios no había sido generoso con él, siempre perdía a las personas que amaba, quizás estuviera pagando.
Había escrito en el record de Sara "Muerte por Pulmonía", debía evitar cualquier investigación sobre el asunto, y como sus visitas a la botica eran frecuentes, por los medicamentos para prevenir dicha enfermedad, nadie se atrevió a cuestionar el diagnostico, además su buena reputación lo precedía. La señora Baker, lo acompañó al entierro, no supo que decirle, no pensó que hubieran palabras de aliento, para alguien que hubiese perdido tanto, tan rápido y en tan corto tiempo.
Realmente estaba maldito, se dijo golpeando el féretro que contenía el cuerpo inerte de Sara, pero ni aún así sentía nada, toda la sensibilidad que tenía en el cuerpo, la había perdido en el último respiro que ella había dado.
Más tarde esa noche, pensó en todo mientras cavaba una fosa en el establo para deshacerse de los cuerpos de Miranda y Mark, por su mente pasaron imágenes de su hermana muerta, al igual que un hermano, que no sabía que existía y ahora Sara también, sin mencionar a sus padres, no volvería a haber un rayito de luz en su vida, había perdido todo lo que le importaba.
Entró en la mansión, cansado de su existencia y notó que había adquirido un aura negativa, por fin podía percibir de lo que todos hablaban, el destino de los que se atrevían a vivir bajo ese techo, era el mismo. Aun estaba vivo, pero él también, como cada quien, había caído preso de el hechizo que contenía, aunque todo fuera fruto de los actos de cada cual.
No tenía ninguna razón para permanecer vivo y le hubiese parecido lo más normal, poder acabar con ese suplicio en cualquier momento, sino hubiese sido porque le había prometido a Sara no hacerlo, pero no creía que un alma tan manchada como la suya pudiese encontrarse con la de ella en algún paraíso eterno del destino.
Su mente aguardaba pacientemente mientras se enfrascaba en la locura que lo poseía, esperando, pensando...
"La tortuosa muerte, la cálida muerte, que se desplaza entre los hombres... nadie puede salvarme, soy esclavo de mis deseos, víctima de mis pasiones y llego tarde a mi reflexión, ya nadie pude llegar donde estoy, nadie pude rescatarme ni a mí ni a los que sufrieron por mis pecados"
Aquel que se siente solo...
Richard entró en su habitación, una habitación, que se encontraba tan fría y oscura como su corazón, se sentía culpable de todo lo ocurrido y así era, todo era culpa suya, si él lo hubiese detenido, nada de eso habría pasado... si tan solo lo hubiese sabido...
Se acercó a la ventana, desde la cual se podía apreciar el jardín del laberinto, aquel que estaba frente a la fuente donde se ahogó su padre, ahora lamentaba que el tiempo fuera indomable, veía la ironía, parecía que los hombres de esa familia, habían heredado una ira vengativa, ahora lo sabía.
No se reconoció a sí mismo, al recordar que estaba parado justo allí cuando los vio aparecer, una discusión en la que parecía que Mark le tendía la mano para ayudarlo a levantarse, no le pareció perjudicial, hasta que su padre usó aquel tono de voz, con prepotencia, que hacía que se sintiera impotente.
Era evidente la urgencia que Mark tenía por agradarle y ahora conocía sus razones, pero su padre era más que un monstruo. Mark se dio cuenta de lo difícil que es agradar a los padres, empresa que es mejor evitar; eso sería lo único que conocería de tener uno, la ira se apoderó de él y comenzó a zambullirle la cara en la fuente, desde la ventana Richard lo miraba, pero no sintió el menor remordimiento al ver la escena, tal vez no hizo nada porque de alguna manera lo odiaba y también le habría gustado matarlo, por haber hecho de su vida una miseria desde que muriera su madre.
La felicidad de unos, es la desgracia de otros y así lo dejó ir, por su bien y el suyo, por el bien de todos se mintió a sí mismo, desconociendo aquella vez el sentido de lo correcto, solo que ahora, esa fuerza que lo arrastró hacia ese abismo, como el Karma, se había regresado y vuelto en su contra llevándose también lo que más amaba.... si tan solo lo hubiese sabido... pero... ¿Cómo lo iba a sospechar?
Fin
El pasado que se ahoga,
siempre espera emerger
de las aguas del olvido.