PHOEBE
Lo primero que hizo Eduardo fue asegurarse de tener a su equipo de confianza preparado para llevar a cabo su plan. Una vez que todo estaba listo, comenzó a ponerlo en marcha.
Uno a uno fueron cayendo todos los guardías de Terrance.
La batalla campal en la mansión de Terrance fue algo aterrador. Los hombres armados de Eduardo se enfrentaron a los guardias de Terrance en una lucha despiadada y sin cuartel. Los disparos resonaban en los pasillos, los objetos se rompían y la sangre manchaba el suelo.
Me encontraba escondida en una habitación, temblando de miedo y sin saber qué hacer. Podía oír los gritos y las voces de los hombres luchando en el exterior, y cada vez que escuchaba un disparo, sentía que mi corazón se detenía por un momento.
La batalla duró varios minutos, pero para mí pareció una eternidad. Finalmente, todo quedó en silencio. Me asomé por la puerta de la habitación, y lo que vi me dejó sin aliento.
Los guardias de Terrance yacían en el suelo, heridos o muertos. Los hombres de Eduardo se habían hecho con el control de la mansión. Y entonces lo vi a él, a Eduardo, de pie en el centro del pasillo, sonriendo triunfante.
—Ven conmigo, Phoebe—dijo, extendiendo su mano hacia mí—. Todo esto es por ti.
Sentí un escalofrío recorriendo mi cuerpo. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo había permitido que Eduardo me arrastrara a su mundo de violencia y peligro?
—No iré contigo, Eduardo—le dije, tratando de mantener mi voz firme a pesar del miedo—. Deja que Luke y yo nos vayamos, y olvídate de nosotros.
Eduardo rió con desdén.
—No tan rápido, Phoebe. Ahora que he conseguido lo que quería, no voy a dejar que te escapes tan fácilmente.
Intenté huir, pero uno de sus hombres me agarró por detrás y me inmovilizó. Eduardo se acercó a mí, con una sonrisa malévola en el rostro.
—Ahora eres mía, Phoebe—dijo, acariciando mi mejilla con su mano—. Y no voy a permitir que nadie te arrebate de mí.
Me quedé allí, atrapada entre sus brazos, sin saber qué iba a pasar a continuación.
Eduardo se había infiltrado en la mansión y me había secuestrado.
Mi corazón latía con fuerza, y un miedo paralizante se apoderó de mí. La realidad de la situación me golpeó con toda su crudeza: había sido secuestrada por el monstruo y estaba completamente sola en un lugar desconocido. Sentí una profunda desesperación que me dejó sin aliento, mientras las lágrimas caían por mis mejillas. No sabía qué iba a pasar conmigo, y la incertidumbre me consumía. Fue mi peor pesadilla hecha realidad, y no sabía cómo iba a superarlo.
(***)
Estoy sentada en una silla, atada de manos y pies, tratando de buscar una manera de escapar. Puedo sentir la adrenalina corriendo por mi cuerpo, y mi mente trabaja a toda velocidad buscando una solución.
De repente, Eduardo entra en la habitación con una sonrisa malvada en su rostro.
—Phoebe, mi querida amiga —dice con una voz burlona—. No te preocupes, pronto estarás con tu hijo.
Trato de mantener la calma, aunque por dentro estoy temblando de miedo.
—¿Dónde está Luke? —pregunto con voz firme.
Eduardo ríe y se acerca a mí.
—No te preocupes, está a salvo. Pero tú, mi querida, eres mi rehén ahora. Y tengo planes muy interesantes para ti.
Intento liberarme de mis ataduras, pero es inútil. Eduardo es demasiado fuerte para mí.
—No voy a dejar que te salgas con la tuya —le digo con determinación.
Eduardo se ríe de nuevo.
—Oh, Phoebe, siempre tan valiente. Pero no te preocupes, no te haré daño…a menos que sea necesario.
Siento un escalofrío recorrer mi cuerpo ante sus palabras, y sé que tengo que encontrar una manera de escapar antes de que sea demasiado tarde.
—¡No me hagas daño! —grité tratando de soltarme de las manos que me sostenían.
—Tranquila, Phoebe. No voy a hacerte daño. Esto es solo para distraer al tonto de Terrance y alejarlos de ti —me dijo Eduardo con una sonrisa burlona.
—¿Qué quieres de mí? —pregunté con lágrimas en los ojos.
—Solo quiero que estés aquí, segura. Cuando todo esto pase, podrás volver a tu vida normal —respondió Eduardo.
A pesar de que me sentía asustada y atrapada, sabía que Eduardo no me haría daño. Al menos, eso esperaba.
Eduardo con una sonrisa siniestra mientras me sostiene fuertemente por los brazos. Mi corazón late con fuerza y siento un nudo en la garganta al escuchar sus palabras. —¡Nunca seré tuya!—le grito, intentando zafarme de su agarre. Eduardo me suelta bruscamente y me empuja contra la pared, acorralándome con su cuerpo. —Lo serás, Phoebe, lo serás. Tarde o temprano te darás cuenta de que no puedes resistirme. Siento un escalofrío recorrer mi cuerpo ante sus palabras, pero no quiero mostrarle miedo. Mantengo mi mirada fija en la suya, desafiante. —Nunca me rendiré ante ti, Eduardo. Jamás serás mi dueño ni mi amo. Soy libre y no permitiré que me hagas daño. Eduardo ríe con sarcasmo, pero puedo ver una chispa de ira en sus ojos. —Ya lo veremos, Phoebe. Ya lo veremos. Vuelve a sujetarme por los brazos y me arrastra hacia otra habitación, dejándome sola y aterrada.
Me quedo temblando en la habitación, tratando de controlar mi respiración y no caer en pánico. Las palabras de Eduardo siguen retumbando en mi cabeza, haciéndome sentir vulnerable y asustada. No puedo creer que esto esté sucediendo, que alguien pueda ser tan cruel como para secuestrarme y amenazarme de esta manera.
Mis pensamientos se interrumpen cuando escucho ruidos fuera de la habitación. Me pongo de pie rápidamente y me acerco a la puerta, tratando de escuchar lo que está sucediendo. Logro oír algunos gritos y sonidos de lucha, y mi corazón empieza a latir más rápido en mi pecho.
De repente, la puerta se abre bruscamente y veo a Terrance y a sus hermanos Black en el umbral, con las armas en la mano y la mirada fija en mí. Me lanzo hacia ellos, sintiendo un alivio enorme al ver caras conocidas después de tanto tiempo en manos de Eduardo.